vitoria - Mikel Nieve (1984) fue la luz del Team Sky con su triunfo de etapa en Courchevel, última etapa del Critérium Dauphiné, una victoria "inesperada" porque su objetivo era trabajar para su líder Chris Froome. Este éxito supone una inyección de moral y confianza para el ciclista de Leitza de cara al Tour de Francia, además de una "gran satisfacción personal".
¿Qué significa el triunfo en la Dauphiné?
-Todavía no me lo creo. Estoy muy contento y es una motivación para seguir trabajando. Es señal de que he trabajado bien y de que ese trabajo da sus frutos.
El equipo debe estar satisfecho con su rendimiento.
-Sí, sobre todo por cómo ha funcionado todo el equipo en la Dauphiné. Todos hemos estado a un gran nivel y, si no llega a ser por la caída de Froome, habríamos disputado la carrera hasta el final y con un gran rendimiento.
¿Le felicitó Froome por su victoria?
-Sí. Él en cuanto me vio me felicitó y me dijo que se alegraba por mí. Es un gesto por su parte que se agradece mucho. A pesar de la caída, él lo intentó, pero no estaba al cien por cien y no pudo ser.
El Tour de Francia llega en menos de tres semanas. ¿Cuál será su preparación hasta entonces?
-Primero descansaré un poco en casa para cargar las pilas, llevo muchos días fuera. Después, iré solo a los Pirineos a reconocer alguna etapa.
¿Qué puede decir de la segunda etapa del Tour? ¿Es tan dura como parece?
-La segunda etapa es todo el día arriba y abajo, y salen más de 3.000 metros de desnivel, y el puerto más largo no llegará ni a cinco kilómetros. Es una motivación para el equipo porque allí tiene mucho apoyo, así que trataremos de dar lo mejor.
¿Qué supone estar en la salida de un Tour con el objetivo de ganar en París?
-Es una motivación. La presión está ahí, porque Froome es un claro candidato a ganar. Trabajar para un líder te da la garantía de que va a disputar la carrera y por qué no ganarla. Si lo consigue, sería una satisfacción muy grande para todos.
Hace un año corría en el Euskaltel-Euskadi. Si le dicen entonces que iba a ganar la Dauphiné y disputar el Tour con el Sky ni se lo habría imaginado.
-La verdad es que no. En Euskaltel, en teoría, tenía contrato para tres o cuatro años más y no se me pasó por la cabeza lo que después surgió. Así es la vida. Soy un afortunado por llegar a este equipo. Fue un acierto, me siento muy bien y muy valorado.
Siempre surgen noticias en torno al Team Sky sobre Froome y Wiggins, como la última sobre el permiso de la UCI a Froome para tomar un medicamento.
-Es un poco lo que quieren buscar los periodistas. Froome es el mejor corredor del mundo, el último ganador del Tour de Francia y siempre se le mira con lupa. Yo creo que a veces se sacan las cosas de contexto y se exageran bastante para generar polémica y vender más.
Cotobello, Gardeccia y Courchevel son sus tres victorias. Pero vaya tres victorias.
-La verdad es que las tres han sido muy bonitas. He tenido la suerte de estar donde tenía que estar y luego tener las piernas para poder ganar. Estando a un gran nivel, las victorias pueden llegar o no. Y esta, en concreto, ha sido bastante inesperada porque el plan era ayudar a Chris Froome. Pero ganar no es una obsesión, aunque está claro que siempre gusta ganar.
¿Cómo vivió esa última jornada de la Dauphiné desde dentro?
-La salida fue muy rápida. Todo el mundo quería coger la escapada en el primer puerto. Fue una etapa muy dura. El equipo intentó jugar sus cartas. No tuve que trabajar en la escapada y llegué un poco más fresco que los demás. Tenía respeto por los tres de la general: Talansky, Van den Broeck y Bardet. Intenté jugármela un poco de lejos, cogí unos metros y fui a tope hasta la meta. - DNA