Fue un día muy especial", explica Andoni Aretxabaleta (Markina, 25-X-1992) mientras paladea las palabras. Cegado por un rayo de sol que recorre Markina en un día soleado y caluroso de abril, el zaguero, de gran andamiaje y palabras firmes, rememora un día marcado en el calendario. No es ni el debut ni el pase a la final del Parejas. Habla de cuando julio languidecía sobre Zaldibar, un día 25, domingo, y en 2010 ya se empezaba a hablar en esferas elevadas de un espigado chaval de Markina que jugaba bien atrás, rubio y con buenas manos. A apenas un par de meses de cumplir los 18, Andoni ya tenía alma de artista y un futuro en las manos. Aquel 25 de julio de 2010 el frontón zaldibartarra bullía de calor ambiental y humano. Y Andoni, con 21-21 en el marcador, se marcó una apertura desde el txoko mientras alcanzaba in extremis la pelota que rompió el frontón. "Fue un día muy especial", repite. Fue la final del Interpueblos de EH de ese año y, cuando pintaban bastos para Markina, Arrieta y, en especial, Aretxabaleta pusieron la calma a costa de sus propias pulsaciones. Albisu y Pujana perdieron contra Amurrio y ellos tenían la llave de un partido importantísimo ante Dorronsoro-Elejalde. "Venía la tele y estábamos un poco revolucionados. La tele, los periódicos... No estábamos acostumbrados, aunque ahora tampoco mucho, y era muy especial. Nosotros teníamos que ganar sí o sí. Teníamos la sensación de que no podíamos fallar. Jugamos contra Dorronsoro, con unas melenas, y empieza a meternos ganchos y paradas y... Parecía una estrella", dice Andoni. Lo mastica. "Fue una locura de partido. No pensábamos que iba a ser así. Dorronsoro jugó exagerado, ¡no le podía quitar!", revela. Ganaron. Y en senior, también. Forma parte de la historia de Aretxabaleta, un tallo de mirada sincera y palabras cercanas, y de las vueltas que da la vida. Después, acumuló loas en aficionados y debutó en un calvario de dos años.

Recuerda de su etapa aficionada con bastante cariño los duelos contra "la pareja de Galdakao". "Desde alevines jugamos muchos partidos contra Legorburu-Galarza. ¡Hubo una vez un tanto de quince minutos! Yo jugaba con Arrieta a menudo y, siempre que jugábamos con esos, teníamos partido duro. Nosotros éramos más grandes, pero ellos siempre hacían buena. Cuando llegaban ellos, a temblar", explica el markinarra, quien especifica que "en juveniles, también hubo huesos como Mendieta, Zinkunegi o Arzelus y en aficionados, Altuna, Urberuaga, Jaunarena, Albisu, Zabaleta, Ezkurdia...". Sin perder la sonrisa no se esconde Aretxabaleta. No tiene por qué. "De chavales, las palizas que nos metían", explica entre risas.

Se cincela el silencio entre las costuras de un Aretxabaleta de poco artificio y siempre directo al grano. En el retrovisor, además, reside Eizaga, en Zumarraga, con especial sentido. Los partidos con su familia. "Los primeros pelotazos los di en el frontón de Markina, pero antes en el barrio de Eizaga de Zumarraga. Allí jugaba con los tíos. Los abuelos de Markina son muy pelotazales, pero mi abuelo de Zumarraga también. Empecé en un pórtico pequeño a jugar con mi tío Miguel que jugaba muy bien", desmenuza. De ahí, a la escuela de La Uni, con Unai Iglesias, al que tiene siempre presente, después con Xabier Urberuaga, exprofesional con Aspe, y, por último, con Peio Urionabarrenetxea. "Es muy importante contar con alguien que sepa moverte por torneos y eso. Es fundamental", confiesa Andoni, quien recita que "que haya llegado un pelotari arriba quiere decir que en la escuela se están haciendo las cosas bien. Cuando yo llegué aquí había un boom y nos apuntamos un montón de chavales. De hecho, tengo dos amigos de la cuadrilla en Estados Unidos jugando a cesta: Eñaut Salegi y Jon Aizpitarte. Uno está en Miami y otro en Dania. Y siempre que puedo vengo a ver. Tengo amigos jugando en aficionados como Jokin Arbe".

los problemas y el cambio Tras esa explosión, el espigado zaguero de andamiaje potente ya en la adolescencia no pasó inadvertido a las empresas. Asegarce le hizo debutar joven, con dieciocho años, en Cármenes de Markina y en La Uni, de tradición puntista históricamente. Salió al ruedo con Bengoetxea VI frente a Pablo Berasaluze y Rubén Beloki. Perdió 22-19. Y después llegaron los problemas, derivados casi exclusivamente de sus problemas de manos. "Me costó adaptarme", confiesa. "Mis dos primeros años de profesional los pasé muy mal porque estaba jugando mal. Y no podía recuperarme. Me costaba. Noté la dureza del material, la velocidad, el juego... Fueron dos años muy complicados", manifiesta el de Markina. Tallados a golpe de decepciones, esos dos cursos, hicieron de Aretxabaleta, un tipo amarrado a la sintonía, mucho más fuerte. Y en un año, de jugar en Segunda y ni siquiera cosechar resultados para entrar en semifinales a disputar la final de Primera y dar buenas sensaciones. ¿Dónde nace el cambio? "Vino un tal Josetxu Areitio y me revolucionó. Yo tenía una forma de prepararme y con él lo cambiamos todo: a correr, a saltar, a correr más, a saltar más, a hacer abdominales... Eso me vino bien". Andoni bajó unos kilos, por el propio trote de la preparación física, y ganó en prestancia dentro del frontón. "Estoy más fresco. No es que antes estuviera mal, pero ahora tengo más movilidad. Al final, los que somos torpes eso tenemos que hacer. La torpeza, la mínima posible", desgrana, aunque eso sí "los primeros tres meses fueron muy duros".

Esos fueron los cimientos. Sin embargo, recuerda que las sensaciones, el vaivén del cerebro, le dieron una tregua en Zestoa. Algo que ni él sabe cómo explicar. "A principio de verano me encontraba bien con las manos y me estaban poniendo partidos, pero en agosto jugué un partido en Zestoa y aún lo recuerdo. Me encontraba muy bien no sé por qué y con muchas ganas de jugar. Yo jugaba con Asier Olaizola contra Olaetxea-Mendizabal II. Perdimos, pero disfruté un montón. Le di velocidad a la pelota". Y de repente, el vizcaino se ganó un nombre entre los estelaristas. Andoni encontró a Aretxabaleta. Él, un chaval de 20 años que había penado los últimos dos y que "a estas alturas, el año pasado iba firmar la renovación y no sabía qué iba a pasar", se encontró en el lugar que apenas imaginaba. En la pole para el Parejas. "Me dije: ¿Por qué no? Me veía con confianza y hasta hoy", remienda. "Desde Zestoa jugué en Barcelona, con Oinatz en Balmaseda, con Pablo... La empresa me ayudó mucho y a Pablo tengo que mucho que agradecerle. Ya tiene mérito jugar conmigo y aguantarme. Con Berasaluze delante hay que estar muy bien, hay que acompañar a un figura", destaca Aretxabaleta. Fue de lo que más se dio cuenta: el camino reside en mantenerse. "Cuando juegas con Albisu, Aimar, Beroiz, Urruti... te das cuenta de lo difícil que es. Juegan todos los partidos bien. Ponen a botar al siete como si nada. Con Pablo me di cuenta de lo difícil que es llegar y mantenerse". Berasaluze II le hizo el rodaje al finalista del Parejas. "Todavía recuerdo la final del Parejas del año pasado en la que Pablo por mala suerte se rompió el tendón. Lo veía desde arriba y decía: Qué suerte estar ahí. Ahora tengo la suerte de jugarla", remata el zaguero vizcaino, que recoge el testigo de Xala, Martínez de Irujo, Martínez de Eulate, Mendizabal II y Zabaleta en su primera participación como titulares y encadenar una final.

la esterilla y el campeón Entre risas, Andoni Aretxabaleta visita la ermita de San Miguel de Arretxinaga, con tres enormes rocas volcánicas incrustadas en el suelo. Recuerda la leyenda y que allí le tocó bailar alguna vez en su época de dantzari. "Por entre las piedras no pasaba ya desde los diez años", confiesa Aretxabaleta. Mientras, un perro travieso se acoda en sus piernas con ganas de jugar. Mientras, se le ilumina la cara al saber de la final y de todo lo que se monta alrededor. No es raro pasear con Andoni y que la gente le pare para saber sobre el partido, sus manos y las entradas. "He dejado el marrón a mis padres", recita. "Juan y Abel vendrán a por mí. Tengo la mochila hecha y la esterilla preparada para aguantar bien allí atrás. Pero yo, siendo contrario de Aimar, haría lo mismo, si no viene mejor. Miedo no tengo a nadie, aunque respeto sí", sostiene.

Así las cosas, en el balance de la nueva situación de Aretxabaleta, la presencia de Aimar Olaizola juega un papel fundamental. "Aimar sabe en todo momento lo que tiene que hacer. Y eso transmite. Las pelotas, los descansos... Eso lo maneja él. Él sabe qué pelotas coger y cuáles no para atacar. Pero no es solo eso, es cómo elabora el tanto. Es increíble", declara el manista de Markina, quien la semana que viene puede devolver a Bizkaia una txapela 33 años después tras la de García Ariño IV por parejas en el 81. Aun así, finaliza Andoni que "me he quedado sorprendido por cómo he jugado. Yo no sabía cómo iba a responder. Había jugado ya partidos de este tipo, pero no contra muchos de los contrarios, con esta velocidad, con esta tensión... Es campeonato. Luego, compensa. Al principio, me quedé asombrado. Jugué cinco partidos, ganamos y me quedé a gusto por cómo había jugado, con chispa de manos y confianza. Después, tuve la mala suerte de la lesión de la muñeca, que me ha durado casi hasta el primer partido de la semifinal diría yo. Me costó volver a tener esa confianza". Ahora, la tiene.