Vitoria - En estos tiempos en los que los omnipresentes recortes han menguado de manera más que significativa las ayudas al estudio, el acceso a una beca está al alcance cada vez más de unos pocos privilegiados. Entre ellos, los que consiguen acceder a los Erasmus son, sin duda, los más envidiados. Y es que a nadie se le escapa que la posibilidad de estudiar durante unos meses en el extranjero y entrar en contacto con otras realidades supone una experiencia vital y un aprendizaje que suele marcar un antes y un después en la existencia del que lo disfruta. Evidentemente, estas situaciones no se circunscriben únicamente al ámbito estudiantil y fácilmente pueden encontrarse equivalencias en otros entornos.

Uno de ellos es el deportivo y precisamente un joven vitoriano se ha convertido en las últimas semanas en uno de los escogidos para vivir en primera persona esta valiosa experiencia. Se trata del integrante del Zirauna-Infisport-Alavanet Imanol Estévez, que ha formado parte de la selección española sub' 23 que ha disputado tres pruebas de la Copa de las Naciones de ciclismo en la cuna de este deporte y conociendo algunos de los escenarios más míticos del mismo.

Con la victoria en el Circuito de Pascuas como mejor resultado en su expediente en la actual temporada, Estévez es la más firme promesa de la bicicleta alavesa en la actualidad y su trayectoria no está pasando ni mucho menos desapercibida. De esta manera, en los albores del curso, el seleccionador nacional de su categoría, Pascual Momparler, ya le había citado para competir junto a los profesionales en las vueltas a Murcia y Andalucía. El técnico debió quedar satisfecho con el comportamiento del Zirauna y no dudó en incluirlo en la lista de los seis escogidos para este particular Erasmus del mes de abril. De este modo, Imanol preparó las maletas y se dispuso a "aprender" en la Vuelta a Flandes, en Bélgica, el día 12; la Côte Picarde, en Francia, el 16, y, finalmente, el ZLM Tour, en los Países Bajos, el 19. Un tridente exigente a más no poder y que se convierte en un escaparate inmejorable para todos los que se sitúan sobre la carretera. Ya de regreso en casa, el balance del corredor es "positivo", aunque no esconde un poso "agridulce".

Flemas con sangre Y es que el rendimiento de Estévez no ha podido ser todo lo brillante que a él le hubiese gustado como consecuencia de unos inoportunos problemas de salud. "Desde unos días antes de la segunda carrera ya empecé a encontrarme un poco mal. Tengo el pecho bastante cogido y he estado echando flemas con sangre", lamenta. Como consecuencia, su experiencia se redujo de tres a dos citas, ya que en el ZLM Tour optó por no arriesgar y prefirió no tomar la salida, limitándose a ayudar a sus compañeros desde la cuneta.

Pese a ello, la experiencia ha valido la pena y le ha permitido crecer varios grados en su camino de formación hacia el ansiado salto a los profesionales. "Es una pasada. Se va mucho más rápido todo el tiempo y hay que ir con la máxima tensión desde el principio porque cualquier mínimo despiste puede hacer que te cortes y ya no hay manera de enlazar. Se meten los codos todo el tiempo y si no está el equipo junto es imposible mantenerte adelante", analiza. Una dureza que ha experimentado en carne propia en las dos carreras que ha podido disputar. "En la Vuelta a Flandes me encontré bastante a gusto y estaba con el grupo de cabeza hasta que en un tramo de adoquín en el kilómetro 130 aproximadamente me descolgó. Era la primera vez que andaba en ese tipo de terreno y la verdad es que es durísimo. No era de los más largos y aún así me hizo descolgarme y ya no pude volver a enganchar. Antes ya les admiraba pero ahora los que acaban la París-Roubaix me parecen héroes. ¡Te duele todo el cuerpo!", apunta. Sin embargo, su balance es satisfactorio. "Aunque me quedé, de fuerzas me encontré bastante bien y cuando subimos alguno de los muros que hacen los profesionales los pasé en cabeza sin demasiados problemas", destaca.

En la Côte Picarde -ya con los problemas de salud haciendo mella en su cuerpo-, un pequeño despiste le privó de luchar hasta el final con los mejores. "Se iba a mil por hora, hacía mucho viento, en uno de los abanicos me quedé cortado y a partir de ahí ya fue imposible recuperar pero me sentí bastante bien", resume. En definitiva, todo un máster al que a buen seguro Estévez podrá sacar provecho en el futuro.