Amorebieta - Desde el 6 de febrero, el estado de ánimo de Gorka Izagirre se comprime en una frase de WhatssApp: "Horrenbeste burrukau dek bizitzan lortu dekena lortzeko, burruka hortan dana lortuta eukenen jun aiz, eskerrik asko burrukatzen erakusteatio" (traducido, algo así como "has luchado tanto en la vida por lograr lo que has logrado y te has ido tras lograrlo todo en esa batalla, gracias por enseñarme a luchar"). La cita la cierra el icono de un corazón. Ahí, en cada pálpito, siente Gorka a Urtzi Gurrutxaga, el jugador del Tolosa que murió durante un partido a principios de febrero. Era su mejor amigo. Desde entonces corre para él. Y con él. Ayer, mañana de primavera, mañana de Klasika, metió su fotografía en el bolsillo del maillot. Se hablaba desde que amaneció de que no había otro ganador posible en Amorebieta que un dorsal del Movistar. Gorka quería que ganara Urtzi. Y Valverde, cualquiera que no fuese él. Algún compañero. El Movistar invirtió su escala jerárquica y cambió al murciano su chaqueta con galones por el buzo de obrero. A trabajar. Lo hizo con naturalidad y cariño. Valverde es un campeón insaciable que se levanta todos los días pensando en andar en bicicleta y ganar y un compañero entrañable. Un amigo. "Han estado toda la semana trabajando para que ganara y ahora les tocaba a ellos tener esa oportunidad". Se entregó a ello sin reservas, de corazón. "Me he dado una paliza". Primero, para acabar con la escapada numerosa en la que, entre otros, iban Ibai Salas, Haritz Orbe o Javier Aramendia. La anuló Valverde en la primera subida a Muniketa. Luego, para controlar la carrera. En términos futbolísticos, el murciano centró para que rematara...

Nadie se movió sin el permiso de Valverde. Marcha azul. El color de la Primavera. Omar Fraile quiso darle un toque verde y atacó en la segunda subida a Muniketa, la primera por la vertiente de Zugastieta en un nuevo recorrido sin Autzagane, borrado del trazado por las obras. Con el vizcaino mandó el Movistar a Gorka Izagirre, que le entregó a Valverde durante la Vuelta al País Vasco hasta la última gota de sudor. Y cada gramo de fuerza. Un currante ante su oportunidad. El guipuzcoano es de los que aprovechan cada día de permiso. En su palmarés tiene dos clásicas de Ordizia y una etapa del Tour de Luxemburgo. Por la mañana se había levantado con la idea de añadir otra muesca. "Quería ganar". Por Urtzi.

La voluntad es más fuerte que cualquier músculo. A Izagirre, sin descanso durante toda la semana, vacío, no se le fue la idea de la cabeza cuando la fuga con Fraile no prosperó. En el jaleo que se montó después, camino de la tercera subida a Muniketa, acabó volviendo al mismo lugar. Escapado. Esta vez con Peio Bilbao y David Belda. Otra oportunidad. Valverde volvió a dar su bendición. "Gorka era una buena apuesta". Aún así, el murciano arrancó en los últimos 300 metros de la última subida y soltó a todos. Quería llegar a donde Gorka para ayudarle a ganar. "Pero como he visto que en lugar de eso estaba poniendo en peligro su victoria, he parado". No quería arrastrar a nadie. Frenó Valverde y frenó el grupo. Los tres de delante cogieron vuelo.

La Klasika estaba entre ellos. Izagirre, Bilbao o Belda. Pero el guipuzcoano no se fiaba. "Notaba que me faltaba ritmo y chispa". La resaca de la Vuelta al País Vasco. El vizcaino, en cambio, iba silbando, fresco como una lechuga, las piernas de mantequilla. Lo supo desde la primera pedalada. Uno de esos días buenos, se dijo. Por eso aguantó bien el acelerón de Gorka en el tramo final de Muniketa. Y siguió sereno su estela en una bajada de vértigo hacia La Pilastra en la que se cortó Belda, al límite en la ascensión. "He bajado ciego", dijo. Al posarse en el plano les perdió de vista. La Klasika se quedó en un mano a mano entre Izagirre y Bilbao. Azul y verde. Rivales. Pero amigos. El pasado de ambos es naranja. Corrieron juntos los tres últimos años en Euskaltel hasta que el equipo se descompuso. Luego, cada uno se buscó la vida. Cogieron caminos distintos. Y ayer se encontraron ayer en la carretera hacia Amorebieta. Dos exEuskaltel a por la victoria en la Klasika que no ganaba un ciclista vasco desde David Etxebarria en 2005. "Para que luego digan que después de la desaparición de Euskaltel el ciclismo vasco no está bien. No estoy de acuerdo. Estamos un grupito que vamos aflorando a nuestro ritmo", se reivindicó Izagirre, uno de esa esa nueva generación que va llegando. A Pello Bilbao, 24 años, le queda algo más. "Pero es bueno", dijo luego Gorka. Le conoce bien. "Es rápido". Por eso, se lo quiso quitar de encima a falta de un kilómetro. No se fiaba. El vizcaino respondió a ese ataque, se pegó a su rueda y esperó a que lanzara, de muy lejos, el sprint sin levantar la cabeza del suelo. "No sabía ni dónde estaba la meta". Pero la olía. Instinto. Supo que era el momento cuando vio bajar la velocidad en el cuentakilómetros. Sin fuerza, Gorka pedaleaba con el alma. Por Urtzi. Peio les pasó a los dos por la izquierda para rematar en Amorebieta su primera victoria profesional. "Vendrán más", le auguró Izagirre, que a falta de una victoria, puede dedicarle a su amigo todo lo bueno y grande que hace cada vez que corre.