Juan Luis Arnedillo, Emiliano Torres, Anna Fernández, Diego Martínez de Antoñana y Txomin González representan el pasado y el presente del balonamno alavés, una modalidad

Hay historias que siempre se repiten; sin excepción. La del balonmano en Álava, por ejemplo, es una de ellas. Siempre a la sombra del fútbol y baloncesto, al histórico patito feo del deporte local no le ha quedado siempre más remedio que llorar y sobrevivir. Su adn nunca ha gozado del glamour de las grandes estrellas ni del apoyo de los medios de comunicación, que hasta hace no mucho contemplaron este deporte poco menos que con desprecio. Y como quiera que esto fue siempre así, el camino andado nunca ha sido fácil. Álava, que en los últimos años ha parido estrellas de renombre internacional como Iñaki Urdangarin, Iker Romero o las guerreras Eli Pinedo y Patricia Elorza, nunca ha sido una excepción. Si bien hubo un tiempo donde la licencia para soñar era libre -aquel proyecto del Caja Vital en 1ª (la equivalente a la 2ª B de fútbol actual) que capitanéo Juan Luis Arnedillo y que llegó a contar incluso con un extranjero en nómina (era el único que cobraba del plantel)- no hace tanto, concretamente doce años, que la supervivencia de toda la estructura del balonmano alavés pendió peligrosamente de un hilo. Con la esquela prácticamente redactada y el enfermo en sus últimos días, algunos de aquellos testigos achacan hoy las causas al cambio de modelo escolar, que puso fin, entre otros, a la rotación trimestral de deporte entre los escolares. Los hay también que buscan las razones en un modelo de sociedad donde cada vez menos estudiantes practican deporte e incluso quienes acusan veladamente a los dos poderosos del Territorio, Deportivo Alavés y Baskonia, por aquel entonces depredadores de los chavales para toda la temporada. "Ese tipo de cosas nos minó mucho, la verdad", recuerda Juan Luis Arnedillo, actual entrenador de la Selección vasca cadete y técnico del Plan de Captación de Talentos de la Federación Española en la zona norte. Arnedillo, historia viva del balonmano alavés, es uno de los protagonistas que DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha reunido para analizar el futuro de este deporte y aportar algunas soluciones a los males, históricos, que padece. En dicha mesa de debate también participa otro veterano como Txomin González, de cuya relación con el balonmano en la provincia ya se tiene constancia en 1972, además de Emiliano Torres, secretario técnico del club Eharialdea (formado únicamente por chicas), Anna Fernández, presidenta de la Federación Alavesa de Balonmano, y Diego Martínez de Antoñana, coordinador de la sección de balonmano del colegio Corazonistas, hoy por hoy el mayor referente de este deporte en Álava con una estructura de diez equipos.

"no sabemos vendernos" El diagnóstico que todos ellos elaboran no esconde las miserias, históricas por otra parte, de una modalidad que sigue sin saber venderse entre los más jóvenes. Que adolece incluso de una unidad sindical entre todos sus agentes y que viene perdiendo de un tiempo a esta parte las "inercias positivas" que en su día le permitieron seguir con vida, apunta Martínez de Antoñana. A pesar de ello, la nómina de jugadores en edad escolar (hasta los 16) no es mala. Existen en estos momentos 305 licencias que invitan a la esperanza. Se trata de una base, coinciden todos, con mucho margen de crecimiento pero que exige las cautelas precisas y la euforia justa como para no estropear todo lo andado hasta la fecha. "Debemos cuidar, mimar, lo que tenemos como si fuera oro, porque sabemos lo que nos ha costado llegar hasta aquí", advierte en este sentido el coordinador de Corazonistas. A partir de ahí, añade Arnedillo, se trata de "apretar todos un poco más y conseguir un mayor número de dinamizadores que ayuden a divulgar este deporte".

La tarea no es fácil. Al carácter muchas veces altruista de este tipo de labores -los precios que se pagan por una dedicación de tres días a la semana entre los entrenamientos y el partido suelen ser simbólicos- hay que unir la falta de técnicos capaces de asumir ese tipo de responsabilidades, un hecho que ya en la presente campaña le ha costado la temporada a más de un equipo, apuntan desde el Eharialdea. Para su colega García, en cambio, el nudo gordiano de la situación no es esa carencia de entrenadores sino la escasa capacidad que en estos momentos existe en Álava para captar a los chavales. "Lo difícil no es entrenar, sino dar con esa cantera entre los colegios que te permita sacar los equipos. Por pura experiencia sé que es una tarea muy compleja, que exige un seguimiento para el que no disponemos ni de medios ni de estructura".

david contra goliat Lejos de fustigarse y maldecir los males que históricamente siempre han perseguido a este deporte, este grupo de enfermos por el balonmano en Álava apuesta por lanzar un mensaje de optimismo. Reiteran que hay base y hay futuro, pero demandan un mayor esfuerzo para seguir ganando cuota de mercado en detrimento de otros deportes que también están desapareciendo. "Somos como el pequeño comercio de la ciudad al que le toca luchar contra El Corte Inglés, lo cual nos obliga a ser más ágiles, flexibles y creativos a la hora de defender lo nuestro", compara Martínez de Antoña. En los últimos tiempos, colegios como el suyo han sido capaces de sacar el balonmano a la calle con una repercusión social y mediática notable, y por ahí deben ir los tiros. "No es cuestión de lamentarnos por el cambio de modelo educativo sino de adaptaranos a él", añade este coordinador para quien resultaría fundamental recuperar un viejo proyecto que en su día cosechó muchos éxitos, una escuela de balonmano al estilo de la extinta que apadrinó Iker Romero, y que permitió hacer llegar este deporte a prácticamente todos los rincones de la ciudad. Para ese proyecto, claro está, es imprescindible el amparo institucional, una premisa que en estos momentos brilla por su ausencia en cuanto a deportes minoritarios se refiere, obligados a hacer milagros cada temporada para cuadrar los presupuestos. Para hacerse una idea, apunta Anna Fernández, ahí van los 3.500 euros anuales que la Federación Alavesa de Balonmano recibe para la organización de torneos y fiestas para las categorías inferiores y otros 1.000 euros para las selecciones. En la carpeta de pendientes se apunta también la necesidad de que la propia FAB ejerza un "mayor liderazgo" y aglutine todas las fuerzas en pos de un bien común, y se insiste en mimar, motivar y ciudar lo que ya se tiene. "No hemos sido buenos responsables de Recursos Humanos, pero si queremos expandirnos tenemos que trabajar más, todos, y cultivar el deporte desde abajo. Ser capaces de crear estructuras de clubes y seguir tratando tan bien a nuestra gente", concluye el grupo.

con mimbres para el futuro que sin embargo arrastra demasiados vicios del pasado. Fotos: alex larretxi