DOS décadas y varias decenas de expediciones después, Alberto Iñurrategi (Aretxabaleta, 1968) es el mismo tipo tímido y sencillo que, formando cordada con su hermano Félix, en 1990 culminó con éxito su primera cima en el Himalaya: el Pumori, un sietemil satélite del Everest. Hoy, encumbrado en la élite del alpinismo mundial, el montañero guipuzcoano exhibe a sus 45 años una forma física envidiable, cincelada con entrenamientos en los que alterna las salidas al monte, el esquí, las series, la carrera continua, la escalada, las travesías en bicicleta y el gimnasio.

Su afilado rostro habla por sí solo de un profesional que disfruta de su pasión alejado del mundanal ruido. No esperen hallarle en un reality show, ni en platós de televisión, ni en las redes sociales. Cuando no se encuentra en casa, al abrigo de su mujer y sus dos hijos de 6 y 8 años, se pierde por el monte. Así que no se extrañen si cualquier día se topan con él esquiando en las faldas de la sierra de la Demanda, bajando del Udalaitz o caminando por el valle de Arán.

Precisamente, el enclave más occidental de Catalunya, a donde acude con frecuencia para entrenar o disfrutar con la familia, es el lugar elegido por Ternua, la marca que le equipa desde hace 21 años, para presentar su premiada chaqueta Jannu. Al filo de las once de la noche, en una sala abarrotada de público, Iñurrategi ofrece la conferencia Elogio del fracaso sin más atrezzo que un ordenador que muestra fotos de sus últimas expediciones y su habitual verbo pausado y reflexivo. El alpinista va desgranando cada viaje, cada montaña, cada peripecia vital, que intercala con frases llenas de sentido: "No siempre consigues lo que quieres, pero si lo intentas a veces descubres lo que necesitas", "El éxito nos gusta a todos, pero el fracaso no es algo negativo", "El alpinismo está contaminado por la idolatría del triunfo. No importa el cómo, solo acumular cumbres". Hay una idea común que preside tanto su exposición como la entrevista coral que ha ofrecido durante unas horas a un grupo de periodistas: tan importante como el objetivo que se escoge es el camino que se traza, el estilo, el modo con el que se encara una montaña. Iñurrategi reflexiona sobre sus últimas actividades y avanza alguno de sus planes.

LAS CORDADAS

El espíritu perdido

En tiempos en los que impera el individualismo, Iñurrategi aboga por recuperar el espíritu de la cordada. El atxabaltarra, que se inició en el Himalaya con su hermano Félix y luego se asoció al zarauztarra Jon Beloki, ha encontrado en el alavés Juan Vallejo y el navarro Mikel Zabalza los compañeros de viaje ideales. Con ambos ha compartido sus seis últimas expediciones. "El compañero de cordada lo es todo. Es el valor más preciado del alpinismo. Su trabajo y el tuyo son los que van a abrir camino. Tienes que entender sus gestos, sus palabras, compartir una misma visión", explica el alpinista, que dice "no estar hecho" para las escaladas en solitario. De hecho, se sintió hasta extraño cuando hace tres años encadenó las tres cumbres del Broad Peak, la última de ellas solo después de que Vallejo y Zabalza, agotados, renunciaran. "Ahora la gente va con el que puede y se ven circunstancias que te dan que pensar", comenta Iñurrategi, que reivindica y añora las cordadas de hace décadas. "Eran grupos cerrados. Escalar con alguien que no fuera de tu cordada era como ponerle los cuernos a tu novia. Hoy te atas con cualquiera y, si luego toca rescatar a un amigo, intentamos que sean los sherpas los que se impliquen por nosotros", lamenta.

Rescates y oxígeno

Salvados por el móvil

Iñurrategi nunca ha recurrido al oxígeno artificial -considerado como una especie de dopaje entre la élite del himalayismo- pero respeta a quien lo usa. "No me parece mal siempre que bajen la botella. En el valle del Khumbu, en Nepal, se usan cantidad de sherpas para que los expedicionarios puedan tener una botella a 8.000 metros". Asunto distinto es que un buen puñado de esos alpinistas lleguen a la base de la montaña sin preparación alguna: "No puedo entender que exista gente que llegue al campo base del Everest y tenga que hacer un cursillo de iniciación para ponerse unos crampones por primera vez. Ahí se pierde la medida". De ahí a un rescate imposible solo hay un paso. "En el Himalaya se da el mismo debate sobre los rescates que en los Alpes o Pirineos. La gente se mete en dificultades sabiendo que luego pueden sacarles en helicóptero de una pared haciendo solo una llamada desde el móvil. Eso hace quince años era impensable. Pero de ahí a valorar qué es o no irresponsable, qué rescate hay que cobrar o no, es un terreno complicado y resbaladizo".

alpinismo exprés

De Steck a Jornet

Cada vez con más frecuencia, el alpinismo de primer nivel opta por ataques a cumbres rápidos y ligeros. El suizo Ueli Steck es uno de los abanderados de este nuevo alpinismo que requiere un poderío físico descomunal y una aclimatación fuera de lo común. Kilian Jornet, el mejor corredor de montaña del mundo, que se ha enfrascado en un proyecto que pasa por subir y bajar las montañas más emblemáticas del mundo en un tiempo récord, también se ha apuntado a la moda. "Hacer en el Himalaya lo que se hace en los Alpes no es nuevo", remarca Iñurrategi, que recuerda que los suizos Erhard Loretan (fallecido en 2011 en el Oberland Bernés) y Jean Troillet ya subieron y bajaron en 1986 el Everest por el corredor Hornbein en apenas 46 horas". "Kilian", prosigue, "está rompiendo moldes. Hace cosas increíbles, pero no sé si en el Everest será capaz de repetir lo que hizo en el Cervino (subió y bajo el gigante de los Alpes en dos horas y 52 minutos, cuando un alpinista tarda no menos de diez horas )".

Cumbres "sin certificados"

Cuando la duda asoma

La ascensión de Steck por la cara sur del Annapurna en apenas 26 horas sin aportar pruebas de que pisó la cumbre ha reabierto las dudas sobre algunas ascensiones. "No me parece tan difícil hacer una foto, o una descripción precisa de la cumbre", explica Iñurrategi. "Eso de llegar a la cumbre en solitario y decir que has perdido la cámara, te puede pasar una vez. Pero dos... En 20 años nunca me ha pasado. Nunca he tenido un problema para tomar una foto en la cumbre. Eso va con la conciencia de cada uno", añade el alpinista, que hace un juego de palabras con la hazaña de Steck: "Me parece increíble".

paju peak

El próximo objetivo

A punto de finalizar el año, ya tiene en mente uno de sus objetivos de 2014: intentar de nuevo la escalada al Paju Peak, un precioso y desconocido pico de 6.600 metros en el Karakorum paquistaní, por una ruta inédita. Parte del material que Iñurrategi, Vallejo y Zabalza usaron el verano pasado quedó a resguardo en Skardú, por lo que atacarán otra vez la pared: "No estuvimos finos en el planteamiento. Teníamos que haber sido un pelín conservadores para poder hacer más de un intento. Fue irreversible y el riesgo que tiene lo desconocido. Ahora vamos con más posibilidades porque tenemos información de la montaña, su acceso y su medida".