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Reduciéndolo a su esencia más primaria, el baloncesto es un deporte que consiste en introducir un balón por el aro en el que gana el equipo que más puntos anota. Los medios para llegar a ese fin son variados. Están las apuestas contenidas, aquellas que promueven un juego pausado y marcadores raquíticos como mejor forma de alcanzar el éxito; están también los equipos que apuestan por un juego alegre y rápido, con guarismos elevados para ahogar al rival (el Real Madrid de Laso es actualmente el mejor embajador de esta propuesta); un paso más allá van conjuntos como el Dinamo Sassari, rival del Bilbao Basket el miércoles en la Eurocup, que convierte sus partidos en un festival inmisericorde de triples; y en la cúspide de lo extremo está Grinnell College, el baloncesto ofensivo llevado al caos.
Grinnell College es un centro universitario privado de altísimo nivel académico ubicado en Iowa que en los dos últimos años ha acaparado titulares por su equipo de baloncesto, que compite en la NCAA III, y, concretamente, por las exhibiciones anotadoras de uno de sus jugadores, Jack Taylor. Este pequeño base blanco de 23 años y 1,78 de altura anotó la pasada semana la friolera de 109 puntos en la victoria por 172-123 de Grinnell ante Crossroads College. Sus números asustan. Taylor metió 35 de los 70 lanzamientos de campo que intentó (24 de 48 en triples) y 15 de sus 17 tiros libres... en solo 29 minutos de presencia en cancha. Pero este jugador, que en el choque anterior se había quedado en solo 71 puntos, no es nuevo en estas plusmarcas siderales. Retrocedamos un año atrás. 20 de noviembre de 2012, encuentro entre Grinnell y Faith Baptist Bible College (179-104). Aquella noche, Taylor hizo saltar por los aires el récord histórico de puntos anotados en un partido de la NCAA, en poder de Bevo Francis desde 1954 con 113. Lo dejó en 138 al anotar 52 de sus 108 tiros de campo (27 de 71 en triples) y un 7 de 10 en tiros libres en 36 minutos. Aquel día, Taylor lanzó tres veces a canasta por minuto y la pregunta es obvia: ¿cómo pueden conseguirse esos registros en un baloncesto en el que los partidos duran 40 minutos (dos tiempos de 20 cada uno) y las posesiones son de 35 segundos? La respuesta es El Sistema, conocido también como El Sistema Grinnell.
El Sistema es obra de Dave Arseneault, entrenador jefe de Grinnell desde 1989, y se basa en un elevadísimo ritmo de juego con posesiones cortísimas y jugadas al galope que debe ser fiel en todo momento a cinco principios innegociables: la primera posibilidad de tiro que se presenta es siempre la mejor, sea de tres o de ocho metros; lanzar el mayor número de triples posible; hay que presionar con dos o incluso tres jugadores y en todo momento al rival que tiene el balón; es preferible encajar una bandeja sin oposición a que el contrincante agote los 35 segundos de posesión o convierta un triple; y para jugar al sprint de principio a fin hay que utilizar a los 15 jugadores disponibles, cambiando íntegramente el quinteto en cancha cada 35 o 40 segundos. Lo dicho, el baloncesto llevado al más extremo de los caos.
Cuando Arseneault llegó al campus de Grinnell, los Pioneers llevaban 25 temporadas consecutivas sin conseguir un balance de victorias-derrotas positivo. Las cosas no cambiaron en sus primeros años al frente del equipo. Las derrotas se sucedían, apenas iba público a los partidos, los jugadores que no jugaban dejaban el equipo aburridos y había veces en las que ni siquiera tenía mimbres suficientes para realizar partidillos de entrenamiento. Arseneault buscó soluciones y reparó en una curiosa táctica que vio utilizar en sus tiempos como técnico de Guelph University. Un día se enfrentó a un rival cuyo entrenador alternaba a dos grupos de cinco jugadores en intervalos de unos cuatro minutos. Le llamó la atención lo sincronizados que estaban aquellos quintetos y decidió ir un paso más allá, alternar tres quintetos con periodos en cancha inferiores al minuto, siempre a tope de revoluciones, jugando a toque de corneta y engatillando a la mínima oportunidad sin miramientos ni temores.
Y los resultados han respaldado su revolucionaria propuesta, más radical incluso que aquella locura ofensiva que instauró hace más de 20 años Paul Westhead en Loyola-Marymount. Desde que abrazó El Sistema como dogma de fe, Grinnell ha ganado cinco títulos de conferencia, se ha clasificado para los torneos de postemporada en más de diez ocasiones y ha liderado en anotación todas las divisiones de la NCAA en 17 de los últimos 19 cursos. Explicado por Arseneault, que en los partidos se sienta al fondo del banquillo para no entorpecer el constante tránsito de jugadores que salen y entran a cancha, las claves del éxito parecen hasta lógicas. "La presión defensiva al límite genera pérdidas que se convierten en más posesiones nuestras y, lógicamente, en más posibilidades de tiro. En ataque hay que apostar por tirar el mayor número de triples posible porque, obviamente, valen más que los tiros de dos. Podemos fallar más triples que el número de canastas de dos que anota nuestro contrincante, la clave de la victoria estará en el número de tiros totales que hagamos nosotros. Si son muchos, lo lógico es ganar", dijo hace años en un reportaje en The New York Times.
agonía para el rival Entre los técnicos rivales hay opiniones para todos los gustos, desde los críticos que consideran que "es una forma de travestir el baloncesto" hasta los que, como Tim Heimann (Knox) hace años, defendían que "es el mayor soplo de aire fresco que ha recibido este deporte en muchísimos años. Me encanta verles jugar, pero odio enfrentarme a ellos". Y es que enfrentarse a Grinnell es un ejercicio agonístico y sus rivales acostumbran a claudicar por la vía del K.O., incapaces de mantener ese ritmo asfixiante durante todo el partido. También lo pasan mal los árbitros. Hace años, una pareja de colegiados admitió en el descanso su incapacidad para seguir el juego y cada uno se ubicó en una línea de fondo durante toda la segunda parte. Lo cierto es que, a pesar de que en su Liga el nivel no es muy elevado, El Sistema sirve para ganar. Y los jugadores (todos bases, escoltas y aleros, pues ninguno pasa de 2,05 y once miden menos de 1,88) se divierten -los entrenamientos son exclusivamente sesiones de triples, no existen más sistemas-. Y los aficionados se entretienen -un partido de Grinnell fue, en 2005, fue el primero de la NCAA III retransmitido por ESPN-, sabedores de que de todo puede pasar en pista. Puede que Jack Taylor anote 138 puntos o que sus Pioneers alcancen los 148 puntos... y pierdan por 19. Ambas cosas han ocurrido. Es lo que tiene el baloncesto llevado al caos.