Toda una vida entregado en cuerpo y alma a una causa. Josean Querejeta cumplió ayer la eternidad de 25 años al frente del Baskonia, un club que bajo su mandato ha crecido de manera exponencial hasta labrarse su fama como uno de los equipos más respetados del Viejo Continente. Convertido en el dirigente deportivo más longevo del panorama estatal, este empresario nacido un 19 de marzo de 1957 en la localidad guipuzcoana de Lazkao -afincado, eso sí, en Vitoria desde antes incluso de cumplir la mayoría de edad-, estudió en el colegio de los Benedictinos de su pueblo. Allí adquirió la formación imprescindible para erigirse en un emprendedor voraz y de apetito insaciable. Un buen alero en su época de jugador (militó en Baskonia, Joventut, CAI Zaragoza y Real Madrid) que cambió pronto el chándal por el traje y la corbata, y que dio paso a un dirigente recto, pasional, exigente, ambicioso, convencido de cada uno de sus movimientos y felino para rodearse de colaboradores que se han mantenido leales hasta en los momentos más críticos. Personajes, por ejemplo, como Alfredo Salazar en la parte técnica, artífice de la llamada vía argentina, que permitió al Baskonia ganar por primera vez en su historia el campeonato de España junior de la mano de unos imberbes Marcelo Nicola y Walter Guiñazu; o colaboradores como Carlos Izar de la Fuente en el campo del marketing, que impregnó a la entidad azulgrana de un modelo made in USA hasta entonces desconocido en Europa. De la mano de estos dos pilares, Querejeta se convirtió en el primer directivo que unió baloncesto y negocio en un mismo proyecto empresarial. Un cocktail explosivo al que fue añadiendo una no menos sorprendente gestión social, capaz de atraerse simpatías e impregnar a la ciudad y a sus dirigentes políticos de una suerte de deber con el baskonismo que muchas veces ha bordeado los límites por los que se deben regir las administraciones públicas.
El ejemplo de la ciudad deportiva del Bakh constituye un buen ejemplo. Fue un traje a medida polémico que en el ámbito empresarial desató no pocas dudas cuando se inauguró, en noviembre de 2008. El tratamiento privilegiado que el Ayuntamiento dispensó al proyecto suscitó la crítica de empresarios y políticos como Antxon Belakortu -"el concurso se hizo ad hoc para que lo ganase el club", recordaba el picajoso concejal aquellos días a una publicación local- o José Navas, que advirtió en la misma publicación del "peligroso precedente" creado, que ponía en riesgo el futuro de la ciudad: "Se consiguió que el Baskonia tuviese su ciudad deportiva, que es lo que se quería e importaba", dijo. Pero así y todo, el actual presidente volvió a salirse con la suya, dando muestras de nuevo de una incuestionable capacidad de persuasión para rodearse de políticos de cualquier ideología que hicieran realidad todas sus pretensiones.
Carácter emprendedor
Pionero en casi todo
Querejeta accedió a la presidencia en 1988 cuando el Baskonia era un don nadie tanto en la ACB como, sobre todo, fuera de sus fronteras. Junto a su madre y su inseparable hermano Luis, su primera revolucionaria decisión residió en la conversión de la entidad en una sociedad anónima de la que continúa siendo el máximo accionista. Refugiado siempre en el mismo y austero despacho del Buesa Arena donde nunca le ha temblado el pulso a la hora de tomar toda clase de medidas, populares e impopulares, Josean ha sido pionero en casi todo. Así, siempre será recordado, entre otras cosas, por eliminar fronteras en el campo del patrocinio -logró que un equipo local tuviera un esponsor nacional como TAU-, por aprovechar las infraestructuras del club no sólo para seguir creciendo -ha cambiado de pabellón y lo ha reformado tres veces- sino para explotarlas comercialmente y lograr ingresos atípicos, y, sobre todo, por haber sido el mandatario que más dinero ha recaudado gracias a los incesantes traspasos a la NBA de jugones como Luis Scola, Andrés Nocioni, Tiago Splitter o José Manuel Calderón. Antes que ellos llegaron figuras emblemáticas como Ramón Rivas o Chicho Sibilio, una apuesta que cambió el rumbo de un equipo que luchaba por mantenerse en mitad de la tabla y de repente pasó a luchar por ser una alternativa de poder en la ACB.
También lideró el dirigente una prolija red de ojeadores que le sirvió para romper fronteras y abrir nuevos mercados, especialmente en Latinoamérica y Este de Europa, y revolucionó el área de la contratación de jugadores mediante la apuesta por los denominados comunitarios B. Por todo ello, es una de las voces más escuchadas, y también temidas, en cualquier Asamblea de la ACB y la Euroliga, donde siempre lleva la voz cantante amparado en su dilatada experiencia.
Resulta innegable que de su mano llegó la profesionalización extrema a un club que, enclavado en una población diminuta de poco más de 200.000 habitantes, se vio en la necesidad de sacar pesetas, primero, y euros, después, casi de debajo de las piedras para poder competir ante los rivales más adinerados. Una modestia que, de puertas hacia fuera, se encarga de repetir hasta la saciedad en todas sus apariciones públicas, donde siempre ha puesto de relieve la obligatoriedad de conseguir recursos atípicos para mantenerse entre la aristocracia. En ese sentido, su gestión ha sido intachable durante muchos años, pero si el Baskonia ha alcanzado sus cotas de popularidad también ha sido, en parte, gracias al indiscutible apoyo económico brindado por las instituciones y el calor de una masa social que no ha cesado de crecer mientras se iban coleccionando resultados positivos. Ello le dio pie a promover un cambio de escenario para los partidos del equipo y, a continuación, las anteriormente mencionadas ampliaciones del Buesa Arena. El polideportivo de Mendizorroza se había quedado pequeño y sobre la antigua plaza de ganado se edificó el pabellón Araba con un aforo para poco más de 5.000 espectadores. Tras dos reformas, la última de ellos conllevó la retirada de la emblemática cúpula, el coliseo gasteiztarra dispone ahora del triple de butacas en espera de que Jordi Bertomeu, director ejecutivo de la Euroliga, haga realidad la vieja aspiración de Querejeta de albergar una Final Four. Una decisión que hasta la fecha siempre ha recaído en grandes capitales como Berlín, Praga, Moscú, Atenas, Barcelona o Londres.
Técnicos sin confianza
Lamas, Martínez, Maldonado...
Durante su fructífero mandato, el conjunto vitoriano ha totalizado 14 títulos (ver cuadro) y 26 finales. Sólo se le ha resistido la anhelada Euroliga, aunque estuvo a punto de hacer realidad el sueño de miles de baskonistas en 2001 y en el dorado periplo comprendido entre 2005 y 2008, con cuatro apariciones consecutivas en la Final a Cuatro. Entre tanto, su larga trayectoria al frente del club también acumula sombras de todo calibre, tanto en lo que respecta a los técnicos como a los jugadores. En esa silla eléctrica que representa el banquillo baskonista, pueden atribuírsele a Querejeta errores puntuales en la elección de entrenadores como Julio Lamas, Pedro Martínez o Salva Maldonado, técnicos de una calidad contrastada que nunca gozaron de la confianza del presidente. A pesar de su curriculum, abandonaron la disciplina azulgrana por la puerta de atrás.
Otro caso sintomático de la falta de feeling del propio Querejeta con algunos de sus técnicos se produjo con Velimir Perasovic, cuya gestión en su cese, tras sufrir un supuesto problema cardíaco aún hoy no aclarado que le llevó al hospital, fue uno de los mayores lunares en la carrera del presidente, al menos desde el punto de vista sentimental del aficionado, que siempre mantuvo un idilio especial con el magnífico escolta croata. Natxo Lezkano ocupó su lugar -con un triunfo sonado en Tel Aviv, por cierto, y otras cinco victorias consecutivas- que sin embargo no parecieron suficientes para el ejecutivo baskonista, que en vísperas de la Final Four de Atenas sustituyó al portugalujo por el legendario Boza Maljkovic, que tampoco cumplió las expectativas.
Entrenador fetiche
Ruptura traumática con Dusko
También en la confección de las plantillas se aprecian errores sustanciales a lo largo de su carrera. Es cierto que supo hilvanar con acierto a figuras de renombre como Rivas, Bennet, Oberto y Scola con temporeros llenos de ambición. Y es cierto también que aquella política de contratos largos le permitiría después obtener pingües beneficios justo cuando sus nóminas comenzaban a resultar inasumibles para un club como el Baskonia. Pero esa forma de construir conjuntos sobre la marcha que hasta entonces había resultado exitosa -Bennett, Beric, Oberto o Sconochini, por ejemplo, llegaron a mitad de temporada- , en los últimos años no ha funcionado, dejando al club por primera vez en mucho tiempo fuera del Top 16, sin duda una de las mayores decepciones de la historia reciente. Tampoco funcionaron, años atrás, fichajes como Serge Zwiker o Hano Mottola, y tampoco fue agradable, por excelente relación personal, el adiós de Dusko Ivanovic, su técnico fetiche.
El técnico montenegrino, al que posiblemente debió abrir la puerta de salida mucho antes para que no sufriera la humillación de una destitución el 18 de noviembre del año pasado tras una tarde de infausto recuerdo ante el Obradoiro, fue víctima de una sospechosa planificación deportiva y la evidente pérdida de pujanza de un equipo que acumula ya más de tres años de sinsabores desde que en junio de 2010 conquistara su tercera Liga ACB.
El de Bijelo Polje, al que se le pueden discutir muchas de sus decisiones tácticas o el hecho de que apenas concediera la alternativa a alguna de las apuestas más importantes realizadas por el club en los últimos tiempos -Reggie Williams y Joey Dorsey-, fue un hombre comprometido hasta el último momento. Devorado por una plantilla en la que había un puñado de jugadores abúlicos y huérfanos del carácter imprescindible para triunfar en Vitoria, el mejor técnico que ha tenido en su historia el Baskonia debió abandonar la entidad por la puerta de atrás. Y todo ello después de protagonizar junto al presidente un matrimonio inquebrantable en el que casi nunca hubo fisuras y con una química pocas veces vista en el mundo de la canasta.
Pero así ha escrito Josean Querejeta la historia de su éxito. Un periodo inédito de brillantes luces y sonoras sombras que le han convertido en un gestor mayúsculo con un poder sin precedentes en Álava. Un poder en el que nada ha escapado a su control, salvo la crisis, que ha cambiado las reglas del juego y desde luego le ha hecho vulnerable. Por eso ha implorado de nuevo a la caja pública cuando peor están las cosas. Pero no hay otro camino. Y el actual presidente lo sabe. Su modelo original ya no se ajusta a los nuevos tiempos y la búsqueda de una alternativa se antoja crucial. Eso, o dejar paso al siguiente, un extremo descartable a corto tras su incursión en el fútbol, que ha asumido como su gran reto. ¿Cumplirá otros 25 años en el palco de Mendizorroza?