la advertida agitación que aventuraba la sola presencia de Jose Mourinho en cada una de sus comparecencias quedó enterrada con la marcha del luso del fútbol español, al que acaban de aterrizar el argentino Gerardo Tata Martino y el italiano Carlo Ancelotti, inquilinos mañana de los dos banquillos que bordean el césped azulgrana. Nada será igual con ellos al pasado reciente. Al menos en los duelos entre el Barcelona y el Real Madrid. La aparición del Special One llevaba a los extremos el protagonismo de los bancos. Los focos se desviaban del terreno de juego. La expectación se concentraba en la banda. Lejos del balón. La puesta en escena del Tata Martino y Carlo Ancelotti acentúa de nuevo el interés en el juego. En la táctica. En los puntos. En la normalidad a veces perdida por la perturbación generada a propósito por el preparador portugués, que llevaba el desasosiego a su propio equipo y de ahí al campo. Una nueva época entra en acción tras este trienio intranquilo. Con capítulos imborrables primero con Pep Guardiola y después con Tito Vilanova. Nada será igual.
Tata Martino llegó a Barcelona para arrinconar el último lustro azulgrana manejado con técnicos de la casa. Cuatro años de Guardiola. Uno con Vilanova. El preparador de Rosario prepara su primer Clásico. El conjunto azulgrana asume el envite como líder. Habilitado para recuperar el dominio ante su máximo rival en los choques directos. Una autoridad perdida en los enfrentamientos recientes después de disfrutar de un absolutismo incontestable en tiempos de Guardiola.
Poco hay en común entre Martino y sus predecesores. El Tata llegó a trompicones cuando tenía cerrada la idea de un período vacacional después de su exitosa etapa en Newell's Old Boys. Encontró una plantilla perfilada, un título (la Supercopa) por conquistar y un legado complicado de igualar.
La racha de buenos resultados lograda hasta ahora es lo único que ha impedido que el salto de una era a otra haya sido abrupta. El desenfadado perfil del técnico argentino se distancia de la formalidad y la personalidad bien cuidada que proporcionaba Guardiola. Pep y, en menor medida también Vilanova, procuraban resguardar ciertas maneras. Con un estilo y una pose que marcaba tendencia. Lejos del ruido en las salas de prensa y mensajes entre líneas. Salvo excepciones, rehuyeron en apariencia del cuerpo a cuerpo y tiraron de tacto. Todo estaba cuidadosamente medido en el vestuario y el entorno azulgrana. Y les fue bien.
Al margen del campo, el Tata ya ha demostrado su facilidad para embocar cualquier controversia. Tanto sobre el césped como ante los medios. Fiel a su sistema de rotaciones caiga quién caiga ha respondido de cara a cuestiones de prensa en las que Guardiola y Vilanova decían no entrar ni de puntillas. No esconde las opiniones sobre el rival, ni sobre los árbitros. Y advierte aún más batalla cuando el viento no sople a favor.
Sobre el campo, Martino siempre supo rentabilizar las condiciones de su plantel. Aunque el modo quedara distanciado del tipo de juego por el que siente predilección. Martino trabaja por recuperar la presión y la intensidad de los primeros tiempos de Guardiola. Es amante del toque. Pero no al extremo enfermizo de sus predecesores. No hace ascos al pelotazo o al juego directo. Con tres puntos de ventaja y el primer partido no ganado en Liga espera la visita del Real Madrid de Carlo Ancelotti.
En contra de lo que le sucede al argentino, el italiano aglutina una masiva experiencia como entrenador en el Viejo Continente. Siempre en clubes de enjundia y con planteles descomunales. Sin embargo, la llegada de Carletto no ha sido como esperaba. Ni él ni el aficionado. Ni el entorno. Llegó como el pacificador después de tres años agitados. El hombre tranquilo para apagar las tensiones generadas por Mourinho. Encomendado a la misión de volver a aunar al madridismo. Y de llevar al Bernabéu un fútbol más atrevido.
Tampoco nada ha sido como pensaba el responsable técnico de Reggiolo. Lejos de llevar la calma, complicó su porvenir ya con la primera decisión adoptada. Dejó en el banquillo a Iker Casillas y el desasosiego y el ruido se mantuvo durante varias semanas. Asumió la marcha de Mesut Ozil y su Real Madrid perdió ante el Atlético Madrid en Liga por primera vez en catorce años. Fue el momento más bajo de un equipo que daba síntomas de vulnerabilidad partido tras partido. Solo en la Liga de Campeones mantuvo el tipo.
Las sospechas alumbran por ahora el camino de Ancelotti. El entrenador no ha dado con la tecla en un equipo que no ha encontrado la brillantez de juego prometida y que carece, por el momento, de la solidez que sostenía el recorrido de Mourinho. Experto en el manejo de jugadores de renombre como los que tuvo en el Juventus, Milan, Chelsea o PSG, donde siempre triunfó, no da sensación de poder con el vendaval ambiental que invade permanentemente la rutina blanca. Para su sosiego todo está aún al alcance de la mano. Llega al Camp Nou con cierta mejoría en el juego y la distancia con su rival reducida. Con el Barcelona a tiro y la posibilidad de dar un vuelco a su comienzo