LAGO DE SANABRIA. En el ciclismo nada es para siempre. Hace unos días Euskaltel anunció que cesaba el patrocinio de su equipo ciclista al no poder hacer frente en solitario al elevado presupuesto que exige figurar en el World Tour, la liga de las estrellas. Con ello, la empresa vasca de telefonía ponía fin a 17 temporadas de patrocinio, desde la Vuelta de 1997 en la que salió al rescate del Equipo Euskadi, ahogado por las deudas, hasta dentro de unos meses, en las que ha aportado al ciclismo casi 50 millones de euros. Aparejada al anuncio de que su última aportación a este deporte concluye al final de esta temporada, llega también la extinción del equipo de un país que Urrutxurtu, Pradera y Madariaga dieron vida en 1994. Ese proyecto inusual y romántico muere tras veinte temporadas; el patrocinador al que unió indivisiblemente su destino, Euskaltel, después de diecisiete. Algo insólito resistir tanto en un deporte donde nada es para siempre. O casi nada.

Desde 1990 hasta dentro de no se sabe cuando está la firma de Lampre estampada en un maillot ciclista, los últimos veinte años como sponsor principal, más que nada ni nadie. Es un patrocinador inoxidable. Fabrica acero para los electrodomésticos y otros aparatos tecnológicos como móviles y demás y acapara el 80% del mercado. De la fortuna que atesora la familia Galbusera, dueña de la empresa, la parte destinada al ciclismo viene del corazón. No hay otra razón posible. "Son unos enamorados de este deporte", dice Joxean Fernández Matxín, que ha aterrizado esta temporada en el equipo italiano tras una temporada en el ostracismo. La fábrica de Lampre y la sede del equipo ciclista están cerca y cuentan que el presidente Emanuele Galbusera busca siempre alguna excusa para acercarse hasta allí y poder hablar de bicicletas, corredores y ciclismo. Es lo que le gusta. Por eso sigue.

De momento, y tras otra mala temporada además de los ecos de la investigación de la Fiscalía de Mantova por una supuesta trama de dopaje en la que el equipo estaría implicado, Lampre no solo se mantiene sino que se refuerza tras la unión con Mérida, la marca de bicicletas que vende cinco millones de unidades al año y pugna por la supremacía en el mercado con Giant. Así, han fichado a Rui Costa, el portugués que ganó dos etapas en el pasado Tour y por el que suspiraba medio World Tour y esperan más incorporaciones. "Saronni tiene las cosas muy claras", explica Matxín; "quiere un equipo competitivo en las clásicas y en las grandes y pequeñas vueltas. Y cree que Rui tiene la edad justa para probar en el Tour". La pasión de los Galbusera por el ciclismo es la del propio Matxín por este deporte. Por eso sufrió tanto la temporada pasada. "Pero aprendí", dice; "desde fuera empiezas a entender las cosas y a valorar lo que tienes. Siempre te parece que el jardín del vecino es más verde, pero luego te acabas dando cuenta de que no es de verdad, sino de plástico". El vizcaino es uno de los directores del Lampre desde principio de temporada, un regreso a Italia, sus orígenes, donde empezó en el segundo equipo de Mapei. "Ahora vuelvo a Italia, que es donde me han querido y de donde he aprendido la importancia del marketing y la imagen". A saber vender. Matxín ha sido un buen alumno de esa escuela italiana. Envuelve con gusto todo lo que dice. Y ahora que es el principal director del equipo en la Vuelta habla de las posibilidades de Scarponi, "un tipo necesario en cualquier equipo por su empatía", y apunta al podio aunque nadie lo crea. Y se refiere también a Diego Ulisi, un 'loco' de la Juve que lo primero que preguntó cuando llegó en abril a la Vuelta al País Vasco fue a ver qué tal era Fernando Llorente, que acababa de fichar por el club italiano. "Diego -dos veces campeón del mundo junior- es el típico italiano hábil y ganador. Algo parecido a Bettini, pero más escalador y no tan rápido", cincela Matxín, director del inoxidable Lampre.