FISTERRA. Xabi Zandio, el chico que afronta cada día con una sonrisa y la mantiene hasta que se acuesta, pase lo que pase, ha renovado dos años más con el Sky. "¿Quién me lo iba a decir a mis 36 años? Pero ellos están contentos conmigo y yo con ellos". Quizás se trate de eso.
De ser feliz. Es lo que viene a decir Chris Horner en la cima del Mirador de Lobeira cuando se convierte en el ganador de etapa y líder de una grande más viejo de la historia -casi 42 años- y se autoproclama candidato a luchar por ganar la Vuelta. ¿Cómo es posible?
"La clave está en saber disfrutar", responde Markel Irizar, 33 años, que acaba de acordar con el equipo Trek, heredero del RadioShack, un contrato de tres temporadas, por lo que, al menos, seguirá siendo ciclista hasta los 36, que es la edad que tienen Zandio y Zubeldia, que también estará en el pelotón hasta, al menos, los 38 años, tras firmar dos más con el Trek. "Es un error", prosigue Irizar, "caer en la rutina y asumir el ciclismo como una profesión más que te exige mucho sacrificio. La mentalidad europea es la de una vida ciclista que se basa en entrenar y descansar. Nada más. La gente se cansa de ese sacrificio, se aburre y acaba retirándose cuando sus físicos aún están intactos o no muy gastados porque aguantar tanto en el ciclismo no es una cuestión física, sino mental".
No se nace sabiendo eso que cuenta Irizar. Se aprende. "Yo lo he hecho poco a poco", dice Markel. Y Zubeldia, que ojalá volviese a empezar su carrera sabiendo lo que sabe ahora, que es la pena de todos los mortales cuando van pasando etapas, comprendiendo, y desearían volver a nacer sin olvidar todo lo que han vivido. "Lo que sabemos es nuestro mejor músculo", explica Garate, que negocia con Belkin una renovación que desearía que fuera por dos años más, hasta los 39. "Pero la experiencia se valora solo cuando la tienes y ves lo que te ayuda". Por eso dice Garate que un ciclista veterano es tan necesario en un equipo. Porque para que un joven con futuro tome la dirección correcta tiene que haber alguien al lado que sepa encaminarle. "Y por eso, ahora en el pelotón cada vez hay ciclistas con talento más jóvenes y, a su lado, corredores cada vez más viejos que les aconsejan".
Como Horner, que lidera la Vuelta, o como Jens Voigt, un tipo admirable que es un mes mayor que el americano -ambos son de 1971-. "Jens es un rara avis. Un tipo que tiene una energía increíble con la que consigue transmitir la pasión a los que están alrededor. Es un ejemplo y el espejo en el que se miran todos los del equipo, entre los que me incluyo", sostiene Irizar, que tuvo que aprender a desear ser ciclista para siempre o, como él dice, a desear vivir siempre así porque al principio no digirió nada bien su trabajo. "No era lo que yo había imaginado. No me amoldaba a lo que era esta profesión". Tuvo que emigrar para comprender y ver otro ciclismo. "He aprendido a disfrutar y ya no me como la cabeza como antes. Me preocupo por las cosas, claro, pero las relativizo. Y es algo que hago tanto en el ciclismo como en la vida. Disfruto dentro y fuera, que es lo que he aprendido viendo a Voigt y los demás. No sé si tiene que ver con el equipo y la gente que he conocido, con mis tres hijos y con mi experiencia con el cáncer, pero ahora no pierdo el tiempo en cosas con las que no pueda disfrutar. Lo que hago, lo hago por placer". Por eso sigue siendo, también, ciclista Zubeldia, cuarto en la general de la Vuelta: "Porque disfruto siéndolo. No hay más misterio".
El placer, dice Garate -que fue líder, que luchó por el podio en varios Giros y que ha ganado etapas en las tres grandes-, se transforma, como el cuerpo. "Ya no corro por ganar, sino por enseñar cómo se hace que es otro tipo de motivación. Y me sigo sintiendo bien físicamente, pero no como para estar delante en el momento clave, al final, cuando solo quedan unos pocos. Al llegar esa parte, mi cabeza les dice a mis piernas que no es nuestro lugar, que nuestro trabajo ya está hecho y que es hora de pensar en lo que viene mañana".
Hoy, Garate negocia para seguir con Belkin, que le ha dicho que le necesita para educar a los más jóvenes, y de lo agradable de sentirse valorado y seguir siendo ciclista encuentra el irundarra la pega de los niños. "Tengo tres y se hace duro marcharse de casa dejando allí sola a mi mujer. Pero claro, ahí está Voigt con seis hijos. A él sí que le entiendo que quiera seguir siendo ciclista", bromea.
SOBER
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