vitoria. "Este equipo no tiene fecha de caducidad". De tanto repetirlo, de que Miguel Madariaga, padre del proyecto junto al fallecido Juan Carlos Urrutxurtu y José Alberto Pradera, lo dijese cada día de las últimas dos décadas, se pensó que era verdad, que Euskaltel-Euskadi era eterno, que no envejecería, que sería para siempre.
Quizás por eso, cuando un poco más tarde de las 9.00 de la mañana y reunidos todos los integrantes del equipo en su sede del polígono industrial de Badiola -salvo los que participan en el Tour de Limousin y Samuel Sánchez, ausente porque el viaje desde Oviedo entorpecía su puesta a punto para la Vuelta que arranca este sábado en Pontevedra- Igor Antón, uno que representa como pocos la esencia de un proyecto de una gran carga sentimental y patriótica, escuchó que se acababa, se quedó igual que había llegado Ni sorprendido ni triste. No sintió nada el ciclista de los ojos cargados de ilusión. "Fue una cosa muy rápida".
En unas pocas frases comprimió Mikel Astorkiza, director corporativo de la fundación Basque Cycling Pro Team, la esquela del equipo ciclista. Les dijo que la presente era la última temporada del equipo y que a partir de ahí Euskaltel dejaba de existir porque no habían encontrado un segundo patrocinador que respaldase el proyecto y que llevaban buscando durante meses, casi desde el inicio del nuevo proyecto tras la ruptura con la Fundación Euskadi y la salida del proyecto de las instituciones vascas, retiradas del patrocinio por la crisis. "No hemos encontrado nada", contó luego Astorkiza; "y mira que lo hemos intentado hasta el límite, hemos luchado por mantener vivo el equipo y en ese sentido no podemos hacernos ningún reproche. Pero ha sido imposible conseguir lo que buscábamos. Y podíamos haber demorado algo más la decisión, alargar la espera para tener más margen para negociar, pero eso hubiese sido estirar el chicle innecesariamente. No hubiese sido lo correcto. Era necesario ser realistas y la realidad nos decía que el tiempo se agotaba y que ya no había margen para una solución. Nadie ha apostado por sumarse a este equipo". Hubo interés, eso sí, contactos profundos y avanzados con empresas que desde Euskaltel califican como "serias" aunque prefieren mantener en el anonimato por eso de la cláusula deconfidencialidad en las negociaciones de este tipo y que eran compañías extranjeras de gran envergadura capaces, primero, de aportar los cinco millones de euros -más de la mitad del presupuesto- que Euskaltel pedía para que sustituyese a Euskadi en el apellido del equipo, y, después, seducidos por lo que se les vendía y que era la historia y la identidad de un proyecto que llevaba dos décadas dando pedales porque alguien -Urrutxurtu, Pradera y Madariaga- soñó que sería bonito que un equipo ciclista de vascos corriese alguna vez el Tour. "A los empresarios les atraía la idea de compartir esa concepto, que es el gran activo del equipo. Por eso nunca nos hemos planteado vender la licencia solamente, porque eso no tiene el valor comparable a todo lo demás que representa Euskaltel", aseguran desde Euskaltel. La propuesta de Euskaltel para buscar la supervivencia del equipo exigía que este siguiese vinculado al ciclismo vasco y arraigado en Euskadi. "Eso lo aceptaban de buen grado". Pero nadie plasmó ese ánimo en una firma. "Y el nivel de compromiso de los que querían o podían querer no concordaban con los plazos que nos habíamos marcado para tomar una decisión". Se fijaron el 31 de agosto como fecha límite. Lo decidieron hace unos días -Samuel, por ejemplo, ya conocía el veredicto final- y la sentencia la anunciaron ayer, apenas ocho meses después de presentar un ambicioso proyecto que invertiría 40 millones en cuatro años y que era la continuación de lo anterior pero diferente porque no estaba Miguel Madariaga tras divorciarse de la Fundación Euskadi y, sobre todo, había dado entrada a corredores extranjeros -un sacrilegio para los aficionados más acérrimos soliviantados de antemano por la salida del equipo de Amets Txurruka, un emblema- para mantenerse en el World Tour. Todo eso no sirvió de nada. Se esfumó en ocho meses. O antes. "Nos falló la pata de Euskadi -por las instituciones-", dijo Astorkiza; "sin culpa, eso ha tenido sus consecuencias".
"Ha sido todo muy rápido y muy duro", explico Igor González de Galdeano, patrón del nuevo proyecto que no se arrepiente de ninguna de las decisiones tomadas. "Se hizo bien porque construir un proyecto sólido para cuatro años lo exigía. Íbamos hacia un equipo vasco internacional y nos hemos quedado en el principio de un año en el que todo lo que ha ido ocurriendo era peor que lo del día anterior -se refiere, sobre todo, al drama de la muerte de Rufino en accidente de tráfico-", dijo el mánager alavés, que cree que todos los sacrificios eran necesarios salvo "haber peleado con Miguel -Madariaga-. Esa guerra me ha dejado el corazón roto. No ha merecido la pena".
Los contratos en vigor A partir de ahora, mientras los corredores finalizan una temporada que no sufre variaciones en el calendario, se inicia otra guerra. "Queda la última parte", señala Astorkiza. "Un proceso de cierre ordenado y responsable del proyecto, incluyendo la inmediata negociación de la carta de libertad de los miembros del equipo", señala Euskaltel en un comunicado oficial para referirse a la negociación con los corredores con contrato en vigor más allá de esta temporada, que son catorce -entre ellos Samuel y Nieve, los únicos con dos años más de contrato además del propio Galdeano, Antón, Ion Izagirre, Egoi Martínez, Juanjo Lobato o Gari Bravo-. "Deseo que no nos enzarcemos en estas disputas y le demos a este equipo un razonable", dice Astorkiza, que llevará personalmente las negociaciones con los corredores con los que la empresa pretende llegar a acuerdos individuales para cerrar su vinculación. Los ciclistas, claro, lucharán por cobrar íntegro su contrato y algunos de ellos ya han puesto el asunto en manos de sus abogados, que están seguros de que de tener que ir a juicio la ley está de su parte; la empresa, por supuesto, buscará cerrar la relación acordando un porcentaje de la ficha.
"Solo espero que sean tan legales como han sido siempre", desea Antón, que no entiende de esos embrollos legales y, cosas de la vida, acaba de ponerse por primera vez en su carrera en manos de un representante que le busca equipo para la próxima temporada. Ayer, de todas maneras, tenía la cabeza llena de otras cosas. De las palabras contundentes de Astorkiza que le dejaron indiferente, plano, ni triste ni sorprendido porque, por un lado, "ya me lo esperaba porque ya se oían cosas" y, por otro, "no me quería creer que esto pudiera acabar algún día". De la mezcla de lo esperado, lo increíble y lo real, la voz de templo de Astorkiza, le llegó a Antón la parálisis inicial. Luego, volvió a casa, se cambió y salió a entrenar para empezar a recordar los momentos vividos con el equipo, la historia y la huella que el proyecto ha dejado en Euskadi -las tardes de Laiseka, Etxebarria, Mayo, Zubeldia, Antón, Samuel y los demás- y el vacío que deja al extinguirse el equipo que se creyó eterno.