primero fueron conocidos como seleccionables. Más tarde, adquirieron la denominación de cupos y, recientemente, jugadores de formación tras los sucesivos acuerdos firmados en la última década entre la ACB, la Federación Española y la ABP, casi todos ellos resueltos con la mediación del CSD. Pronunciar cualquiera de estas palabras en las oficinas del Fernando Buesa Arena provoca sudores fríos, hastío y grima. Mientras en la mercantilista Euroliga de Jordi Bertomeu existe barra libre para completar las plantillas como uno desee incluso con doce americanos, las ligas nacionales se resisten a implantar una apertura de fronteras que recibiría el visto bueno de la letra pequeña de todas las leyes comunitarias sobre los derechos laborales de cualquier trabajador.

Y es que el principal quebradero de cabeza de Josean Querejeta para configurar sus proyectos todos los veranos versa sobre la identidad de unas codiciadas piezas del mercado a las que al Baskonia le resulta por antonomasia muy difícil de acceder. Las grandes estrellas de la selección española habitan en la NBA o, en su defecto, exhiben su magia en los dos grandes del baloncesto estatal. Y los restantes jugadores nacionales que no recalan en el Real Madrid o el Barcelona carecen en la mayoría de los casos de la calidad y prestigio suficientes para alistarse en un ejército tan exigente como el azulgrana. Eso por no hablar del desorbitado precio exigido por sus agentes a la hora de estampar la firma en un contrato conocedores de su valioso DNI.

Durante el actual periodo estival, el club vitoriano se ve nuevamente atado de manos y pies por la regla que le obliga a disponer de varios baloncestistas formados durante, al menos, tres ejercicios en España. Si la plantilla es de doce elementos, cinco deberán atesorar dicha etiqueta. De momento, Scariolo cuenta con San Emeterio -cuyo plaza aún se tambalea por culpa de su elevado contrato-, Jelinek y los jóvenes Van Oostrum y Diop. Por lo tanto, resta por incorporar una última pieza. Los últimos traspasos de Brad Oleson y Maciej Lampe al Barcelona, imperiosos para cuadrar las cuentas pero con un perjuicio evidente en la vertiente deportiva, dejan un reducido margen de maniobra al Baskonia para reconstruir su plantilla.

dobles nacionalidades Contratando simplemente a un interior cupo y desplazando a Nocioni al puesto de ala-pívot, Scariolo dispondría ya de las doce fichas para la próxima temporada. Esta opción, eso sí, rebajaría sensiblemente la cotización azulgrana en todos los frentes. De ahí que lo normal es que la entidad alavesa sacrifique en próximas fechas a uno de sus cinco comunitarios adscritos a FIBA Europa (Heurtel, Causeur, Hanga, Nocioni y Pleiss) para potenciar la zona con un poste comunitario y acomete el fichaje de un cupo para otra posición. Si el base francés es el descartado, otra hipótesis -poco factible vista la escasa experiencia del joven internacional británico- reside en dar la alternativa al joven Van Oostrum como complemento de Hodge en la dirección.

El Baskonia encontró en su día un filón en las dobles nacionalidades de algunos de sus antiguos iconos para sortear los problemas que siempre se ha topado para cumplir la legalidad. Scola, Splitter o Prigioni actuaron con la etiqueta de seleccionables gracias a la posesión del pasaporte español antes de que se firmaran los sucesivos acuerdos entre todos los estamentos del baloncesto estatal. Esos derechos adquiridos, la postura que siempre defendió la patronal ante la férrea oposición de la Federación y el sindicato de jugadores, permitieron al inquilino del Buesa Arena contar con un importante margen de maniobra a la hora de moverse en el mercado. Si cualquiera de ellos regresara hoy en día a la Liga ACB, perdería dicha condición y sería considerado comunitario FIBA.

A diferencia de otros pesos pesados de la competición, Querejeta también se distingue por fichar algún jugador de relleno cuyo rol ha consistido básicamente en ayudar en los entrenamientos. Nombres como los de Oscar García, Jordi Grimau, Jesús Cilla, Lucho Fernández, Ariel Eslava, Martín Buesa, Ander García o Unai Calbarro ilustran las sempiternas dificultades del presidente para no hacer trampas.