barcelona. dominadoras absolutas de la natación sincronizada en los Mundiales de Barcelona, con siete victorias en siete finales, para Rusia la plata es una opción que no se contempla. Con Svetlana Romashina como última zarina de una saga inagotable, sus nadadoras conviven con la presión de saber que cualquier medalla que no sea oro tendrá el sabor de una derrota.

Poco importa que la laureada Natalia Ishchenko no haya participado en la cita mundialista. Comandadas por Romashina, Rusia ha vuelto a nadar en la victoria, sin oposición de China y España.

Hará ocho años que la nadadora moscovita (1989) llegó a la elite de la sincronizada. En ese tiempo, ha pasado de acumular triunfos como una más del equipo a hacerlo como indiscutible líder. Brilló más que nadie en la piscina del Palau Sant Jordi, en una disciplina que mezcla deporte y arte sin saber dónde está el límite. Desde 2005, esta estudiante de Informática solo conoce el color dorado en su medallero, con tres preseas olímpicas incluidas. Fue en Roma 2009 cuando formó parte por primera vez del dúo con Ishchenko. Todo lo que Romashina ha tocado desde entonces se ha convertido en oro. Con cuatro metales de ese color en Barcelona, incluso se permite no participar en las rutinas de equipo y combo. "No ha sido nada fácil sustituir a Ishchenko", reconoce la capitana rusa de 23 años.

Mientras, emerge otro talento que parece no bajar el listón. En Barcelona brilló también la prometedora Svetlana Kolesnichenko (1993). Público y jueces se rindieron al dúo de Svetlanas, con sus clónicas coreografías, como si Romashina simplemente bailara ante un espejo. El relevo está asegurado. "Entrenamos once horas al día, seis días a la semana. Toda nuestra vida es entrenar y entrenar. Solo descansamos un día. Y así es todo el año. Por eso somos las mejores", explica Kolesnichenko.

La historia así lo demuestra. El olimpo de la sincronizada mundial lo encabezan ocho rusas. Nombres como Davydova, Ermakova, Maria Gromova, Elena Ovchinnikova, Anna Shorina y Olga Brusnikina. En la cima, por supuesto, la gran Ishchenko, con 16 oros y 2 platas. A ese Bolshoi áureo se aúpa ahora Romashina con quince oros. Una dinastía interminable que ha dominado esta disciplina desde la sorprendente irrupción en 1998, en Perth (Australia).

Ya en los últimos tiempos, Rusia ha ganado diecisiete oros consecutivos en los Mundiales desde que España se subiera a lo alto del podio en combo en Roma 2009. La presión de no poder bajar esa exigencia no parece preocupar a Kolesnichenko. "No sé si sería un fracaso no lograr el oro en el futuro. El tiempo dirá cómo será. Pero sí, tendré que ser medalla de oro", reflexiona acerca del día en que releve a Romashina.