pamplona. Habla de Arroyo, de Delgado, de Gorospe, pero muy poco de Miguel Indurain...
Hablo de ellos cuando lo hacemos de comienzos de los ochenta, de los inicios de Reynolds... Respecto a Miguel ya habló solo él: quiero decir que con sus hechos sobra todo lo demás.
¿Cómo es hoy su relación?
Correcta, correcta. Con respeto. El tiempo todo lo cura.
¿Podía haber acabado mejor?
O peor... Yo entiendo que a veces necesitamos cambiar de caras o de voces o de consejeros. Algo pasó o pasaría...
Lo digo porque quedó la imagen de un final entre ustedes traumático, frío...
Pasó que el año 1996 no fue el mejor y a veces tienes que ponerte en el lado de decisiones que uno no toma. Creo que la de ir a la Vuelta a España de aquel año no fue correcta. Pero los que pagan decían que Miguel tenía que correr, que tenía que correr... Yo le vi tan mal en vísperas de la Vuelta... No estaba en las mejores condiciones de ánimo para afrontar la carrera. En Madrid se encendieron todas las alarmas. Lo vamos a intentar, les dije, pero hay que entender que está cansado después de un Tour que fue especialmente duro para él. Luego él (Induráin), más sereno, dio el paso adelante. Pero aquello pasó y no se si fue eso u otras cosas...
Lo cierto es que los nombres de Echávarri e Induraáin van unidos de por vida en la historia del Tour de Francia y del ciclismo
No debemos olvidarnos de Eusebio Unzué, no lo olvidemos, y el de más gente que fue muy importante en aquella época y que tiene mucho peso en un equipo: los mecánicos, los masajistas... era un equipo muy cohesionado.
¿Se le ponen los dientes de director largos cuando oye que hay otro Miguel Indurain en ciernes?
He leído que el hijo de Miguel es campeón navarro juvenil en carretera y de contrarreloj. No le van a faltar buenos consejos, pero no creo que sea Miguel de los que le apremien. Le hará crecer con naturalidad.