montpellier. En el Tour, todo lo que sucede ya ha pasado antes. O no. Ha pasado, tantas veces, que un favorito se caiga, se levante como un resorte y llegue a meta sin perder tiempo para evaluar allí los daños. "Chapa y pintura", confirma Purito, que es el que se pegó el barrigazo con el suelo cuando el miedo por el viento azotaba al pelotón y el que al llegar a meta, por primera vez en su vida, decidió subirse a un rodillo al acabar la etapa para ver si era verdad eso de que aliviaba el dolor de piernas y, sobre todo, liberaba la mente, espantaba la desesperación y levantaba el ánimo.
De ánimo tiene el depósito lleno Juanjo Lobato, el primer gaditano que corre el Tour en cien ediciones aunque parezca que lleve aquí toda la vida. El primer día se metió en la escapada, la primera de su carrera ciclista por lo que cuando le mandaron luchar por meterse tuvo que preguntar cómo se hacía eso, para vestirse con el maillot de la montaña. El miércoles luchó codo con codo con los mejores esprinters del mundo para acabar séptimo. Ayer subió dos peldaños. Fue quinto y rellenó el depósito de la ambición que espera le sirva para seguir escalando en el posible sprint de hoy en Albi tras una etapa más rompepiernas, la última antes de la montaña.
En ella lucirá el maillot amarillo bajo el sol Daryl Impey, el primer africano que lidera el Tour y tiene en su palmarés, entre otras, dos etapas de la Vuelta al País Vasco, las dos en la llegada a Gasteiz de los dos últimos años. "Este maillot es un regalo de Gerrans", airaba Impey. "Simon es un gran campeón, es un honor trabajar para él. No hubiera podido tener el maillot si él no hubiera querido, es un regalo". El sudafricano se hartó de agradecimientos: "Ser el primer africano en tener el maillot amarillo es histórico, estoy orgulloso", iteraba, cumpliendo el sueño de todo niño que se aferra a la pasión de la bicicleta. "La vida me ha sonreído y hoy me sonríe aún más", recalcó.
El maillot amarillo sobre sus hombros africanos quiere ver Chris Froome, que vivió en Kenia pero es inglés, el símbolo de un futuro distinto para el ciclismo. Froome habla del potencial físico de los keniatas, su fondo, nada nuevo, y de su deseo de trabajar su adaptación a la bicicleta, montando una escuela que se dedique a ello cuando deje el ciclismo y se traslade allí con su mujer, a la que vio por primera vez hace cinco años. Se la presentó Daryl Impey, el primer africano amarillo.