Mark Cavendish (Omega)5h31:51

Edvald Boasson Hagen (Sky)m.t.

Peter Sagan (Cannondale)m.t.

Andre Greipel (Lotto Belisol)m.t.

Roberto Ferrari (Lampre)m.t.

16º Egoitz García (Cofidis)m.t.

GENERAL

Simon Gerrans (Orica )18h19:15

Daryl Impey (Orica)m.t.

Michael Albasini (Orica)m.t.

Michael Kwiatkowski (Omega)a 1''

Sylvian Chavanel (Omega)m.t.

36º Haimar Zubeldia (RadioShack)a 29''

La etapa de hoy, 6ª: Aix en Provence-Montpellier, 176,5 kms. ETB1 y Teledeporte.

marsella. "Ah, el mar", piensa Juanjo Oroz cuando ve reflejarse la mañana en el espejo del Mediterráneo. "Qué calma, qué paz", discurre, qué preciosos, podría haber añadido, los montes de la Marseilleveyre, el parque nacional de Les Calanques, las calitas, los pequeños fiordos encajados entre paredes blancas de granito que muestra la televisión francesa desde el helicóptero mientras el pelotón corre delicioso por ese paraje. Qué mentira, acaba diciendo Oroz, qué diferentes las realidades, qué poco tienen que ver un viaje en barco en un crucero, el zumo de piña en la tumbona de cubierta, o en un atunero donde no se consigue mantener el equilibrio. Y eso que están sobre la misma superficie, el mar, sigue explicando el navarro para acabar diciendo que el pelotón del Tour no es un catamarán. Por mucho que recorra las calitas de Les Calanques.

Nadie le quita la razón durante el día a Oroz, que es navarro pero habla como un viejo lobo de mar de las mareas del pelotón, de las corrientes que les azotan, de las marejadas, de las olas grandes, de las resacas, de que no hay que perderle nunca el respeto, todo eso que le enseñó bien Txente García Acosta, "el mejor que he conocido en este trabajo duro de navegante en el pelotón", y que se condensa en algo tan sencillo como que el mejor capitán de barco es aquel que sabe resistir al oleaje, comprende las mareas, navega sin perder el rumbo, la posición, no gasta energías en balde y no genera tensión entre sus protegidos. Lo cuenta Oroz, un buen marino, antes de la etapa con más rotondas del Tour, lo que hace tragar saliva al bueno de Igor Antón, uno al que le desborda la primera semana de la carrera francesa, los nervios, tanta histeria, y espera la llegada de los Pirineos para sentirse libre. "Es la locura", resume Oroz lo que es el pelotón del Tour.

Caída de Zubeldia No necesita que se lo recuerden Haimar Zubeldia, que sabe como el que más del Tour y sus caprichos, de cómo moverse, de dónde estar y dónde no. Con esta, Zubeldia disputa su duodécima edición de la carrera francesa -entre los ciclistas vascos, solo Indurain ha disputado tantas como él-, en la que debutó en 2001 con Euskaltel-Euskadi y desde entonces solo se ha perdido la edición de 2010 por lesión, lamenta solo un abandono (2004) y ha acabado cuatro veces entre los diez mejores, la última, el año pasado, sexto. Conoce bien por dónde navega Zubeldia y, sin embargo?

Fue, cuenta luego su amigo Markel Irizar, un golpe de mar inesperado. Un descuido, pero no suyo, no de Haimar, que siempre va atento y concentrado, serio, a lo suyo para no cometer errores, sino de Andreas Kloden, otro que ha corrido tropecientos Tours y sabe de qué va el asunto. "Pero esta vez se despistó, se cayó y arrastró con él a Haimar", explica Irizar, que tiene la complicada misión durante la primera semana de encapsular al nervioso Andy Schleck, pero que visto lo visto, le dieron luz verde para dejar al luxemburgués bien abrigado por Voigt, un acorazado en el mar bravo del pelotón, y acompañar a Zubeldia, que había perdido el norte, que lloraba su desdicha. "Con lo frío que suele ser él, la caída le había descentrado. Decía que se había roto el dedo, que no podía seguir y cosas así. Yo le decía que se olvidara de eso, del dolor y de todo, que siguiera y se serenara, que había que salvar el día", cuenta Markel, que ya dice él que el Tour son las largas cronos y las duras montañas, sí, pero más crueles que cualquiera de ellas son las caídas.

Hubo otra luego, mucho más tarde que la de Haimar, cuando subían el col de la Gineste, el puerto que no lo era porque no puntuaba, antes de decapitar la fuga -quedaban De Gendt, Arashiro, Reza y Lutsenko de un grupo del que se había descolgado antes Romain Sicard (Euskaltel-Euskadi)-. Y una más -cayeron entre otros a 300 metros de meta Astarloza y Gorka Izagirre, pero sin consecuencias- tras el largo descenso a Marsella, la carrera por las calles de la ciudad y el galope final junto al hipódromo, frente al mar donde, al fin un sprint puro, les dio un baño a todos Mark Cavendish, débil todavía por la bronquitis que no curó hasta el pasado domingo, con una arrancada brutal a 150 metros de meta. En esa locura del sprint se metió Juanjo Lobato, el gaditano de Euskaltel-Euskadi, para acabar en séptima posición, entre los grandes de la velocidad, tipos forrados de músculos como Boasson Hagen, Sagan, Greipel, Kristoff o Ferrari.

En ese pelotón entró Zubeldia, que llegó al bus serio y sin decir nada y se fue directo al hospital móvil del Tour donde le realizaron unas placas en el dedo que confirmaron lo que él ya había ido temiendo durante los últimos 50 kilómetros, desde la caída. Tiene una fractura en un metacarpiano de la mano izquierda o, lo que es lo mismo, roto el dedo meñique. Tardaron cerca de media hora en decírselo. Y un segundo él en aceptarlo. "¿Está roto?", le preguntaron cuando salió. "Sí", respondió antes de marcharse tocado y serio al hotel. Allí decidió que seguiría en carrera y hoy saldrá pensando, qué cabeza más dura, en recuperarse para los Pirineos. El Tour es de locos, dice Oroz. Zubeldia es de los que están locos por el Tour.