galibier. Finalmente la etapa se disputó. Con un recorte de cuatro kilómetros en el pico del Galibier, pero las inclemencias meteorológicas no privaron al Giro de una jornada que se esperaba con ganas. Existió la posibilidad de que la carrera quedase reducida a solo 50 kilómetros, pero las autoridades francesas y la organización de la carrera italiana decidieron que la décimo quinta etapa podría celebrarse con el recorrido inicialmente propuesto. La única concesión que se le dio a la naturaleza fue la de renunciar a los últimos cuatro kilómetros del Galibier para garantizar la seguridad de los ciclistas.
El pelotón arrancó el día remolón. Con un ritmo que se asemejaba al de una marcha cicloturista se dio cuenta de los primeros 60 kilómetros. No hubo intentos de escapadas, ni nervios por convertirse en el protagonista de la jornada. Nadie quería sufrir más de lo necesario después de una semana de tortura, sobre todo después de la etapa de la víspera, donde el frío y la lluvia se coló hasta los huesos del pelotón. Ritmo lento, ambiente distendido, ciclistas bromeando con un móvil... Hasta la ascensión del Monte Cenis nadie apretó los dientes. Fue una vez superado el ecuador de la etapa cuando el holandés Pieter Weening, del Orica, saltó del pelotón y le dio vidilla a la jornada. Fue su arreón el que obligó al Astaná a controlar carrera. Todavía con las ascensiones del Telegraphe y el Galibier por delante no se podía caer en el error de dejar el destino de la etapa en manos de cualquiera.
A partir de ahí se sucedieron varios movimientos, sobre todo por parte de Movistar, que consiguió dejar a Giovanni Visconti en la cabeza de carrera. A 27 kilómetros de la meta Egoi Martínez se separó del pelotón, tal vez como parte de una estrategia para un ataque posterior de Samuel Sánchez. Con él terminan juntándose Henao, Gesink, Kerslovski y Di Luca.
El Galibier se presentaba ante el pelotón como un gigante blanco. Con un desnivel medio del seis por ciento y tramos de hasta un once por ciento, el monte francés estaba envuelto en un manto blanco que helaba las ganas de pedalear. Por si fuera poco, las peores previsiones meteorológicas se cumplieron. Cuando Visconti comenzó a ascender, el cielo se desmigaba. Una tormenta de nieve, un infierno blanco, se sumó a la carrera.
Visconti sufrió una tortura para dosificar su renta sobre los perseguidores. Betancur y los polacos Niemiec y Majka fueron quienes más cerca se quedaron de darle alcance. Antes fue Samuel Sánchez quien jugó su baza, pero Nibali no permitió movimientos que le incomodaran.
El líder volvió a mostrarse muy fuerte e incluso les puso las cosas complicadas a Evans y Urán con nuevos ataques tal y como había hecho en etapas anteriores. Beñat Intxausti no pudo aguantar el ritmo hasta la meta, pero solo perdería 30 segundos respecto a Nibali y mantiene su décimo puesto de la general.
Visconti, agónico, enterró sus fantasmas a base de peladas. Utilizó cada gramo de fuerza que escondía en el cuerpo y honró al difunto Marco Pantani justo al lado del monolito levantado en su memoria. El italiano entró en la meta temblando y tuvo que ser sujetado por sus auxiliares. La tortura había terminado. En el corazón del infierno blanco encontró su paraíso.
Tras una semana infernal, llena de inclemencias y frío, el Giro descansa hoy. Tras el Galibier llega la segunda jornada de descanso de la corsa rosa. Mañana la actividad volverá con la décimo sexta etapa entre Valloire e Ivres, de 237 kilómetros. Está considerada de media montaña.