NADIE diría que Alberto Romero, un interiorista de 29 años y 1,81 metros de complexión física fuerte pero ante todo el clásico joven de apariencia sosegada y tranquila, acaba de proclamarse el mejor de su especialidad a nivel estatal en su hobbie favorito: el kick boxing. El pasado fin de semana, este alavés hizo realidad uno de sus sueños desde que era niño y comenzó a practicar esta especialidad con poco arraigo en el territorio. De hecho, hasta su sonado éxito en la localidad madrileña de Alcorcón en la categoría de menos de 85 kilogramos, ningún representante de la provincia lo había conseguido a lo largo de la historia. Este fornido competidor del Yin-Yang, que ha trabajado codo con codo con Javier Lezkano y el seleccionador vasco Juan Carlos Blanco durante todos estos años, ha visto recompensadas sus ingentes horas de trabajo con un éxito que le encumbra para el resto de los días.

Su víctima en la final fue ante el castellano-leonés Fernando Millán, que cedió ante el empuje del gasteiztarra en el último round y fue derrotado a los puntos en la modalidad al K.O. Con anterioridad, Romero superó dos rondas eliminatorias para alcanzar la gran final. Lo suyo ha sido prácticamente llegar y besar el santo porque era la segunda vez que tomaba parte en un Campeonato de España después de hacerlo la friolera de doce años antes. "Soñaba con ser campeón pero lo veía lejísimos. Como cogí este deporte con tantas ganas, me hice bueno rápido y me presenté por primera vez con 17 años. Es un deporte que engancha, la gente se piensa que es solo pegar, pero el entrenamiento es bonito. Es muy divertido, los compañeros son amigables, entrenas todo el cuerpo y te sientes muy ágil a la hora de correr y saltar. Es tan importante el fondo físico como la técnica de golpes", reconoce.

A Alberto le picó pronto el gusanillo de un kick boxing para el que, dentro de la sociedad por su presunta violencia, existen ciertos prejuicios. Siendo un adolescente, se enganchó a las películas de Bruce Lee y Jean Claude Van Damme, dos espejos para cualquiera que aspira a ser una figura en esta modalidad. "Es un deporte bastante duro y completo. Si ya estás pensando competir, no te queda otra que tener una continuidad. Aparte de entrenar, hay que salir a correr, hacer una dieta equilibrada. Hay que meterle varias horas a la semana, confiesa este vitalista y enérgico competidor alavés, que antes de descubrir su fervor por este deporte de contacto también hizo sus pinitos en el baloncesto. Jugaba como alero y, aunque muchos piensen lo contrario, fue más propenso a lesionarse en aquellos años que ahora.

"Que se hable mal del kick boxing es una de las cosas que más rabia me da. Esto, como el boxeo o el karate, no es una pelea callejera. Nada más terminar el combate por mucho que haya sido duro, al final nos abrazamos, comentamos la pelea y luego nos damos la mano. Hay mucha deportividad. En otros deportes como el fútbol o el baloncesto hay más violencia que en estas modalidades de contacto donde hay mucha disciplina por detrás. Me he lesionado más veces el tobillo y muñecas haciendo baloncesto. Siempre tienes un poco ese miedo, pero si estás muy entrenado y sabes cubrirte, no hay excesivo peligro", se indigna Alberto, que también ha sido durante su carrera tres veces campeón a nivel autonómico.

De cara al futuro, no se plantea retos excesivamente ambiciosos como la posibilidad de tomar parte en Europeos o Mundiales. El competidor alavés, que agradece sobremanera a sus compañeros y entrenadores del Yin-Yang su ayuda para haber alcanzado estas cotas, aspira a que este deporte goce cada vez más de nuevos adeptos dentro de la provincia y que los niños, en lugar de apostar por los deportes más clásicos, se involucren en una disciplina más pacífica de lo que muchos sospechan. "Uno de mis sueños ha sido dar clases, me ha encantado y espero que esto me abra puertas para enseñar todo lo que sé. Quiero animar a la gente a que aprenda este deporte tan bonito", concluye.