Marc Márquez es el responsable de haber construido a su alrededor las mayores expectativas de la historia para un piloto, aunque favorecido, es cierto, por el capricho de Dorna de permitirle, como novato, debutar en la categoría reina en un equipo oficial, lo que le viene facilitando, amén de sus manos, reescribir los récords de precocidad. Hasta el reglamento se escribe a su paso. Su lucha, desde lo acontecido en el Gran Premio de Las Américas ya se puede afirmar, no es de este mundo, no compite contra hombres ni máquinas, hace frente a la historia del motociclismo, a ese monumento de personalidades y contextos, 65 años de memoria. Porque esas expectativas sembradas están recogiendo la cosecha. No se sabe si la esperada, si acontece lo previsible, porque ahora es sencillo subirse al caballo ganador, pero en cuanto a números -esos resultados que al final encumbran o lapidan-, así venía siendo, el piloto con mayores perspectivas, el único en condición de barrer el pasado para reescribir los anales.

SuperMárquez traspasó la frontera de los 20 años con más victorias que ningún otro a esa edad, 26. Entonces pisó sobre MotoGP. Amaneció en Catar y allí probó las mieles del podio. Buen sabor. Rico. Ganar es más sabroso aún, sabe. De modo que emplazó su primer triunfo para el circuito de Austin, donde nadie alzó la voz a su descaro, porque Pedrosa sostuvo su pulso apenas dos vueltas, y a rebufo, con la ventaja de las referencias que ello implica. Ni así, ni con su sombra. Márquez es de otro mundo. Porque una verdad como un templo es lo insospechado de sus límites. Hay quien cuestiona si alguna vez alguien los probó, si los midió, porque para ello habría que hacerle frente y ese piloto no ha nacido o no ha coincidido con él sobre la pista. Ayer ninguneó a Pedrosa, pero antes también a Lorenzo, y un decaído Rossi, tras ser sexto -tuvo un fallo en los albores del cual no se recuperó-, hacía el gesto de quitarse el sombrero, porque hasta él se siente testigo privilegiado, por eso se arrima, por eso le alaba, porque quiere ganarse su corazón, su respeto. Y lo merece más allá de lo deportivo, por palabras como estas, las primeras nada más bajarse de su arma de batalla, de una Honda que ayer fue incontestable. ¿Has asumido que eres el piloto más joven de la historia en ganar una carrera de la categoría reina? "Poco a poco iré asimilando, pero ahora hay que disfrutar del momento". Sencillo, nada prepotente. Un fuera de serie.

El genio de Cervera es así, el más precoz de todos los tiempos, desplazando a Freddie Spencer, que en 1982 obtuvo su primera victoria en la máxima cilindrada con 20 años y 196 días; Márquez lo deja ahora en 20 años y 63 días. Récord que se solapa al de la pole sabatina. Hitos deportivos. Ayer solo tuvo un pero. En la primera curva perdió el liderato por colarse y Pedrosa aprovechó para ponerle una correa, le doblegó. Márquez entonces dejó madurar, eso, a seguir la rueda de Dani, que abría camino, era suficiente para distanciar a Lorenzo. "Nos faltaban un par de décimas", diría el mallorquín, descolgado desde los primeros giros, a pesar de buscar soluciones con trazadas más abiertas que los pilotos Honda a fin de contrarrestar su menor aceleración de la salidas de curva. No bastó. El duelo fraternal de Honda contaba con un matiz, los calzos duros de Márquez contra los blandos de Pedrosa. Y resulta que la decisión del principiante fue acertada, lo que da cuenta de su talento, de su capacidad, incluso en el apartado considerable para la madurez, como es la estrategia. A 9 vueltas para ver la bandera ajedrezada, Márquez pasó a la acción y en su primer intento mandó postales a Pedrosa, que se alejaba sin remedio, sin ser oposición. ¡Qué pensará Dani! Siendo correctos, sin palabras malsonantes, pues lo mismo que todos los demás pilotos y el circo del motociclismo en general, que dónde están sus límites. Es inevitable colocar ante la mirada de Márquez la posibilidad de título, es la siguiente barrera en el camino hacia ser el mejor de todos los tiempos.