SI el propósito del Deportivo Alavés en su desplazamiento a Lleida era salir airoso del enfrentamiento ante el rival más en forma de todo el grupo (lleva los 13 encuentros de la segunda vuelta sin perder, con 27 puntos sumados en este periodo) y reducir la euforia de su más inmediato perseguidor que una jornada más le había presionado con una victoria el día anterior, fracasó estrepitosamente en la tentativa. Si, de nuevo, el Athletic B había derrotado a su oponente por un concluyente 5-0 haciendo constar que va a por todas en esta liga, el Alavés también continuó a lo suyo. Concedió, con su apatía, añadida a la buena disposición local, el primer tiempo y después fue incapaz de generar apenas algo ofensivamente.
Los albiazules salieron con una gran empanada que les duró todo el encuentro. Para cuando quisieron darse cuenta ya estaban por debajo en el marcador por dos goles a cero. Les dio igual ir con el empate inicial que perdiendo, el juego tuvo la misma cadencia. Daba la impresión de que el partido no iba con ellos, que con mantener a raya al rival en los comienzos y apretando en la continuación ya estaría todo hecho. Como hay veces que ha salido bien se repite continuamente, pero en esta ocasión se estrellaron de lleno contra un equipo que los presionó y no les permitió salir de su campo con el balón controlado. En el primer tiempo, los alavesistas apenas miraron el área rival, solo se preocuparon de mantener la portería a cero. En la reanudación, el equipo insistió en un juego pausado, sin prisas (a pesar de ello con muchos fallos en la combinación), y no consiguió poner en apuros a la defensa rival que cercenó desde los inicios cualquier iniciativa albiazul.
Pero el de ayer no era el día de ningún alavesista ya que todos cometieron más de un error que, en algún caso, tuvo consecuencias dramáticas. No demostró su situación en la tabla y se asemejó a un equipo vulgar carente de destrezas y facultades para algo más. A pesar de jugar en superioridad numérica durante casi todo el segundo tiempo no supo encontrar el camino correcto para poner en apuros al portero rival, inédito en el encuentro, y cuando lo hizo no estuvo acertado. Fue un querer y no poder.
No obstante, enfrente estaba uno de esos equipos muy complicado de roer. Demasiado duro, aunque fuera un conjunto novel, de únicamente dos años de existencia, como consecuencia de los ardides de mentes preclaras para eludir el pago a sus acreedores. Desde la jornada 19 ante el Osasuna B, última de la primera vuelta, no perdía un encuentro el conjunto catalán. Y es que los ilerdenses conforman un equipo aguerrido, en ocasiones demasiado vehemente y siempre marrullero, y muy disciplinado tácticamente que para ganarles hay que sudar la gota gorda. De hecho, en su estadio, desde que el 6 de diciembre fuera derrotado por el Noja, nadie ha sido capaz de llevarse los tres puntos en juego. De esta manera, con el despliegue de ayer a poco se podía aspirar.