bilbao
los aficionados vascos llevan diez años sin ver cómo uno de los ciclistas locales consigue llevarse la general de la Vuelta al País Vasco. Fue el vizcaíno Iban Mayo quien en 2003 tuvo el honor de dejar en Euskadi la última txapela euskaldun. En el podio, el estadounidense Tyler Hamilton se vio superado por un corredor que se convertiría en uno de los máximos exponentes del ciclismo vasco.
La victoria del de Igorre la vivió de cerca Julián Gorospe, quien por entonces era director de Euskaltel. El de Mañaria, precisamente, 20 años antes, en 1983, ganó su primera Vuelta al País Vasco. Para él, el triunfo de Iban Mayo, supuso un hito muy especial: "En aquel momento éramos un equipo modesto. Poco a poco, Euskaltel fue haciéndose sitio en el pelotón y se consiguieron muchas victorias importantes. Son cosas que quedan ahí. A mí me hizo mucha ilusión, sobre todo por Iban. Ganó la primera etapa y la última. Esa Vuelta anduvo muchísimo y fue una victoria muy importante, tanto para él como para todo el equipo".
Aquel triunfo marcó el inicio de una etapa que Gorospe recuerda como los años dorados de Euskaltel, tanto por los logros deportivos como por la comunión que se creó con la afición: "Vendíamos país. Fuera de aquí nos hicimos muy famosos y nosotros respondimos bastante bien: también ganamos la Dauphiné, etapas en el Tour con Laiseka e Iban... Y luego estaba la afición, que se volcaba mucho. Fueron años muy bonitos". Gorospe señala que ahora ha cambiado todo. Incluso ve diferente la figura de los ciclistas: "La filosofía ha cambiado, los corredores ya no son tan cercanos. Ya no hay corredores que estén al nivel que estuvieron andando los Mayo, Zubeldia, Laiseka, etc. Se vio cómo la afición se crecía e iba animando al equipo y volcándose en las carreras de Euskadi y en el Tour".
a 30 años de la gloria Si el exciclista vizcaino nota que el ciclismo ha cambiado en una década, el contexto en el que ganó la Vuelta al País Vasco en 1983 le parece de otro mundo: "El ciclismo ha cambiado mucho en 30 años y sobre todo la afición. Los aficionados se volcaban, sobre todo con los ciclistas vascos. Había seguidores de cada ciclista. Antes había unos ídolos muy cercanos. Estábamos Etxabe, Marino, yo mismo... Era una cuadrilla importante que estaba a un buen nivel y teníamos muchos seguidores. Eso influía a la hora de rendir, porque ellos te motivaban mucho más".
En su primer año como profesional, Gorospe terminó segundo en la Vuelta al País Vasco y, al segundo intento, ya se llevó un triunfo que cambiaría su vida. "Aquella victoria supuso mucho para mí", explica, "ganar algo así en casa, fue lo máximo. A partir de ahí, para mí fue totalmente diferente". Lo cierto es que el formato de la ronda vasca se amoldaba a sus características y a sus virtudes como un guante: "Las carreras pequeñas de cinco días eran bastante asequibles para mí. En muchas anduve muy bien, sobre todo en la Vuelta al País Vasco. La gané dos veces he hice tres podios. Me venía bien porque terminaba en una contrarreloj donde me defendía bien y eso lo ponía un poquito a mi favor". Esa última etapa contra el crono fue la que le vistió de amarillo en 1983. Siete años después, llegaría a la última jornada como líder y el segundo puesto en la contrarreloj le sirvió para defender el liderato.
Hoy en día, a Julián Gorospe le cuesta ver en el pelotón un ciclista vasco que pueda tomar el relevo de Iban Mayo y optar al triunfo en una cita como la que arranca hoy en Elgoibar. "Ha bajado la cantidad de corredores en Euskadi, y la calidad", se lamenta, "cuando no hay cantidad, hay menos calidad. Hay veces que no es así, pero creo que en este caso sí sucede eso. Hay corredores muy buenos, pero no veo a nadie como para ganar una vuelta internacional. Igual dentro de un par de años puede surgir alguien, pero creo que estamos teniendo un bajón y es muy difícil superar a los grandes corredores internacionales".