el discurso optimista de los dirigentes del fútbol base sobre los clubes convenidos expuesto esta semana no podrá ser considerado un éxito mientras los más importantes queden fuera de su órbita. Y es que la mayoría de estos últimos están colonizados por los potentes clubes limítrofes que no se contentan con lo que tienen en su entorno más cercano y potencian la pesca de altura. ¿Motivo? El Alavés siempre ha sido considerado un club que no ha dado confianza a sus jugadores de cantera, que no les da salida al primer equipo. De hecho, en la primera plantilla solo hay dos jugadores nacidos en Álava y ninguno proviene de la cantera. Por otro, los demás clubes han sido tentados con unos suculentos contratos que el Alavés nunca ha podido igualar. Lo que han primado siempre ha sido lo económico por encima del sentimiento que debiera existir entre los clubes del territorio hacia el principal. Si al conjunto albiazul le invaden su terreno natural otro tanto le ocurre al visitante de ayer, el Osasuna. Ante la constante intromisión de los bilbaínos, sobre todo, en su territorio para la captación de chavales en edades cada vez más tempranas, el club navarro rompió relaciones institucionales con el Athletic el año 2005. La consecuencia de todo ello es que Osasuna también mira desde hace años fuera para completar sus equipos de base. De esta manera, por ejemplo, el sábado jugaron contra el Athletic cuatro futbolistas navarros. Asimismo, al menos la mitad de los integrantes de su filial han nacido fuera de la comunidad foral y ayer solo jugaron cuatro en su once titular. Los suficientes para asestar una nueva derrota al conjunto alavesista (tercera de cuatro) de un filial. Hace unos meses parecía que el Promesas era un equipo desahuciado. Último en la clasificación y sin visos de mejora, ha ido recuperando terreno. En los cálculos del Alavés, este encuentro sería considerado como idóneo para sumar los tres puntos otorgados por la victoria. Pero en el fútbol la superioridad hay que demostrarla en el terreno de juego y ahí nadie regala nada. El filial navarro demostró en el primer periodo más ambición que un Alavés parsimonioso, sin ritmo ni velocidad que daba la impresión de que con él no iba la feria. Los partidos como el de ayer hay que ganarlos desde el minuto uno, jugando bien y además sin dar ninguna opción a que se adelante el rival. Si se regala un periodo después todo es más complicado. Al final, las urgencias aparecen y lo normal es que pierdas, o no ganes (somos incapaces de remontar un resultado adverso), a pesar de que en la segunda parte se hicieron acreedores a un mejor resultado. Pero entre la pérdida de tiempo de los jóvenes navarros (lo hacen mejor que jugar al fútbol), consentida por un colegiado permisivo y cachazas, y un portero que las rechazaba todas no pudieron variar un resultado que nunca debió llegar a darse. La condición principal para no echar por tierra todo lo conseguido hasta el momento es no perder la cabeza ahora; y me refiero, evidentemente, a su significado figurado.