la temporada del bautismo en la NBA para dos exbaskonistas se está saldando, de momento, con luces y sombras. Mientras Pablo Prigioni ha rebasado hasta la fecha las expectativas más optimistas con un rendimiento y una presencia en pista superior a lo esperado, Mirza Teletovic está viviendo un duro aprendizaje a una realidad baloncestística tan diferente. El problema radica en que, nada más conocerse durante el pasado mercado estival la marcha de ambos del Caja Laboral, los entendidos auguraban una estancia más angustiosa para el veterano playmaker argentino de 35 años y una trayectoria exitosa para el ala-pívot bosnio, cuyo físico más propio de un atleta y su anarquía para saltarse cualquier sistema debían casar a priori como anillo al dedo con lo que se destila al otro lado del charco. Paradojas del destino, finalmente ha tenido lugar lo contrario.
Prigioni, el novato más veterano que emprende el salto a la NBA, se convirtió en uno de los grandes estandartes del excelente inicio de temporada protagonizado por los veteranos Knicks. Los problemas de espalda sufridos por Jason Kidd le permitieron disparar su protagonismo a las órdenes de Mike Woodson, un técnico que ha brindado la confianza necesaria -15 minutos de media- al de Río Tercero para no sentirse el último de la fila en una franquicia como la neoyorquina donde la enorme competencia en la dirección de juego es uno de los puntos fuertes y más difíciles de controlar para el cuerpo técnico. En un equipo donde la mayoría de los jugadores sobrepasa la treintena de edad y el estelar Carmelo Anthony acapara la mayor parte de los sistemas, se ha adaptado con una naturalidad asombrosa dejando en un segundo plano sus limitaciones físicas.
En los 49 partidos que ha disputado hasta ahora, Prigioni promedia 3,4 puntos, 2,9 asistencias y 1,6 rebotes con un sobresaliente 40% en el lanzamiento de tres. El internacional albiceleste carece de la explosividad, velocidad y potencia tan necesarias en una competición tan física como la estadounidense, pero ello lo suple gracias a sus dotes tan cerebrales y a una privilegiada visión de juego que ha despertado en más de una ocasión murmullos de admiración en el Madison Square Garden.
Quien tiene que demostrar aún de lo que es capaz y está más relegado al ostracismo es Mirza Teletovic. El francotirador balcánico, al igual que muchos de sus compañeros -incluido la estrella rutilante Deron Williams- vivió un suplicio en los primeros meses de competición cuando los Nets naufragaban bajo las órdenes de Avery Johnson. Lastrado por el desconocimiento que tenía el técnico de sus virtudes, las apariciones eran esporádicas y la mayoría de ellas en los minutos de la basura, donde lógicamente no disfrutaba de tiempo material para demostrar nada.
Su suerte, sin embargo, puede estar cambiando en los últimos tiempos. La llegada al banquillo de P.J. Carlesimo ha servido para relanzar las aspiraciones de la franquicia de Brooklyn y que elementos del banquillo como el exazulgrana eleven su cuota de protagonismo. Sin la continuidad de la que gozaba en el Buesa Arena, donde sí o sí era uno de los peones más utilizados con independencia muchas veces de su escaso acierto, el de Mostar debe ganar con el sudor de la frente los minutos en un equipo donde compite, en el puesto de cuatro, junto al tosco y eminentemente Reggie Evans, Khris Humphries, Andray Blatche y otro viejo conocido del baloncesto europeo como el georgiano Tornike Shengelia. De momento, promedia menos de ocho, tiempo en el que aporta unos escuálidos 3,1 puntos y 1,4 rebotes.
Sus porcentajes tampoco son como para echar cohetes, ya que apenas rebasa el 34% de acierto en los 31 partidos que ha disputado. Teletovic, eso sí, ya se ha hecho un hueco desde hace unos días en youtube, aunque no para bien precisamente. Sus críticos hicieron escarnio del balcánico después de que, en el partido disputado el pasado 7 de febrero entre los Pistons y los Nets, tres lanzamientos suyos en el escaso margen de un minuto no tocaran el aro. Seguro que, antes o después, a un tipo con semejante orgullo y, a menudo, dotado de la precisión de un cirujano le llega la hora de la redención.