Vitoria. Cuentan que los buenos actores tienden a improvisar para mejorar los guiones. A introducir pequeñas variaciones en sus papeles para que las películas tengan mayor calidad. Aimar Olaizola no es actor. Es pelotari. Tampoco improvisa. Se dedica a jugar como sabe. Y ayer lo volvió a demostrar en el Ogueta. El goizuetarra se caló su sexta txapela del Cuatro y Medio. Lo hizo mejorando el guión que le presentaba como claro favorito al título, ya que destrozó a Oinatz Bengoetxea con una salida en tromba (13-0) que después redondeó con una actuación soberbia.

Aimar Olaizola no ha perdido nunca una final del Cuatro y Medio de la LEP.M. Hasta ayer había ganado las cinco que había disputado, lo que le convertía en el pelotari más laureado de la modalidad. Con su triunfo ante Oinatz prolongó su racha victoriosa y agrandó su leyenda dentro de la jaula. Siete tantos con el disparo inicial, otros dos más con la jugada de saque-remate y cuatro acciones peloteadas de las que salió triunfador le reportaron de inicio una renta (13-0) que hizo temer por la duración de la final. Si su palmarés y sus prestaciones dentro del acotado ya le situaban de antemano como candidato preferente al primer escalón del podio, el arranque de la lucha por la txapela elevó su favoritismo a la enésima potencia.

Oinatz Bengoetxea asistió atónito al inicio de su primera final del Cuatro y Medio. Alucinado. Desesperado. Había asimilado su condición de víctima, pero el 13-0 resultó una losa muy pesada. Desbordado, su táctica ofensiva le jugó una mala pasada, sobre todo al resto, ya que el leitzarra permitió que su rival le hiciera un auténtico roto con el disparo inicial. En apenas 15 minutos encajó 13 tantos y se vio obligado a emplear dos de los cinco descansos de los que disponía cada uno de los protagonistas del envite. Demasiadas concesiones ante un rival de la talla de Olaizola II.

Con semejante parcial de salida, la final perdió emoción, pero no interés. Y es que el leitzarra no bajó los brazos. Aunque nervioso e impreciso, se comportó como un auténtico profesional. La dramática situación podría haberle llevado a la dejadez. Venía de superar una enfermedad y, con 13 tantos de desventaja, la desidia pudo haberle conquistado. Pero no fue así. Se rehizo y se rearmó con el clamor de la grada, que premió el primer tanto de Bengoetxea VI con una cerrada ovación. Lógico, ya que el despertar del leitzarra iba a permitir el alargue de la final.

Para maquillar el resultado, Oinatz tuvo que luchar y correr una barbaridad. Aimar ofreció una exhibición con el saque, con el remate y también con la colocación. Defendió como un cosaco a pesar de disponer de una suculenta ventaja y Bengoetxea VI se ganó a pulso cada uno los nueve tantos que finalmente consiguió subir a su marcador. El leitzarra demostró haber llegado a la final por algo, aunque también quedó patente la superioridad de su rival.

Como ya hiciera hace un año, cuando ganó su quinto título del Cuatro y Medio, y también hace una década, cuando se caló su primera txapela como profesional dentro de la jaula, Aimar Olaizola evidenció que está un peldaño por encima del resto. Sobre todo en el acotado, aunque por lo visto ayer, tal vez la distancia con el resto se haya agrandado.