AL entrenador del Deportivo Alavés, Natxo González, las lesiones le están creando demasiados quebraderos de cabeza. Desde la pretemporada, y uno detrás de otro, han ido cayendo lesionados, de más o menos gravedad, más de la mitad de los jugadores de la plantilla. Entre las rotaciones autoimpuestas, la epidemia de lesiones o alguna que otra sanción, le han imposibilitado repetir la alineación tantas veces como él quisiera. Ayer, debido a estas circunstancias, no pudo contar con cinco jugadores y, además, hubo de completar la expedición con dos jugadores del filial, aunque habituales en los entrenamientos, lo cual no sería malo si fuera debido principalmente a sus buenas prestaciones y no producto de la acumulación de bajas, es decir, por obligación.
Otro inconveniente que tuvo que afrontar ayer el equipo albiazul en su particular lucha por la obtención del primer puesto fue el horario del encuentro. En este fútbol actual que no tiene en cuenta a los espectadores propios ni ajenos, el Alavés ha jugado a las cuatro de la tarde, a las cuatro y media, a las cinco, a las seis, a las ocho y ayer lo hizo a las tres y media. Horario inusual debido a la insuficiente luz artificial con que cuentan las instalaciones para disputar un partido en una franja horaria más razonable. No recordaba yo una hora así desde Tercera o desde que estuvimos de bolos por Inglaterra tiempo ha. Cuando el horario es inadecuado repercute directamente sobre el rendimiento de los jugadores y comer a horas intempestivas tampoco ayuda a mejorar la salud de las personas, deportistas o no. Tanto el lugar como la hora que sufrió el encuentro de ayer son síntomas claros del empobrecimiento del espectáculo y una estupenda iniciativa para que la asistencia a los estadios vaya decreciendo.
Para los mismos futbolistas pasar en una semana del Camp Nou o de Mendizorroza al lugar del encuentro de ayer tiene que ser frustrante. Y es que el paraje no motivaba ni mucho ni poco. No motivaba en absoluto. Así, el inicio del choque no desmereció de los que últimamente nos ha deparado el Alavés. Fue dominado por su rival que sencillamente se aprovechó de un error defensivo para marcharse al vestuario con el marcador a favor. La segunda parte fue mejor, pero el Zaragoza se defendió con fuerza y contragolpeó con peligro. De manera simple, la diferencia es que el error de un portero acabó en gol y el del otro en el larguero. Se echó de menos mayor presencia en ataque (los laterales apenas se les vio), mayor intensidad (en esto nos dieron una lección) y mayor motivación (los precedentes resultados de los demás rivales, favorables a los alavesistas, pudieron ayudar a ello).
La plaga de lesiones nunca resulta conveniente ni por sus características ni por el momento en que sucede (nunca vienen bien), así que esperamos que este impedimento no dificulte ni impida la consecución del fin último. A este paso los cambios en la plantilla de necesarios se van a tornar ahora en urgentes. Si de horarios se trata nos queda otro similar en dos semanas. A ver cómo lo solventamos.