Barañain. Las tardes plúmbeas de finales de noviembre se cierran como candados sobre territorio navarro. Galopan como caballos desbocados, corren ígneas, con la certeza de que se abrochan cada día antes las noches cerradas de invierno, heladas como agujas, como clavos. Y en medio, Oinatz Bengoetxea y sus kilómetros. Kilómetros de carrera y carretera; kilómetros de ansiedad, ilusión y promesas; kilómetros de bruma y salpicadero, engullendo asfalto, comiendo goma; kilómetros de esparadrapo, de miradas, de pizpireto descaro; kilómetros de saltos, de genio, de alcanzadas. Y se ríe, porque en su andamiaje de veterano manista con una década ya de carrera se aloja un chaval de 28 años con gusto por lo sencillo; al que le resulta fácil llevarse bien con la gente, porque su palabra siempre tiene un toque de cachondeo, quien no esconde que los años le han cambiado en cierta medida en la cancha, pero no tanto fuera; porque el delantero de Leitza es buen tipo. Sin embargo, en una carrera perlada de metros y kilómetros, explica Bengoetxea VI que "no es buena señal hacer muchos kilómetros". Se refiere a la cancha, no a las horas de radio y volante. "Aquí sufrir, sufrimos todos; pero no creo que haya hecho más kilómetros que los demás. Contra Aimar, sí. Pero el Cuatro y Medio es muy explosivo y físico, también técnico y quizás sea la modalidad más exigente que hay ahora mismo", añade el puntillero de Asegarce, quien asevera que "me veo bien, rápido de piernas, ágil. La pelota es un deporte en el que resulta esencial la velocidad y la agilidad y para mí es clave".
Y es que, habla de sufrimiento Oinatz porque a pesar de alcanzar la final de la jaula el camino no ha resultado fácil. Decía la cátedra cuando aterrizó en Balmaseda, para acometer su primer envite dentro de la cárcel psicológica que supone el Cuatro y Medio, que atenaza la potencia, que Oinatz Bengoetxea estaba tocado con la varita de la genialidad, que estaba mejor que nunca, que la manera de destrozar a un buen Mikel Urrutikoetxea le daban galones para hacer algo más grande dentro del cerrojazo de la competición, que el 22-7 ponía en liza que él, un delantero muy pelotari, como dicen en los corrillos de los frontones, estaba destinado a encontrarse con las mieles en un torneo diseñado para manistas de su estilo, artistas. Los kilómetros de titulares, palabras y expresiones manidas desde todos los estamentos que rodean la pelota a mano profesional le elevaban. Pero todo encalló ante Aimar Olaizola, y las carreras en el Labrit mataron a Oinatz y le atenazaron las piernas en la primera decena. Habla de sufrimiento Oinatz por esto -"no hay otro remedio a sufrir"-, porque después quedó lívido, blanco, en el Amazabal. "He tenido partidos en los que he sufrido mucho, en los que psicológicamente he estado sufriendo porque no estaba jugando a gusto en la cancha. En el que más he sufrido ha sido contra Xala en Leitza -al que ganó 20-22 después de ver a Yves más entonado que hasta ese momento-, en el que aparentemente estaba tranquilo, pero el hecho de jugar en Leitza en vez de ser algo bueno fue malo. Además, el hecho de no estar acostumbrado es peor. Tenía ganas de jugar y ganar, jugué un partido muy incómodo y supe estar duro en la cancha: esa fue la clave", concreta el manista navarro. Fue un viernes por la tarde, porque desecharon el horario nocturno por el frío que recorría ya las calles de Leitza. Y acabó el duelo con Oinatz helado, suspirando, porque las agujas clavadas en su sien eran las del afán de la victoria y una vez conseguida esta, un suspiro alivió la presión de su mente. "Fue muy difícil. Tienes una guerra interior con la que intentas sacar lo mejor de ti", desvela Bengoetxea VI, aunque tal guerra se dirimió agónica, larguísima, con charcos de sudor. Y, contra Arretxe pasó más de lo mismo.
"Me he sentido bien, porque he preparado bien el campeonato. Y la la ilusión y las ganas hacen que lo des todo en la cancha. Desde el primer día me vi bien contra Urruti; contra Aimar perdí, pero me encontré bien, y luego tuve dos partidos en los que sufrí. Contra Xala y Arretxe eran partidos que debía ganar. Sí que me he visto bien. He tenido momentos malos, pero son importantes para que los próximos partidos", aclara el de Leitza, quien agrega que "Aimar es el pelotari que más resistencia tiene, porque es el que más fuerza tiene y el que más pecho de todos. Es un caballo físicamente y muchas de las victorias vienen de que endureciendo el partido él tiene un punto que aguanta más que tú. Y además, andas más que él; porque él tiene una técnica que te hace andar mucho en la cancha. Y te supera. Fue muy muy duro para mí desde el principio y en un rato no podía y me superó". Tuvo que forzarse el de Leitza, corriendo a toda velocidad, de la contracancha al txoko y del txoko a la contracancha, en una nueva reedición del duelo entre Leitza y Goizueta, anclado en la NA-4150 y veinte kilómetros de curvas y carretera estrecha. Casi media hora de subida y bajada perenne, entre árboles y bosque, enraizados en la montaña y en el viento helado que ulula cuando el invierno toca tambores de guerra.
la responsabilidad de la victoria Siempre con la sonrisa en la boca, para Oinatz Bengoetxea esas dos semanas de liguilla de cuartos de final supusieron una losa pesada y larga. "Se junta un poco de todo, la responsabilidad personal pero también mediáticamente tiene importancia lo que hacemos. Al final, el partido de Xala era clave, un duelo especial, en Leitza, yo he nacido allí pero hacía mucho que no jugaba. Lo pasé muy mal para ganar", explica. Aunque contra Pablo Berasaluze, por contra, anclado en el Labrit iruindarra, pudo disfrutar, sentirse aliviado aunque lo que se jugaba tenía importancia capital. Los días tristes, opacos, eran el patíbulo. "Contra Pablito disfruté, porque era un partido especial, bonito, podía ganar uno de los dos y era la final lo que se jugaba y disfruté mucho", desgrana. Sobre todo con la victoria. "Nunca me he rayado con el Cuatro y Medio. Es una modalidad que me ha gustado siempre y a la que me amoldo bien. No me rayo porque estoy muy tranquilo con lo que hago cuando pierdo, sé que he perdido porque el otro pelotari ha jugado mejor y no hay que darle más vueltas", manifiesta el delantero de Leitza, quien agrega, con gesto algo más serio, que "por la gente que rodea a la pelota no siento presión. Si la siento es por las ganas que tengo de seguir para adelante, por las ganas con las que he preparado cada campeonato". Y, en este Cuatro y Medio, se ha atado Bengoetxea VI, tal y como lleva haciendo desde mediados de febrero, con el preparador físico Aritz Altadill, palista y erudito en la gestión de los esfuerzos en pelota, de sus manos han crecido físicamente bestias como Juan Martínez de Irujo, Mikel Beroiz, Joseba Ezkurdia o Aritz Begino, que empezó con el incombustible Oinatz. Relata el delantero leitzarra que "Lo que tengo claro es que tengo que trabajar para mí y así lo hago. Creo que no tengo que demostrar a nadie nada. Lo que trabajo, lo que sufro y lo que lucho es para mí y para la gente que está conmigo. Por eso lucho". Porque todo lo que se mueve a sus espaldas no es más que algo accesorio.
centrado en la final Cerradas las aristas del campeonato con el rumbo a la final, llegan los instantes de incertidumbre previa a la final. A la semana de descanso, de cuchillos largos, y tensión previa. De viajes penitentes al Ogueta de Gasteiz. Y ya le rugía un poco el estómago a Bengoetxea de hambre competitiva. Ya le duraba la sequía cuatro años sin finales oficiales, sin probar bocado de octubre a junio, con el buche vacío en los rigurosos meses de otoño e invierno. Pero Oinatz, hormiguita con velocidad de saltamontes, guardó comida para el invierno este curso. Desde que en 2005, en el Parejas, y en 2008, en el Manomanista, subiera al cajón de los finalistas, a Bengoetxea siempre le decían que tenía opciones, que andaba a gusto, pero no encontraba opciones. "Siempre queremos jugar grandes partidos", explica, aunque aclara que "echarla de menos, tampoco. Aunque una final es lo más y tenemos que ir a tope". "No me pesaba no jugar una final, sinceramente; estamos compitiendo todo el año con los mejores y en la competición no es que estés con hambre, porque va una detrás de otra e intentas ir paso a paso", expresa juguetón el puntillero leitzarra, que prosigue: "Semifinales en el mano a mano he jugado varias y he perdido contra Aimar o contra Juan. Yo intento hacer lo que pueda, pero son pelotaris increíbles con los que puedo perder perfectamente".
Enfrente, el genial delantero, famoso por sus maniobras dentro de los cuadros alegres, dulce con el contraataque desde la contracancha y brutal con el gancho desde el txoko, tendrá a Aimar Olaizola. Su bestia negra dentro del Cuatro y Medio este curso, al que ya ganó en el Navarro. "Aimar está en un momento increíble. Invencible no es, pero el Cuatro y Medio Navarro no es como una final, él venía de ser campeón Manomanista y no estuvo bien. Si él está bien, es muy difícil ganarle, por toda la motivación que viene encima", analiza el manista leitzarra, quien en su cuentakilómetros aún cuenta los problemas que le dio en su anterior encuentro. "Una final es algo diferente". Restaña Oinatz sus heridas con un tono ligeramente revanchista y una sonrisa en la boca. No la borra, pase lo que pase. Aunque tenga que remitirse a un derbi encuadrado en dos pueblos lindantes. Aunque tenga que contar cada metro de terreno del Ogueta, que augura potencia y derroche. Demasiado. Y tantos kilómetros...