Viena. El deportista extremo austríaco Felix Baumgartner saltará hoy desde una altura de 36.500 metros en Roswell, en el Estado de Nuevo México (Estados Unidos), para convertirse en el primer hombre que rompe la velocidad del sonido en caída libre. "Me siento como un tigre en una jaula que espera ser liberado", señaló el atleta a finales de septiembre cuando se confirmó la fecha prevista para el salto, que en un principio iba a ser ayer. Pero debido a los pronósticos meteorológicos, de un frente frío y fuertes vientos, el sábado se decidió aplazar hasta el martes el salto.

De completarse el reto, Baumgartner pulverizaría el récord de 1960 del militar estadounidense Joe Kittinger como el hombre que se lanzó en paracaídas desde mayor altitud, cuando entonces lo hizo al arrojarse desde 31 kilómetros.

El austríaco de 43 años de edad cuenta con numerosos asesores médicos y un traje presurizado dotado de oxígeno para sobrevivir a un salto desde semejante altitud.

En julio, se lanzó con éxito desde una altura algo inferior a los 30.000 metros para observar el comportamiento de su cuerpo a una temperatura de 60 grados bajo cero. En ese lanzamiento, Baumgartner superó los 860 kilómetros por hora, mientras que la velocidad del sonido es de 1.125 km/h.

El traje especial también es necesario porque el salto es por encima de la denominada Línea de Armstrong, a 19.200 metros de altura, un punto donde la presión del aire es tan baja que sin el traje, todos los fluidos corporales se evaporarían.

Felix Baumgartner está acostumbrado a romper los records más audaces, pero puede convertirse en una leyenda si consigue ser el primer hombre supersónico sin ayuda mecánica. Este antiguo instructor de paracaidismo en los comandos de élite del Ejército austríaco y esporádico doble de películas de acción pretende romper cuatro records mundiales de un plumazo.

De lograr su objetivo se convertirá en el primero en superar la velocidad del sonido (más de 1.100 kilómetros por hora) sin ayuda mecánica, en arrojarse en paracaídas desde el lugar más alto -más de 36 kilómetros-, protagonizar la caída libre más larga (en total 15 unos minutos incluida la bajada en paracaídas) y subir en globo al punto más alejado de la tierra.

Sus records anteriores, como el salto desde el edificio más alto del planeta, el rascacielos Taipei 101 (Taiwán), de 509 metros de altura, y de otros lugares emblemáticos como la estatua de Cristo en Río de Janeiro, resultan en comparación casi inocentes aventuras sin riesgo. También ha sido el primero en cruzar el Canal de la Mancha en caída libre, desde Dover (Reino Unido) hasta Calais (Francia), y se ha tirado desde la mayor construcción de América Latina, la Torre Mayor de México.

Algunos de estos saltos eran además ilegales, lo que al desafío de aterrizar sano y salvo, se añadía en algunos casos una carrera desenfrenada para escapar de la policía y no acabar en un calabozo.

Su filosofía de vida se puede resumir en una frase que dijo tras completar el salto en Río de Janeiro: "No merece la pena morir en un salto. Pero al menos matarse saltando desde la estatua de Jesús tiene algo de gloria". Con estos antecedentes no es necesario explicar su alias: Felix sin miedo. "El miedo se ha convertido en un amigo cercano", ha contado recientemente.

Los riesgos del paracaidismo estratosférico, en los que cualquier error le puede costar la vida, no parecen atemorizarlo tampoco.

Ya en el ejército dio muestras de su inconformismo, abandonó las fuerzas armadas porque no se sentía a gusto al estar sometido a la disciplina militar y tener que acatar algunas órdenes "estúpidas".

Desde 1988 ha colaborado con Red Bull, el actual patrocinador de la denominada "misión estratos", y que ha financiado la mayor parte de sus aventuras.