Cangas de Onís. Caja Rural, la casa de Marino, Txomín Perurena, Jokin Mujika y otros durante los años 80, se bajó de la bicicleta con el cambio de década. No sobrevivió al salto. Desapareció. Y eso que el último año, 1989, ganó cuatro etapas en la Vuelta, entre ellas la crono por equipos de Vigo y los tres esprines de Mathieu Hermans, el holandés que dejó su último sello en la ronda española en Valladolid.

23 años después, ayer, el ciclismo vasco cató una etapa por vez primera en la presente Vuelta por que Antonio Piedra comenzó a subir los Lagos de Covadonga en la sombra del anonimato y cuando alcanzó la cima le iluminó la luz de un día brillante. Allí, Piedra se hizo estatua. "Es algo espectacular, lo máximo. Lagos es mítico". Es el 12º ganador en la legendaria subida asturiana, el último de una saga que comienza en Marino Lejarreta y pasa por Die- tzen, Delgado, Pino, Lucho Herrera, Oliverio Rincón, Jalabert y otros hasta acabar en su apellido, Piedra, un andaluz de 26 años al que metió en el cuerpo el bicho de la bicicleta su padre, que fue ciclista, lo dejó para estudiar medicina y volvió después a competir, ya con 40 años, en veteranos.

Piedra hizo el camino contrario. Dejó los estudios de ingeniería por la bicicleta, una apuesta difícil en Andalucía. Allí no es fácil ser ciclista. Menos, en su época. El andaluz es un pueblo emigrante por necesidad. Piedra hizo las maletas en 2007 y se fue al Fuerteventura-Canarias. Luego, regresó a su tierra, al equipo de los andaluces, el Andalucía. Con ese maillot ganó una etapa de la Vuelta a Portugal en 2009. Ese era su mayor tesoro. Hasta ayer. Cuando salió por la mañana de La Robla lo hizo sabiendo que algo podía cambiar. Mikel Azparren, su director en Caja Rural, el equipo al que volvió a emigrar este año, le había hecho levantar el pie durante toda la Vuelta pensando que ese, el de los Lagos, podía ser el día para una escapada. El conjunto navarro tenía esa etapa en la cabeza. Piedra y David de la Fuente eran los señalados.

Los dos estaban en la fuga populosa que acumuló quince minutos. Con esa diferencia, Piedra y De la Fuente se miraron y hablaron de que era el día. "Yo tenía buenas piernas desde salida y durante toda la etapa, pero no sabía si iba a seguir teniéndolas en la subida final". Temía que se le pusieran duras. De piedra. Por eso, el sevillano esperó con paciencia a que le llegara su momento. Fue a once kilómetros de meta. Atacó, nadie se subió a su tren y en la Huesera, lo más duro, acumulaba un minuto de diferencia que le hacía ganador. "En eso pensaba y sufría mucho, pero a la vez disfrutaba con esa sensación", dijo. En eso y en Xavi Tondo y en Dani García, su amigo de la infancia. "¿Que si por eso he resistido, por la cabeza? No, me han subido las piernas". Hasta arriba. Hasta el lago Enol. "Este es un momento para toda la vida que compensa lo mal que lo he pasado", festejó Piedra al convertirse en estatua.