Pontevedra. Tras la crono, los desarrollos gordos, la postura fija sobre la cabra, la Vuelta se vuelve a inclinar. Hoy llega Ézaro, en Dumbría, a la sombra del monte Pindo, Olimpo celta que desafiaba a Finisterrae. Allí acaba la etapa de la resaca relojera. Allí regresan los porcentajes, los desarrollos ligeros, los chepazos, el dolor de patas. Y de riñones. Ézaro se sube con las uñas.
Tres gallegos han ganado la Vuelta, los hermanos Rodríguez, Delio y Emilio, y más tarde, en los 80, Álvaro Pino. Otros dos triunfaron en la primera década del nuevo siglo. Pereiro ganó el Tour de 2006 y, antes, Marcos Serrano una etapa de la carrera francesa, la de Mende. Eran los años del Xacobeo-Galicia, el sueño ciclista de profundo sentimiento nacional que se miró en el espejo de Euskaltel-Euskadi y, tras varios años de zozobra, acabó hundiéndose a finales de 2010. Ahora que la Vuelta pisa Galicia, solo hay un ciclista gallego en el pelotón.
A Gustavo César Veloso, que corre en el Andalucía, le preguntan por Ézaro y lo primero que le viene a la cabeza es que fue a conocerlo en enero y que en una curva se tropezó con un tramo de 150 metros de hormigón que en su navegador marcaba 30% de desnivel. Llegó a la cima reptando. La rampa que dice Veloso tiene un grado menos, 29%, y está situada justo antes del último kilómetro. La subida tiene casi dos, 1,9, y un porcentaje medio que supera el 14%. Además del tramo al 29% hay otros 100 metros al 18% y 300 al 17%. En apenas dos kilómetros se sube desde el mar a 270 metros de altura. Veloso advierte también del acceso a la subida, que es estrecho. También de la belleza del lugar, las vistas a la desembocadura del río Xallas y su imponente cascada. Por ahí, en vertical, sube hoy la Vuelta.