Vitoria. El quejido por las notas de los jueces quedó en el olvido y apostaron por el borrón y cuenta nueva. El espectador, gracias al pinganillo de la comentarista -y de la sapiencia de Gemma Mengual, la predecesora-, supo antes que ellas el vuelco en las puntuaciones, que las chinas quedaban desplazadas al bronce. Mientras, ellas, es decir, Ona Carbonell, el relevo del mito, y Andrea Fuentes, más ducha en guerras similares, se encogían de hombros y miraban a un lado y otro inquietas: "192,900. ¿China? ¿Cuánto tenía China? Pues tenía 192.870. ¿Plata? ¿Plata?". La cara de Anna Tarrés, la entrenadora, radiante, les sacó de la duda y las lágrimas iluminaron, aún más, el rostro angelical de una y otra.

Las motivó con un vídeo de superación que recogía los casi 200 kilómetros del Camino de Santiago recorrido por todo el equipo en octubre pasado. Ajustado lo técnico y repuestas físicamente, sabían que la clave residía en el toque emocional, descuadrar a quienes debían valorarlas, con el punto justo de tensión y sin angustias. Retirada Mengual, se sacó de la nada Tarrés a Carbonell, presta a aprender, a mimetizarse con su hermana del agua, y así, frente al perfeccionismo de la invencible Rusia, la de la pareja Natalia Ishchenko y Svetlana Romashina, y a pesar de la sobriedad mecánica de China con su Dragón, el de Huang Xuechen y Liu Ou, España puso en pie las gradas del Aquatics Centre. Lo hizo a ritmo del tango La cumparsita, de Piazzolla, con descarados trajes y un nado desinhibido. Brillante puesta en escena, una sincro con más dosis de energía, huérfana de deslices, y llegando al alma. Para auparse a la segunda plaza había que sumar como poco 96,880 puntos tras los 96,770 de las asiáticas. Decidieron 30 centésimas gracias al 96.900 para reeditar el éxito de Pekín e incrementar así la confianza de cara al ejercicio por equipos que arrancará mañana.

"Hemos llegado a la gente, he visto cómo había personas que lloraban y hemos dado el plus para ganar a las chinas porque es nuestro carácter, la diferencia respecto a ellas", se congratuló Fuentes. "Al principio no vimos las puntuaciones, porque teníamos los ojos llorosos, pero cuando apreciamos la reacción del equipo, a Beth y a Anna abrazarse, hemos supuesto que era por algo bueno y la gloria ha venido del cielo", se felicitó quien ya acumula tres medallas de plata en dos Juegos Olímpicos. "Les demostraremos que merecemos más, brillaremos más que nunca", dijo. Y acertó. A los jueces no les quedó otra que rendirse ante la creatividad de Tarrés y sus sirenas.