Bagneres de Luchon. Por la mañana en el desayuno en el hotel Villa Navarre de Pau nadie llena la silla vacía de Frank Schleck, borrado del Tour por el asunto del diurético que debe aclarar ahora en los despachos. "Es un golpe duro", dicen sus compañeros, que, en lugar de venirse abajo, prometen evadirse del asunto y seguir concentrados en el Tour. Es lo que hace Zubeldia, que sabe el terreno que pisa. Corre en casa, rodeado de ikurriñas y camisetas naranjas que le animan y le quieren tanto o más que cuando estaba corriendo en Euskaltel. Haimar, la mirada limpia y azul, es un tipo que se deja querer. Es buena gente, la mejor cualidad de las personas. Y buen ciclista. Hay que serlo para ir quinto en el Tour. En esa posición, un paso más adelante, salió ayer después del primer asalto a los Pirineos. Se quitó de en medio a Evans, tembloroso en el Aspin y anclado en el Peyresourde. "He tenido buenas piernas", dijo satisfecho el usurbildarra; "el descanso me ha sentado bien y me siento fresco, preparado para la última etapa de montaña". Sabe lo que le espera porque antes del Tour se concentró con algunos compañeros del equipo, también su buen amigo Markel, en la zona y reconocieron los puertos. De todas maneras, los Pirineos no esconden secretos para él, que tiene desde hace unos años una casa en Jaca donde pasa varias temporadas al año subiendo y bajando los puertos de la cordillera en la que se siente como en casa y en la que ayer dio un salto, del sexto al quinto, que parece pequeño pero es enorme. Ese puesto ya lo ha ocupado dos veces en París, en 2003 y 2007. El cuarto es de Jurgen Van den Broeck, que le aventaja en 1:27 cuando queda una etapa de montaña y una crono de 53 kilómetros que se disputa el sábado. El podio sí está lejos, a casi cinco minutos. "Y hoy se ha visto que el equipo Sky y Nibali son inalcanzables".