Gniewino (Polonia). Se juega por el equipo y se juega para ganar, pero también se juega para los fieles hinchas en las gradas o en los entrenamientos, algo que la selección española no ha terminado de entender en la Eurocopa. Hasta ayer, cuando los campeones de Europa se disculparon por su distante actitud, o al menos lo hizo Cesc Fàbregas.
"Teníamos que haber mostrado más alegría, ir con los aficionados. A veces nos sentimos muy autopresionados por ganar y nos olvidamos de otras cosas. Nos olvidamos de la gente que recorrió tantos kilómetros para vernos", confesó Cesc Fábregas en una rueda de prensa en la concentración española.
"Pedimos disculpas. No va a ocurrir más y ojalá que el miércoles (ante Portugal) podamos celebrar con ellos el pase a la final", añadió.
Las disculpas llegaron sobre el límite, porque llamó la atención la falta de empatía de los jugadores españoles con los aficionados que viajaron hasta Polonia y Ucrania para seguirlos.
Numerosos hinchas españoles en Donetsk se quejaron el domingo del comportamiento poco afectuoso del equipo tras ganar 2-0 el sábado a Francia. Solo el arquero Iker Casillas, como es habitual, se dirigió al fondo español para lanzar sus guantes y agradecer al apoyo. Nada más. La frialdad de los futbolistas españoles generó la censura de sus propios aficionados, que incluso abuchearon e insultaron a sus ídolos al ver cómo estos se marchaban al vestuario sin efectuar la más mínima muestra afectiva, como sí es habitual en otras selecciones poderosas en la Eurocopa.
Así, Alemania mantiene una estrecha relación con los aficionados en las gradas, Grecia agradece la pasión indesmayable de sus hinchas, Polonia acudía a la Fan Zone tras su eliminación e Italia se rinde al millonario seguimiento por televisión de sus avances.
No es la primera vez que durante la Eurocopa la actual campeona tiene que rectificar su trato con los hinchas. El primer olvido llegó con el entrenamiento inicial del equipo en la localidad polaca de Gniewino, cuando ningún futbolista se paró a saludar y firmar autógrafos a sus hinchas al finalizar la sesión.
Según aseguraron fuentes próximas al equipo fue el propio seleccionador, Vicente del Bosque, quien recriminó esa conducta a los futbolistas y pidió que cada día dos jugadores se pararan unos minutos con los aficionados. Así ocurrió a partir de entonces.
Sin embargo, la extraña frialdad de los jugadores españoles hacia sus hinchas se mantuvo durante el torneo, como se comprobó tras el partido ante Croacia, del 18 de junio, que decidió el pase a los cuartos de final.
El propio Del Bosque expresó su extrañeza ante la falta de celebración de los jugadores y en rueda de prensa lamentó: "Hemos pasado rápidamente de pobres a ricos y nos cuesta valorar lo que antes era algo muy importante", dijo.
Qué contraste con el resto de selecciones. Por ejemplo, el comportamiento de los jugadores polacos y griegos fue ejemplar, y más tratándose de dos equipos eliminados. Así, los jugadores polacos fueron al día siguiente de su eliminación a la Fan Zone de Varsovia y festejaron allí su comunión con los aficionados
Mientras, los griegos estuvieron saludando a los hinchas varios minutos nada más quedar eliminados ante Alemania, agradeciéndoles su apoyo incondicional a pesar de la dura derrota 4-2. Los italianos también son especialmente amables con sus tifosi.
El entrenador Cesare Prandelli agradeció expresamente que hasta 20 millones de italianos siguieran por televisión el decisivo partido contra Irlanda. Y el arquero Gianluigi Buffon destacó lo importante que son sus incondicionales: "Estamos aquí por nuestros fans y nuestro país". Más aún: la Federación Italiana invitó el miércoles a asistir al entrenamiento a cientos de niños, que al final saltaron a la cancha para conseguir autógrafos. Hasta el irascible Mario Balotelli, el más solicitado, firmó cientos de rúbricas y tuvo que ser llamado en varias ocasiones por sus compañeros para que parara.