vitoria. Los grandes torneos internacionales suelen ser un vivero de mitos, de jugadores y equipos que pasan a la historia. La Eurocopa de 1972, cuya fase final se jugó en Bélgica, no fue una excepción, ya que alumbró a un Kaiser y un Torpedo y dejó en la retina de los aficionados a la que muchos aseguran que ha sido la mejor Alemania de siempre, porque propuso un juego atractivo, preciosista y tremendamente efectivo.
Realmente, ese equipo empezó a darse a conocer antes, en las eliminatorias de cuartos de final. Helmut Schon había renovado la Mannschaft tras el Mundial de 1970 apostando básicamente por jugadores del Bayern Munich y del Borussia Moenchengladbach. El resultado fue una selección que jugaba casi de memoria y que asaltó Wembley, donde ganó 1-3 a Inglaterra con una suficiencia que hizo rendirse a todo el fútbol europeo.
Jugadores excelentes como Maier, Schwarzenbeck, Breitner, Hoeness, Netzer o Heynckes elevaban la calidad media del grupo, pero eran Franz Beckenbauer y Gerd Muller los verdaderos iconos. El primero se desenvolvía entonces con elegancia en el centro del campo, empujando a los delanteros, por lo que se ganó el apodo de Kaiser. El segundo mataba en el área, era un Torpedo visto y no visto que en aquella Eurocopa anotó 11 goles en total, incluyendo los dos de la semifinal ante Bélgica y otros dos en la final ante la Unión Soviética que acabó 3-1.
"Teníamos un gran ambiente y eso quedó reflejado en el campo", recuerda Muller de aquella maravillosa selección que metió a siete de sus miembros en el once ideal del torneo y fue el germen de la campeona del mundo de 1974. Pero ya no era lo mismo: el fútbol de Alemania se fue vulgarizando a medida que Beckenbauer fue atrasando su posición para situarse en el centro de la defensa. Ahí empezó otra historia, más rudimentaria, pero igual de exitosa.