bilbao. La terapia se activó la noche del pasado día 9, minutos después del duro revés que supuso la derrota en la final de la Europa League. Dolió, y mucho, la forma en la que el conjunto rojiblanco cayó ante el Atlético de Madrid. Aquella noche de Bucarest marcó el camino hacia la final de Copa del viernes ante el Barça. Se puso en marcha un plan de choque, propio de una tesis de psicología. Se trataba de recuperar a un grupo muy tocado, víctima de un bloque mental que propició su frustración en el National Arena.

Han transcurrido casi dos semanas de aquella noche fatal. La terapia, liderada por Marcelo Bielsa, ha hecho efecto. La plantilla se ha soltado, se ha desprendido del shock de Bucarest. Minutos después de la derrota frente al Atlético de Madrid, se aceleró la maquinaria para erradicar el mal que azotó a los rojiblancos en la primera final de esta temporada. La nueva terapia reclamó un clima más distendido, lejos de ese escenario agobiante que rodea a un partido que el propio Bielsa califica como irreversible.

El rosarino asumió los errores y tiró de una autocrítica que también se instaló en un vestuario que ha hecho aún más piña de cara al histórico duelo del viernes en el Vicente Calderón, donde la presión se ha trasladado al Barça, que debe salvar la temporada tras sus fiascos en la Liga y en la Champions.

Bielsa ha roto sus hábitos. Así lo hizo ver al dar dos días de descanso a sus jugadores tras el cierre liguero en Valencia frente al Levante. Se trataba de que "los futbolistas cogieran aire fresco, desconectaran y reflexionaran en la intimidad", indican desde Lezama, donde también han notado una mayor cercanía del técnico argentino, que ha querido dotar a todo el entorno de un contagio entusiasta de cara a la final de Copa. Incluso, se ha proyectado un punto ambicioso que se ha ratificado en el discurso de los jugadores, convencidos de que el título de Copa no es una cuestión utópica, según puede parecer a primera vista y, sobre todo, después del descalabro de Bucarest.

talante bromista Puertas adentro ha entrado también aire fresco. Las entrañas de Lezama se han contagiado de una terapia que propicia una mayor cercanía, sobre todo con Bielsa y sus más estrechos colaboradores. "Hemos notado a Marcelo un poco más bromista", dice sin reparos uno de los técnicos de la cantera rojiblanca, que detecta, al mismo tiempo, una llamativa recuperación en la autoestima de la primera plantilla, que el pasado jueves hizo más grupo con una comida en un restaurante. "Hay menos tensión que en los días previos al viaje a Bucarest", recalcan las mismas fuentes, que desvelan una versión más humana del míster, "más dicharachero de lo habitual".

Este plan de choque también lo ejecuta el Athletic a la luz del día, sobre todo en la persona de Marcelo Bielsa, que se ha acostumbrado a lucir una sonrisa de oreja a oreja y salir del cliché más serio que le caracteriza. Así fue durante varias fases del entrenamiento del pasado jueves, en el que el argentino bromeó con sus pupilos, tendencia que mantuvo en la sesión de ayer después de las palizas físicas a las que ha sometido a la plantilla durante el fin de semana.

Este clima distendido no está reñido con la exigencia competitiva que ofrece una final de Copa. Es decir, el cuadro técnico y físico no han descuidado la puesta a punto de una plantilla donde anida un lema motivador: el que no esté convencido de ganar al Barça, que se quede en casa. "Se trata de elaborar un cóctel de sensaciones que impida repetir ese bloqueo mental que se detectó en Bucarest", sentencian en Lezama, donde existe un convencimiento de "que se observa más suelto al equipo a medida que se acerca la final". Es la terapia Bielsa.

Marcelo Bielsa sonríe y aplaude durante la sesión de ayer con Ibai Gómez a su lado. Foto: pablo viñas

"Notamos al míster un poco más bromista, más dicharachero de lo habitual", reconocen en Lezama

Se ha instalado un escenario de mayor cercanía y con un plus motivador de cara a la final ante el Barça

la gabarra su recorrido, solo hasta el puente de la salve P.41