DE él se han dicho y escrito tantas alabanzas que cuesta encontrar nuevos calificativos para definirle. Juan Carlos Navarro, coronado con todo merecimiento MVP de un evento que ha gobernado con puño de hierro con un rendimiento ofensivo digno de otro planeta, fue la estrella que más brilló en Lituania. Todos los focos apuntaban antes del inicio del torneo hacia los estelares Nowitzki, Pau Gasol, Kirilenko o Tony Parker, ignorando que en San Feliú de Llobregat anida un anotador compulsivo capaz de desequilibrar cualquier campeonato con esa muñeca de seda que se ha cobrado infinidad de cadáveres. Y Juanqui, como le conocen sus compañeros, lo ha vuelto a hacer. Pero, en esta ocasión, su álgida producción anotadora ha roto las previsiones más optimistas. Si tanto en la primera como en la segunda fase permaneció a la sombra de los hermanos Gasol, a partir de cuartos de final ha emergido como un martillo pilón para hacer trizas los planteamientos defensivos de Eslovenia, Macedonia y Francia, a quienes acabó por endosar la friolera de 26, 35 y 27 puntos respectivamente.

Nacido hace 31 años y, junto a Pau, principal estandarte de la mejor generación española de toda la historia, el escolta del Barcelona ha rubricado algunas de las actuaciones más sobresalientes que se le recuerdan. Y eso que el listón ya estaba lo suficientemente alto. El Baskonia, sin ir más lejos, le ha sufrido en infinidad de ocasiones, pero nada comparable esta vez con los estropicios que ha causado en este Europeo. Sus exhibiciones carecieron de punto de comparación. Scariolo le ha concedido todas las licencias para desenfundar y saltarse todos los sistemas. Una oportunidad de oro que el escolta no ha dudado en aprovechar para guiar a España hacia un embriagador éxito. Tocado por una varita mágica y preso de un acierto colosal, ha aniquilado a sus presas por la vía rápida. Con ese desparpajo y descaro que suele lucir en todas las canchas de la Liga Endesa, Navarro se ha echado el equipo a su espalda para producir unos réditos espectaculares. Imparable y arrebatador, exhibió la precisión de un cirujano para cobrarse canastas a cada cual más espectacular.

El internacional blaugrana constituyó la punta del iceberg de un bloque antológico cuyo legado ya es espectacular. Igual que el palmarés de un exterior que en su currículo ya luce, entre otros títulos, dos Europeos, un Mundial, una plata olímpica, seis Ligas, 5 Copas y 2 Euroligas. Jugadores y técnicos rivales ya se han rendido a sus pies. "Antes de los partidos siempre me saluda y luego me mete 20 puntos", espetó el laureado Boza Maljkovic, seleccionador de Eslovenia. La Bomba, que recibió el galardón de las manos de Arvydas Sabonis, sucedió de esta manera en el palmarés a otras figuras relevantes del baloncesto continental como Kukoc, Marciulonis, Stojakovic, Jasikevicius, Nowitzki, Kirilenko y Pau Gasol, se ha colocado así a la altura de los más grandes. Acaso su oscura incursión en la NBA, donde no consiguió triunfar en unos devaluados Grizzlies y sólo permaneció una temporada con uno de los salarios más modestos, constituya la única mancha de una carrera triunfal que todavía tiene visos de escribir nuevos capítulos. Mientras el resto de figuras de la selección ha emigrado hacia Estados Unidos, su continuidad en la Liga Endesa constituye un aliciente indiscutible. Visto su estado de forma y rodeado de otras figuras rutilantes en el Palau, el inminente comienzo liguero amenaza con teñirse nuevamente de color blaugrana.