BILBAO. Cuando responde a las preguntas que le lanzan de un lado y otro, a discreción, Igor Antón habla de sueños, hitos y momentos inolvidables. Cuenta que podría revivir cada instante de la etapa con los ojos cerrados. Y que lo que acaba de hacer es histórico para su equipo, que la de ayer es mucho más que la 160ª victoria de Euskaltel-Euskadi en sus 18 años de historia, más incluso que el triunfo que cierra el círculo mágico de etapas en Tour (Samuel), Giro (él mismo y Nieve) y Vuelta en la misma temporada. "Me valdría con tener solo un día como este cada año. Incluso podría retirarme hoy mismo", dice. En los silencios entre respuesta y respuesta, se muerde el labio inferior y agita incrédulo la cabeza. Sabe que la ha liado buena. "Pero todavía tengo que asimilar lo que he conseguido".

Galdakao, El Vivero, Bilbao... Esta era su etapa.

Pero cuando empezó la Vuelta no me imaginaba algo así. Soñar es fácil y soñaba con llegar aquí de rojo. Eso hubiese sido una pasada. Quizás más realista era pensar que podía estar bien colocado en la general. Pero esto? ¡Buff! Que haya logrado esto en casa, delante de mi gente, es un sueño que no me lo podía imaginar. No sé de dónde he sacado las fuerzas. Bueno, sí, de la familia que me apoyaba todos los días, de los amigos que me han vestido la subida de pintadas con mi nombre? Sólo por el día de hoy merece la pena todo el sufrimiento que he vivido. Creo que no lo he asimilado todavía, pero esto es histórico para Euskaltel-Euskadi. Hemos ganado en Bilbao y hemos ganado en las tres grandes.

¿Qué ha sentido cuando bajaba hacia Bilbao y se sabía ya ganador de la etapa?

Escalofríos. Una sensación increíble al sentirme arropado y corriendo en casa, por las carreteras que tan bien conozco. Bilbao, Begoña? Lo conocía todo perfectamente. Me he quedado con todos los detalles. Si cierro los ojos puedo revivir todos los momentos de este día.

Como en un sueño.

Es verdad eso que dicen que a veces se cumplen. Todo esto compensa los sinsabores, el sufrimiento, el estar en un segundo plano y sin fuerzas. Me valdría con tener un día como el de hoy todos los años. Siento incluso que podría retirarme hoy mismo.

¿A quién se lo dedica?

A mi gente, a la afición, al equipo y claro, a Gorka (Verdugo), que sin su ayuda no hubiésemos podido llegar.

¿Qué ha sentido en el Vivero entre ikurriñas, el apoyo de la familia, los amigos??

Sobre todo quería disfrutar. Si no ganaba o no llegaba no pasaba nada. Esto creo que solo pasa una vez en la vida. Aunque me dolían las piernas, en la primera subida iba alegre, con la idea de pasarlo bien. A la segunda he llegado con ganas de morir y he sufrido muchísimo. Se me ha hecho eterno, incluso agónico. Ha sido mi mejor día en una Vuelta en la que he sufrido mucho. Pero ha merecido la pena.

¿Salió desde el hotel con esta idea?

Desde salida estaba muy nervioso. Iba con las orejas tiesas. Quería la fuga porque era un día especial. El de la Vuelta a Euskadi que era tan importante para el equipo. Ahora estoy orgulloso de haber ganado aquí porque era una ilusión que la veía muy lejana, aunque con los resultados del Angliru y Peña Cabarga sabía que podía luchar por algo así.

¿Esto lo cura todo?

En esta Vuelta he disfrutado, aunque poco. El año pasado fue inolvidable por las dos victorias de etapa, el liderato? Pero este ha sido importante por otras cuestiones. He aprendido a no arrojar la toalla, a que a veces las cosas no salen porque este es un deporte físico y psicológico. Físicamente no me encontraba bien pero no me he rendido. Eso es importante. Incluso si no hubiese ganado hoy tendría la conciencia tranquila. Estaba satisfecho porque había hecho todo lo posible por enderezar el rumbo. Por eso, conseguir lo de hoy ha superado con mucho todo lo que podía imaginarme.

¿Sabe ya por qué no ha estado lo bien que esperaba en esta Vuelta?

Uno de los factores ha sido el Giro, que ha sido durísimo. Sin estar todavía recuperado del todo empecé a entrenar pensando en la Vuelta porque tampoco había tanto tiempo como parece. Descansas un poco, desconectas y entre que te pones de nuevo se te echa la Vuelta encima. Luego me puse enfermo con una gastroenteritis, que pienso que la recuperé bien pero siempre te deja ese puntito de debilidad. Llegué a pesar tres kilos menos que en el Giro. Son muchas cosas. Así que no encontré ese golpe de pedal que necesitaba para luchar por la Vuelta. No sé muy bien por qué. A veces, aunque hagas las cosas igual, el resultado es distinto. No he estado nunca en mi plenitud, pero me he podido rehacer. Estar bien en el Angliru y en Peña Cabarga me dio mucha moral.

Vino a luchar por la Vuelta pero perdió rápido esa rueda. ¿Piensa ahora en volver para ganar?

Habrá más Vueltas a España. Depende de cómo sea el recorrido, pero pese a que no soy supersticioso, los años pares se me dan bien. En 2006 gané en Calar Alto, en 2008 iba luchando por el podio cuando me caí en el Cordal y en 2010 gané dos etapas e iba líder cuando me volví a caer. Habrá que soñar que las cosas me van a ir bien en 2012. Puede que este año no haya conseguido todo lo que quería, pero lo recordaré como el año que hice historia. Para mí es una pasada ganar en Bilbao. Podría retirarme hoy mismo.