El anteúltimo sprint de la Vuelta, ya solo queda el de Madrid, era el de Haro. Y lo hubo. Pero no como se esperaba. A 400 metros, Vigano, el último eslabón de la cadena de lanzamiento del Leopard, llegó a una rotonda y no supo hacia dónde ir. Izquierda o derecha. Eligió lo segundo. Y se lió. No era por ahí. Se armó un belén terrible. Bennati patinó sobre el tubular y el prodigioso Sagan, que seguía al italiano, tropezó con su rueda. Desnortados, los demás, trazaron hacia donde pudieron. Petacchi, Reynés, Howard… Tras frenar y corregir la trayectoria, giraron hacia donde debían. Hacia la izquierda, claro. "¿Y por qué no está bien señalado?", protestaron los perjudicados. "¿Y por qué no os conocíais el recorrido como es vuestro deber?", contestaron comisarios y organizadores. Del desorden, hubo quien sacó tajada. Juan José Haedo, que asfixiado, había levantado el pie antes de la rotonda para tomar aire y, de repente, se le abrió el cielo. Vio un huequito que se le abría, unos rivales que dudaban y… Por ahí se coló el esprinter del Saxo Bank, que tuvo tiempo para celebrar con alborozo el primer triunfo de un argentino en una grande. "Suerte", reconoció.

Porque no la tuvo, llegó a Haro, donde hace un montón ganó otra etapa de la Vuelta Patxi Gabica, a más de once minutos Joaquim Rodríguez. Hubo una montonera, el catalán frenó a tiempo para salvarla y cuando creía haberlo hecho, zás, le embistieron por detrás. Tiene la muñeca izquierda y la cadera tocadas. Pero saldrá hoy para buscar en Peña Cabarga, cuesta a su medida, corta y dura, su tercera victoria de etapa.

La suerte, dice también el líder Cobo, será necesaria para ganar esta Vuelta a la que le queda tan poco. "La tuve hoy", dijo el cántabro, que empezó perdiendo dos segundos que, al final, ganó. Ocurrió que en el segundo sprint intermedio, el de Anguciana, a diez kilómetro de meta, De la Fuente se exprimió para llevarse los seis segundos de bonificación del primero y evitar que lo hicieran Froome o Wiggins. A su espalda entraron Haussler, cuatro segundos, y Monfort, dos. Los jueces, en cambio, pusieron a Froome, cuarto, en lugar de al francés, con lo que, siendo así, se acercaba dos segundos al jersey rojo. Era tan evidente el error de los jueces que Matxín les invitó, una vez acabada la etapa, a ver la televisión. Entre Monfort y Froome había una bicicleta de diferencia. Rectificaron. "No queremos engañar, pero que tampoco nos engañen", aclaró el motivo de la reclamación Cobo, que se encontró, "suerte", con que esos dos segundos le venían de vuelta. Fue lo que perdió Froome en el corte que provocó el sprint enredado de Haro. Hubo reclamación, pero no fue aceptada. No hubo accidente ni pinchazo, sino un despiste que provocó el caos. Los corredores, es lo que acabó por decidir a los comisarios, deben conocer el recorrido.

"Está claro que la suerte y las bonificaciones jugarán un papel importante", reflexionó el líder, que es insuperable si conserva las piernas de La Farrapona y el Angliru, pero necesita mantener la calma para no descarrilar. La Vuelta, más que asunto físico, es para él cuestión mental.

El mismo Cobo de siempre Cobo, del que dice Matxín depende en extremo de la inspiración, de por dónde le dé el aire, resiste los ataques de sus rivales en la carretera mientras fuera de ella lucha contra sí mismo por mantener la calma. Trata de alejarse de un bloqueo mental que se extienda a sus piernas. "El domingo por la noche estaba nervioso y durmió poco. Tampoco le dejaba hacerlo el móvil, que no paraba de sonar", dice De la Fuente, el chico del corazón que no le cabe en el pecho, el que se olvidó de luchar por la victoria de etapa y levantó el pie para lanzar a Cobo hacia la victoria en la Vuelta. "Pero ayer -por el lunes- ya durmió mejor", matiza David.

El líder se defiende de la presión de serlo tratando de pensar que no lo es. O, lo que es lo mismo, siendo quien siempre ha sido. Natural. Así que por la mañana de su primer día de líder, ayer, sale del autobús en el que se suelen encerrar las estrellas hasta el último suspiro, unos 25 minutos antes de cerrarse el control de firmas. Todo ese tiempo se pasa firmando autógrafos, sacándose fotos, atendiendo a la prensa… Le agasajan. Al final, parece agobiado. "No, no", niega Matxín. "Está encantado con todo el cariño que recibe. Ser líder no le va a cambiar. Él va a seguir siendo el de siempre".

Del cariño que recibió ayer habló Cobo: "Es impresionante que tanta gente que no te conoce grite tu nombre". Hoy, en Peña Cabarga, estarán los que le conocen. Su peña, la manada del Bisonte, que lleva unos días siguiendo la Vuelta, y más de media Cantabria se apiñarán en la cuesta que se levanta como mirador sobre Santander. Cinco kilómetros al 6,2% de media y rampas del 11%. A sus pies perdió el maillot rojo Antón. Allí corre Cobo hacia un triunfo que se ha convertido en cuestión mental.