VITORIA. Recién terminado su banquete, un festín, canibalismo sobre ruedas, apenas sin restregar la servilleta por los labios, sin tocar el estómago el último bocado, mordiscos desgarradores, Casey Stoner fija la mirada en la cámara. Analiza la carrera detallando como ninguno lo hace. Incide en lo técnico y se explaya. Una pregunta es suficiente para largar un discurso. Quiere despachar y monopoliza la entrevista sin dejar lugar a mayores preguntas. Semblante eternamente serio ceñido al mono. Incluso, como de con quien no va la fiesta. Su involucración en su trabajo la proyecta no transmitiendo el mínimo esbozo de sonrisa. Es una máquina del motociclismo, un servidor de la gloria. "Voy a atacar", concluye su valoración. Versa sobre la manera de focalizar sus aspiraciones al título. Acaba de terminar el Gran Premio de la República Checa. Brno le ovaciona. No le importa. Trabaja para él, para sentirse bien consigo mismo. Si gusta bien, si no, no miren. El australiano es un mercenario de las motos; le resbala la cara mediática del deportista estrella. "En las comidas familiares siempre busco un rincón". Anonimato. Pero claro que gusta. Deleita. En estos momentos, solo él es capaz de liderar una carrera con más de 7 segundos de ventaja y a falta de tres vueltas para ver la bandera ajedrezada padecer un susto que casi le lleva al suelo. Todo corazón, ritmo y gas. Adiós estrategia. ¿Locura? ¿Imprudencia? Un show que terminó en amenaza.

Stoner únicamente quedó rezagado en los primeros compases de la carrera. Ahí, Lorenzo fue espectacular buscando frenar una posible fuga de Pedrosa o el australiano. El mallorquín se esmeró para colocarse en cabeza. Forzó en frío. Pero sus neumáticos no comprendieron su frenesí. Con dos giros consumidos, inclinó demasiado la Yamaha y sufrió el primer aviso de varios. Giorgio descubrió así vagas esencias, pobres estímulos entre sus piernas. Pedrosa, mientras, fue más allá. Rebasó sus límites esa misma vuelta. Rodó por la gravilla. "Simplemente, se me ha ido de delante, no puedo explicarlo", repasó. De este modo, Stoner puso en marcha la exprimidora para hacer un exquisito jugo de segundos. Medio por vuelta hasta irse a una diferencia cercana a los 8 segundos.

Lorenzo contemplaba impotente la marcha. Una sangría. Un reguero de destreza australiana. Su elección de neumáticos fue una losa que le iría arrastrando hasta la cuarta plaza. Dovizioso y Simoncelli perseguían honores con firmeza tras él. Y también buena prensa en Honda, marca notablemente superior este curso. Ayer, de nuevo.

Para el ecuador de la prueba programada a 22 vueltas, la tensión de la misma, con perdón de la incombustible bravura de Stoner, que seguía ejerciendo con brutal tiranía, sin concesión a la rosca del acelerador, se instaló tras la cabeza. Entre la segunda y la séptima plaza. Dovizioso, Simoncelli, Lorenzo, Spies, Rossi y Bautista. Chispeantes. El último se precipitó al asfalto buscando otra foto para un nuevo póster que decore su habitación. El talaverano sigue creciendo y suenan cantos de sirena desde el Yamaha Tech3. Con todo, nada varió lejos de Stoner, que peleaba con la voracidad de un desesperado, con el amor propio del más orgulloso. "Para ser campeón hay que ganar carreras", anunciaba a los micrófonos entre semana. Y otra cosa es vencer como ayer. Arrasando. Sin economía. Jamás especula Stoner. Blanco o negro es su apuesta. Sin intermedios, sin paciencias, sin estructuras mentales. Sin piedad. Este año no se ha bajado del podio más que por causas ajenas, cuando Rossi le tiró en Jerez en la segunda estación del curso.

La de ayer, la 29ª victoria de su carrera deportiva, sexta de la presente temporada, fue una de sus mejores demostraciones, uno de sus más bellos episodios. No obstante, Stoner se despachó así: "No es un Gran Premio más importante que otros". Y razón tiene, pues en todos se reparten 25 puntos. No larga prenda. No se quebranta. Es de piedra. No cede concentración. Para él puede ser una jornada más de trabajo, pero su exhibición debe preocupar a Lorenzo, que aterrizó en Brno con 20 puntos de desventaja y se marcha con 32. "Ha sido una de mis peores carreras de la temporada, incluso, desde que estoy en MotoGP". Lorenzo es exigente, pero Stoner también. "Ahora el campeonato está más difícil, pero todavía no se ha terminado, hay muchos puntos en juego (175)", juzga Giorgio, resignado, ante un problema como Stoner y otros que le pueden crecer, como Pedrosa, como Dovizioso, como Simoncelli, que ayer supo terminar la carrera y consecuentemente hizo su primer podio en la categoría reina. En definitiva, como Honda. El potencial de Jorge no es suficiente para contrarrestar el desarrollo tecnológico de la casa japonesa conjuntado con el hambre y la destreza de Stoner. Sin ir lejos, ayer. Y en Laguna Seca.