Lekuine. Tan solo unos segundos se calla Yves Xala (Lekuine, 1979). Después se arranca a hablar, tranquilo, sin estridencias. A su alrededor, un paraje que domina el color verde. Un pequeño paraíso en Lapurdi. El compás de espera del delantero al hablar lo marcan la sabiduría de los años y de su forma de ser. En su rostro, ojos huidizos, pero con el brillo de un tiburón. Marca con la mirada el paso de los segundos. Tic. No pierde la vista. Tac. Cierra un segundo los párpados. Tic. Luminosidad. Tac. Días después de la decisión de la LEP.M. Tic. Tac. Parpadea. Mira de frente. Recto. Sin resquicios. A los ojos. "Desde siempre me enseñaron que antes de hablar hay que contar hasta siete. Hay otros que hablan mucho, pero no dicen nada. Si todos hiciéramos lo mismo hablaríamos menos". Sabiduría interna con poso de caballero, una manera de ver la vida, una forma de vivirla, ágil, sin preocupaciones. Moraleja: habla si tienes algo que decir. Filosofía. "Soy casi budista", analiza entre risas, "me gusta leer libros de eso". Y su figura se erige larga y ancha. Mimbres de una vida cosida al cuero y al suelo de Lekuine.
Recorre el tiempo -cielo encapotado y nubes pintadas color plomizo pidiendo descargar cuanto antes- las calles de su pueblo. Lo hace el paso de los minutos y los días como Xala: Tan despacio, pero tan determinante; tan rápido, pero tan suave; directo, sin resquicios. Un frontón Mur a gauche con el nombre del manista da la bienvenida a los visitantes, lo que recuerda la categoría que tiene el manista en el pueblo. Pese a que las calles están casi vacías, Yves es asaltado por un amigo. "Es él mi coach mental", analiza entre risas. Después es Pascal Ezkurra el que aparece, con un coche blanco y atraviesa el puente minúsculo -solamente pasa un coche- sobre el río Joyeuse. "Ves este río ¿Sabes cómo se llama este río? Se llama Felicidad. Así estamos en Lekuine", concreta el manista de Iparralde. Y así está Xala entre sus calles. Charla con Ezkurra, trinketista afamado en Iparralde, que se ha trasladado a vivir a la localidad lapurtarra. Se despide y cuenta que "suelo pasar dos o tres veces a la semana por Lekuine". Su vida, su filosofía, vive enraizada entre los adoquines del verde pueblo. "Mi intención es comprar una casa por aquí. Rondan los 150.000 euros", reseña y señala las casas de dos pisos que cercan la plaza, de fachada blanca y ventanas granates. En mitad de la plaza, una pared marcada con una línea a poco más de medio metro de altura, es de color beige. Una de las piedras angulares de la mano en Iparralde: la plaza libre. Desde los tiempos de Atano III, Mondragonés o Miguel Gallastegi, los manistas de Hegoalde pasaban la muga para enfrentarse a los legendarios Haranbillet y compañía. Historia viva. Ahora, bajo la chapa, residen automóviles. Están frente al bar del pueblo. Dentro, más de treinta personas comiendo. Ni un susurro. "Somos así". Y ríe. Vuelve la sonrisa en su gesto tras días de calvario.
"Voy a jugar la final el próximo día 3 por justicia, para mí no significa ninguna victoria personal", analiza el zurdo lekuindarra. Siete segundos de espera antes de responder. Un cartel reza en el restaurante del pueblo: Xala disputera sa finale. Xala jugará su final. Yves explica: "Mi carrera era todo lo que estaba en juego en aquella decisión de la Liga de Empresas. Me habían quitado esa final y para mí me habían quitado todo. Había sido un robo". El gesto endurece su rostro porque fueron unos días "muy complicados" en los que en el hospital de Baiona los mensajes se sucedieron en una espiral que reventó las posibilidades del lekuindarra al principio. Después llegó la contratación del abogado Jean-Luis Gibert -"fue solamente un asesor. Estuvo para aconsejarme con respecto a la decisión tomada por las empresas", desbroza Xala-, la reunión con las empresas y el resto es pasado. "Lo tengo casi olvidado". Sin embargo, el lapurtarra afirma que: "si las cosas no hubieran salido tal y como han salido, pensaba dejar la pelota, porque para mí en un deporte lo más importante que hay es el honor. Y yo sentí que no se me había respetado". Una cuestión de honor. Lo dice Xala, el Frank Sinatra de Chicago de los frontones, el Gene Kelly de las canchas, el Muhammad Alí cerca del frontis -"vuela como una mariposa y picotea como una abeja"-. "Honor", repite. Lo adereza con palabras de gentleman, de caballero: "Para mí la palabra es lo más importante. Lo es todo". "Creo que siempre he sido un pelotari que ha dado lo máximo en todos los partidos. Nunca he fallado a la empresa. Siempre he ido de cara", analiza el delantero, quien apostilla que "lo lógico, en cualquier deporte, no solo en la pelota, es que los dos que se juegan el partido. Los que se juegan el duelo, vayan con las mismas armas. Es lo que glorifica al deporte". En un paraje idílico desvela su visión idílica de la pelota. "La gente pensará este tío es demasiado inocente. Pero en el fondo saben que tengo razón. Era una cuestión de justicia", manifiesta y añade que "la palabra y el honor han sido, desde el principio, los valores que he buscado en el mundo de la pelota y son los que siempre he querido trasmitir. Para mí, esta final consistía en el triunfo de esos valores, no del dinero o de los demás. Justicia y honor". Hoja de ruta de la carrera del delantero; GPS de su imaginario dentro y fuera de la cancha. Desde el río de Lekuine, desde "Felicidad", hasta el corazón de los pelotazales. "Sé que muchos de los aficionados estarán conmigo por esto".
Desgrana el poso de los años en la decisión de pelear la resolución de la LEP. M. "Es como si me hubiera ganado con el paso de los años un área de terreno. En la que yo te dejo entrar si quiero, pero si quiero no la invadas, que entonces tendré que defenderme, porque es mi terreno. Y ese área va creciendo con el tiempo. Quizás cuando tenía 25 años no hubiera peleado tanto, pero era el momento en el que ya no podía poner la otra mejilla. Habían entrado en mi territorio y yo tenía que defenderlo", analiza. Vuelve sobre sus pasos, bajo el idílico contraste del verde con las aguas.
El reposo del guerrero Relata Yves Xala, mientras recorre la ribera del Joyeuse, que aunque las aguas estén poco pobladas en estos tiempos, "a mediados de septiembre se puede pescar truchas muy bien. Ahí, en esa orilla, me coloco con la caña y a pescar, pero coincide con los campeonatos". Y en este delicioso paisaje, Yves recuerda cómo fueron los días en el hospital. "El domingo jugué en Eibar con Zubieta y ese lunes me desperté con dolor. Al principio pensaba que era una gastroenteritis, pero fui a casa de un amigo, porque en mi casa no tengo internet, busqué los síntomas en Google y vi que era apendicitis", mantiene el lekuindarra, quien resalta que "era un dolor parecido al de una pubalgia". En apenas unas horas de reconocimiento, al delantero le aplicaron tres incisiones en la zona abdominal para cortarle el apéndice. "No tenía peritonitis ni nada infectado, lo pillaron justo a tiempo", sostiene. Entonces, se levanta la sudadera azul con capucha, que va a juego con las cangrejeras que porta en los pies. Se contemplan tres puntos, sin costra, totalmente cicatrizados. "Ves, ¡si están totalmente curados!".
No obstante, el delantero, una vez recuperada la sonrisa, concretado el reposo del guerrero, analiza que "yo para el día 19 quizá no hubiera estado en condiciones, pero sí para un día después. El 20 hubiera jugado al máximo y sin molestias". Solamente 14 días después de la operación de la discordia. "Para el tercer día, poco después de salir del hospital, ya sabía que podía estar en perfectas condiciones para jugar la final", sentencia Xala, que lo corroboró a la semana "yendo a andar por el monte y a los 14 días ya estaba haciendo mi primer entrenamiento serio, al cien por cien". Cuestión de dos semanas de reposo, cuestión de honor, cuestión de valores. "Ya veremos lo que depara el cosmos y el karma".