MADRID. Asoma un nuevo clásico del fútbol español, el partido que paraliza el mundo y que ahora decide campeonatos, por la diferencia abismal con el resto, en un Camp Nou que acoge el enfrentamiento entre dos estilos distintos con un mismo fin. Dos caminos de alcanzar el triunfo. De saborear la gloria.
El virtuosismo azulgrana contra la eficacia blanca. El reflejo en el campo de Pep Guardiola ante José Mourinho. Dos ganadores natos.
Degusta el aficionado culé en su paladar el fútbol más brillante del planeta. Un equipo que ya es historia, por ganar seis títulos en una temporada inigualable, cuyo hambre de éxito no se rebaja con los años. Guardiola, que se calificaba técnico de proyectos cortos, explota la cara dulce del fútbol. Y eso no tiene fecha de caducidad. Es el barítono de una sinfonía armónica. Lidera un equipo que ondea la bandera del toque y el espectáculo.
Ante el apogeo del Barcelona irrumpe en el escenario una figura que genera nerviosismo en la Ciudad Condal. El único que fue capaz de frenar al conjunto azulgrana e impedir su hegemonía en Europa. Un técnico que llegó a la Casa Blanca como el salvador, que acapara todo el protagonismo e impone su mando. Es José Mourinho, el técnico asociado con el éxito en cada capítulo de su carrera en los banquillos, que saca máximo provecho de plantillas que se entregan a su figura. Una demoledora eficacia.
Es la gran apuesta de Florentino Pérez. El cambio de rumbo en la dirección de un club que pasó de conceder el protagonismo a sus estrellas sobre el campo a concedérselo al entrenador. Crear un proyecto que gira en torno a Mourinho. Y quedar expuesto todo lo que se habla del Real Madrid a una figura que no deja indiferente a nadie. Es querido u odiado. Con él no hay termino medio.
Pero nadie discute a Mourinho que ha cambiado el Real Madrid de los últimos años. Ha instalado el optimismo en su afición para recortar la distancia que le separaba del Barcelona y visitar el Camp Nou con las mayores esperanzas de triunfo desde hace años. Señalado como técnico defensivo, ha mostrado que su estilo va en función del perfil de jugadores del que dispone.
Con una plantilla en la que cuenta la calidad técnica de Cristiano Ronaldo, Mesut Özil o Ángel Di María, no ha dudado en buscar un sistema que los juntase a todos para diseñar un fútbol vertical, eléctrico, con una gran pegada. Si le añade la habitual fortaleza defensiva que imprime a sus grupos, en un once en el que el primero que defiende es el delantero centro, se llega al actual Real Madrid. Líder de Primera como equipo más goleador y menos goleado. Clasificado para octavos de Liga de Campeones con dos jornadas de sobra. La esperanza vuelve a instalarse en la Casa Blanca.
Mostrará el clásico dos estilos de entender el fútbol. La fantasía del Barcelona ante el juego directo del Real Madrid. Una lucha entre los dos mejores futbolistas del mundo, Leo Messi y Cristiano Ronaldo. Tan distintos como necesarios. Tan plástico el gambeteo en un palmo, las paredes a velocidad del rayo y la definición de la 'pulga', como las bicicletas en carrera, la potencia y el cañón en sus disparos con las dos piernas de CR7.
Pero hay dos figuras en el campo que hacen menos ruido pero su presencia es imprescindible. Sin Xavi Hernández y Xabi Alonso no sería lo mismo. Los cerebros de todo. Las extensiones sobre el campo de sus técnicos. Apasionados del fútbol. Delineantes del juego. De ellos nacen dos estilos tan distintos como efectivos.
El Barcelona se asocia al espectáculo. Fútbol total. Xavi asociado con la magia de Andrés Iniesta marcan un estilo de juego, al que Pep ha sabido acoplar el individualismo de Leo Messi. Con las espaldas bien cubiertas por Sergio Busquets, y un buen cambio en la delantera, David Villa por Zlatan Ibrahimovic. Con menos gol del esperado del 'Guaje', que se ha ido acoplando a la alta velocidad del juego azulgrana mientras ha creado una sociedad de éxito con Messi. Un 4-3-3 con presión asfixiante, paredes interminables y toque instalados siempre en terreno del rival.
El Real Madrid de Mou se desarrolla desde un 4-2-3-1 con un doble pivote que sostiene al equipo gracias al trabajo sucio de Sami Khedira junto a la figura de Alonso. Recupera los extremos, tan acordes al estilo de juego que siempre enamoró al Bernabéu, con Di María y Cristiano partiendo a pierna cambiada en sus bandas para explotar sus disparos a puerta al salir del regate. Con un media punta como Özil que a base de pinceladas de calidad ha conquistado con rapidez a todos. Y el insaciable Higuaín en punta que prolonga su romance con el gol para frenar el crecimiento de Karim Benzema.
En la pizarra del partido queda por resolver una duda que rebajaría el espectáculo. Si Guardiola y Mourinho apostarán por el músculo en la batalla del centro del campo con la entrada de Keita y 'Lass' Diarra, en detrimento de Pedro y Özil. En parte traicionarían su filosofía de apuesta por el espectáculo. Llega un nuevo capítulo del clásico. El virtuoismo contra la eficacia. Una batalla que marcará hasta el duelo de vuelta.