Sevilla. Gregorio Manzano, que dirigió ayer su primera sesión de trabajo al frente del Sevilla tras la destitución este domingo de su antecesor, Antonio Álvarez, llega al club nervionense como recurso de urgencia para frenar la peor crisis deportiva del conjunto blanquirrojo desde que su actual presidente, José María del Nido, se hiciera con el mando del club, hace ya 8 años.
Manzano, natural de Bailén (11-3-56), destaca sobre todo por su condición de psicólogo y por su éxito en sacar adelante proyectos futbolísticos que, antes de su llegada, parecían estar en vía muerta. Discreto, poco amigo de frases rimbobantes, en el jiennense se nota aún el profesor de instituto de enseñanza secundaria que fue antes de incorporarse al mundo del fútbol.
De hecho, su relación con el balompié comenzó desde la base en su provincia natal, y no sería hasta 1998 cuando, tras su paso por el Toledo, comenzó a dar que hablar por su buena labor, hasta el punto de estar cerca de lograr el ascenso. Ello le valió el salto a Primera División, de la mano del Valladolid, en la campaña siguiente iniciando una carrera que le ha llevado a acumular, hasta la fecha, 346 partidos dirigidos en la máxima catergoría del fútbol nacional.
Desde Pucela, el nombre de Manzano estaría asociado al de equipos modestos (Racing de Santander, Rayo Vallecano, Mallorca), pero siempre con el común denominador de una labor sólida y efectiva. Su más reciente experiencia, en el ya mencionado Mallorca, con el que ganó la única Copa del Rey de los bermellones en la campaña 2002-03, demuestra que el Profe Manzano es de fiar.
No en vano, en el banquillo isleño ha cumplido dos exitosas estancias. También el fútbol andaluz, y más concretamente el Málaga, ha sido testigo del quehacer de Manzano, hace seis temporadas, aunque, sin embargo, no tuvo suerte y fue cesado, sin olvidar su presencia en ese banquillo eléctrico que fue en su momento el del Atlético de Madrid, hace 7 temporadas.
Su prestigio, por lo tanto, no ha pasado desapercibido para Del Nido, hasta el punto de que el nombre de Manzano ya sonó como entrenador del Sevilla para la temporada en curso a finales de la anterior campaña, mientras aún permanecía en el Mallorca.
una papeleta difícil Pero Manzano tendrá en el Sevilla una papeleta adicional que solventar. Porque desde su marcha al Tottenham, hace tres años, la alargada sombra de Juande Ramos, el entrenador que le proporcionó a la entidad cinco títulos en un bienio inolvidable, no ha dejado de planear sobre el Sánchez Pizjuán. El sucesor de Alvarez se encontrará con una plantilla en la que el hueco de hombres como Reyes, Baptista, Sergio Ramos, Alves o Keita ha sido rellenado por jugadores fichados a un coste mayor que antaño y que no han dado el rendimiento de éstos.
Además, el equipo no ha tenido un buen arranque de curso, apeado de la Champions a las primeras de cambio, vencido en la Supercopa por el Barcelona, batido en su estreno en la Europa League, y fuera de los puestos continentales en Liga. Gregorio Manzano tiene ante sí la mayor oportunidad de su carrera, pero también un reto envenenado, quizá el más exigente de su carrera: resucitar a una plantilla sin pulso.