PARA ser ciclista en Italia hay que ser del norte. El sur es para vivir la vida, para cantar y otras formas de perder el tiempo, farfullan con desprecio los elitistas norteños que escuchan hablar de Bari o Nápoles y piensan en África. Que, señal de su inferioridad, recuerdan con sorna que hace 20 años -el Nápoles de Maradona, en 1990- que un equipo del sur no gana el scudetto. Que, más demostrativo aún de que su sangre no es italiana, invitan a repasar la historia del ciclismo para encontrar un corredor del sur que haya ganado una grande. Sólo hay uno, reconocen: Di Luca. Y matizan raudos que no es del sur propiamente dicho, sino de Spoltore, que es el centro-sur del país, en la frontera de lo digerible por la burguesía milanesa.

No hay ciclistas grandes del sur, hace demasiado calor para pedalear. Mejor la sombra y una guitarra. Pero del sur, de Sicilia, de Messina, donde no hay ni equipos ni carreras ni ciclismo, es Vincenzo Nibali, el gran rival de Igor Antón en la Vuelta, buen escalador y mejor contrarrelojista, joven, 25 años, ambicioso y ciclista por inspiración. Divina. Cuatro días antes del pasado Giro de Italia le llamaron para que se preparase, que lo iba a correr. Estaba en Mastromarco tomando un granizado de limón, cogió la Vespa que se acaba de comprar y se fue hasta el santuario de Tindari. A rezar. Ganó una etapa, fue tres días maglia rosa y acabó tercero tras Arroyo y su compañero Basso.

Nibali, dicen, ha devuelto la fe a los italianos. A todos. No importa que sea del sur, de Messina y su estrecho. Por eso le llaman el tiburón del estrecho, un apodo geográfico y personal. Es depredador. Muerde. Ganador. También le dicen cannibali. "Tengo orgullo. Si estoy jugando a algo quiero ser el mejor. Es como un desafío". La primera carrera la perdió. Fue segundo. "Cometí un error, pero no pasa nada, para mí la bicicleta era un divertimento". Como el cine. Su madre tenía un videoclub, pero él prefería la tele. El ciclismo. En directo. Pantani. "Verle en televisión era como estar en el cine. Se salía de la pantalla. Te hacía creer que estabas dentro de la escena. Emocionaba mucho".

Como la bici. "Nada me ofrece tanta satisfacción". La primera se la hizo su padre. Cogieron un cuadro viejo y oxidado, lo pulieron y lo pintaron de rojo. Tenía ocho años. Era inconsciente. Una vez su padre se lo llevó a las colinas de Messina. A subir. Y a bajar. A lo loco. Al regresar a casa le abroncaron. "Eres un inconsciente. Mañana te compro un casco". En el pasado Giro subió el terrible monte Grappa zumbando y bajó a muerte. Ganó la etapa. Y se vistió de rosa. La cima para un ciclista que no empezó a correr hasta los 14 años. "En mi zona no había posibilidad de hacerlo". No hay ciclismo en el sur. Ni ciclistas. Por eso emigró Nibali. Al norte. A la Toscana. Tenía 17 años. Pero era determinado y maduro. Educación siciliana. Estricta. Dura. Como la vida. "Para limpiar los malos modales mis padres me quitaban las cosas más importantes de mi vida". Una tarde Vincenzo llegó del colegio y dijo que se había peleado con un compañero de clase. Su padre fue a por la bicicleta y la partió en dos. "Luego me la arregló, pero de aquello aprendí".

También en la Toscana. Rapidísimo. En 2004 fue bronce en la crono del Mundial Sub"23. Le reclutó el Fassa Bortolo, el equipo de Ferretti. "Y Ferretti me llevó a las mejores carreras desde el principio". Flecha, Lieja, Amstel? y el Giro "porque salía de Reggio Calabria, tan cerca de Messina, que quiso invitarme para que viera el ambiente". Siguió creciendo. En 2009 debutó en el Tour. Julio. Sol. Como en Sicilia. Se acopló. Perfectamente. Acabó séptimo. En Le Grand Bornand, la etapa reina, los Alpes de piedra, llegó con Armstrong. El mito. "Me dio la mano en meta y me dio las gracias. Es un recuerdo hermoso". Como el del Giro de este año. Acabó tercero aun entregándose a Basso. "Quizás el próximo año lo gane". Antes, tiene la Vuelta, en la que le señalan como la gran amenaza de Antón y los escaladores. "Es el contrarrelojista que mejor sube y el escalador que mejor contrarrelojea", define Unzue su versatilidad. "Vengo a ganar la Vuelta y la crono me va perfecta", dice Nibali, siciliano, del sur, desierto de campeones. Ciclista por inspiración.