La derrota de España en cuartos de final del Mundial ha tenido diferentes lecturas. Hay quienes hablan de fin de ciclo y quienes lo niegan. Hay, también, quienes tratan de buscar culpables de una derrota que sólo fue consecuencia de que Sergio Scariolo y sus jugadores no dieron el máximo de sus posibilidades, ni en la dirección ni en el rendimiento en la cancha, y así España podía perder contra selecciones en progresión como Serbia. Y, por último, están quienes dan las gracias por los éxitos anteriores, algo así como "fue bonito mientras duró", mientras tratan de convencer y convencerse de que el futuro será igual de esplendoroso. Pero tienen muchas posibilidades de equivocarse.
Este grupo de jugadores, organizado en torno a los juniors de oro, va a ser irrepetible. La Federación Española ha utilizado esos éxitos para convertirlos durante una década en una manta que tapa algunas carencias que van a debilitar a la selección de aquí a pocos años. Hay que escarbar debajo para ver muchas medallas en categorías inferiores, pero ningún relevo claro en posiciones básicas del baloncesto actual. Ganar ha sido la excusa para evitar la autocrítica. El Mundial de Turquía era el momento de tener visión de futuro y anticiparse a decisiones que, tarde o temprano, tendrán que llegar. El compromiso, ya se ha visto, no es suficiente para ganar. Hay que ser mejor que el rival
Pau Gasol es el enorme árbol al que se ha agarrado todo el mundo en esta década gloriosa. Sin él, el reino de los mortales queda más cerca. En este Mundial se debería haber traspasado el liderazgo y el protagonismo a los jugadores más jóvenes. Ricky Rubio, Rudy Fernández y Marc Gasol, el trío que debe guiar a España más allá de 2012, han seguido a la sombra de Navarro y Garbajosa porque Scariolo se ha empeñado en respetar las jerarquías. No se entiende que San Emeterio o Claver, éste por segundo año, hayan tenido nulo protagonismo, que Carlos Suárez y Pablo Aguilar ni siquiera hayan estado en una cita en la que no había nada que perder o que tras mes y medio de preparación Scariolo no haya dado con la manera de hacer compatibles a Vázquez y Gasol.
El déficit a nivel físico ante un rival como Serbia era evidente, pero no se hizo mucho por remediarlo. Y la situación puede empeorar en el futuro. En la posición de alero alto, las oportunidades caerán por su propio peso en los antes citados. Pero en el juego interior se debería haber detectado ya el grave problema que acecha. Con Pau Gasol, Reyes y Garbajosa por encima de la treintena, su fecha de caducidad es cercana. Queda Marc Gasol y por detrás, casi nada.
pocos pívots seleccionables La próxima temporada en la Liga ACB sólo habrá nueve jugadores interiores seleccionables. Dos de ellos, los nacionalizados Mamadou Samb y Nikola Mirotic -con hechuras de alero-, ya han jugado en las categorías inferiores. Los otros son Germán Gabriel, Edu Hernández-Sonseca, Juanjo Triguero, Xavi Rey, David Doblas, Albert Miralles y Guillem Rubio, que han rondado la selección absoluta otros años, pero no han pasado de ahí.
La solución puede estar en el congoleño Serge Ibaka, que desde la NBA ha proclamado su deseo de jugar con España. Antes tendrá que recibir el pasaporte español, algo que ya se ha producido con la estadounidense Sancho Lyttle, que este año debutará con la selección femenina en el Mundial. Sería volver a los tiempos prehistóricos de Rogers, Kornegay o Mike Smith.
En las categorías inferiores caen los triunfos, pero con equipos bajitos. La sub"20 ha ganado cuatro medallas seguidas en el Europeo de la categoría, pero, al margen de Aguilar, sin un solo jugador interior que pueda dar el salto en breve como lo dieron en su día los juniors de oro. Los clubes de la ACB y de la Adecco Oro, que defienden sus intereses, prefieren comprar los pívots antes que perder dinero y tiempo en formarlos y, a la larga, el nivel de la selección se resentirá. Este es el paisaje que queda después de la derrota, la razón por la cual muchos quieren seguir estirando a una generación que ya está en la cuesta abajo.