LLEIDA. Como un sistema caótico cualquiera, el ciclismo, tejido de un código a veces irracional pero tremendamente sólido y respetado, es de una sensibilidad tan extrema que cualquier gesto, movimiento o matiz, en lugar de perderse y desaparecer prolonga su eco hasta el momento en que surge y todo cambia, al igual que el aleteo de las alas de una mariposa puede sentirse en el otro extremo del mundo. Así que, por ejemplo, ayer, en el descenso desde la altitud andorrana hasta la Lleida de las colinas peladas y secas, día para los velocistas afligidos por tanta cuesta, cuando Gorka Gerrikagoitia, director de Euskaltel-Euskadi, empareja la ventanilla de su coche con la de Wilfried Peeters, ex clasicómano al mando del Quick Step, hablan y al de un rato el equipo belga se pone a tirar, la explicación no hay que buscarla en lo que hablaron en ese momento -que simplemente fue que el muxikarra le dijo al belga que sus chicos, los del líder Antón, no se dejarían la piel por cazar a los fugados-, sino en lo que ocurre días atrás, camino de Alcoi, cuando Tosatto y Barredo se meten en una fuga numerosa en la que el asturiano llega a ser líder virtual y Gerri le confiesa a Peeters que tiene vía libre, que no va a sacar el látigo para ordenar una caza a muerte.
Los favores son divisa en el ciclismo. Y su intercambio permite a Euskaltel, como ayer, día en el que Xacobeo metió a tres ciclistas en la fuga para incordiar al equipo del líder, para desgastarlo, afrontar las etapas llanas con el sosiego que no le generan ni la amenaza invisible del viento ni las emboscadas que emergen repentinas a toque de corneta. Hoy habrá otra prueba.
A mitad de camino de Madrid, Antón, en rojo, es un líder sin fisuras. "Es el mejor", convienen los sabios. "El más fuerte para arriba", insisten después de su exhibición en Pal, la primera montaña seria, aunque nada que ver con lo que vendrá este fin de semana -Peña Cabarga, Lagos de Covadonga y, sobre todo, Cotobello-. Un líder preocupado exclusivamente por dos cosas: el infortunio para el que no existe previsión ni remedio y en Euskaltel no relacionan con la habitual lluvia asturiana, pues recuerdan que Antón ya ha brillado en numerosas ocasiones bajo el agua, una empalizada para los ánimos de los aspirantes; y los días calmos de transición. No hay miedo a la montaña.
"A Igor le vienen bien todas las etapas de montaña que quedan", dice Gerrikagoitia, que no diferencia entre los puertos cortos y explosivos de la primera semana, los muros imposibles, las paredes que subliman a los pequeños y delgaditos escaladores de bolsillo, y la verdadera y alta montaña. "Igor no nota el cambio para mal, sino para bien, como en Pal, porque cuanto más duro sea el puerto, mejor para él", traza el director del equipo naranja.
La inexperiencia Ahora que es magno, nadie encuentra una grieta en la coraza que envuelve el cuerpito de escalador de Antón, que se ha pasado media Vuelta reprochándose a sí mismo su inexperiencia, reflejada en un palmarés en el que, recuerda el galdakoztarra, ni siquiera figura una vuelta pequeña. "¿Cómo voy a pensar entonces en ganar una grande?", se pregunta retórico el chico, que fue líder y tercero en la Vuelta a Suiza de 2008. Era el año que la Vuelta le llamó para subirse a su podio antes de que se cayera en El Cordal. El año en el que perdió la Euskal Bizikleta de manera impensable, dolorosa y juvenil en los dos kilómetros de descenso hacia el santuario de Arrate. "Pero Antón ya no es aquel", refresca Gerrikagoitia; "porque es más maduro, se conoce mejor y no se precipita. No hay más que ver cómo ha corrido esta primera semana para comprobar que ahora es tan frío como cualquier otro campeón".
"La inexperiencia de la que habla la gente no existe", conviene Álvaro Pino, que enumera los logros de Antón, los de Suiza, el Giro de 2005, sus exhibiciones en Romandía, las Vueltas de 2006, 2007 y 2009, las clásicas de las Ardenas de este año, y recuerda que Xavi Tondo, aunque más viejo, 32 años, no ha acabado nunca una grande. "Antón sólo tiene que temer a la crono, que es larga y llana. Por lo demás, es el primero de los favoritos, que son cuatro: él, Ezequiel, Nibali y Tondo", acota.
Purito, atornillado al asfalto en los últimos kilómetros de Pal, habla, sin embargo, de que no está vencido, de que fue un mal día, de que llegó vacío, apajarado y de que su error fue cebarse con Mosquera. "Pero seguiré ahí, intentándolo. Antón es el más fuerte, claro, pero hay terreno para recuperar. Si es que lo de ayer (por el miércoles) no fue la primera señal de que la temporada se me cae encima", dijo. ¿Y el equipo? ¿Y el respaldo que necesita un líder? ¿Y la sensación de sentirse arropado y no solo, como un chico de nadie? "No es problema", dice Gerri sin parpadear y explica que trabaja sin descanso en ello. Que les insiste a los corredores en que la unión del equipo es prioritaria e inexcusable condición para seguir en la cima. Que el propio Antón motiva a diario a todos, un detalle de campeón terrenal. Que el chico lo hace con palabras de agradecimiento, pero que no es casi ni necesario "porque Igor es tan querido entre sus compañeros que todos sienten el liderato como suyo". "No existe mayor motivación que esa. Están todos contagiados por la euforia pero muy centrados", concede Gerrikagoitia.
Así que ninguno abandonará. Pase lo que pase. Aunque sufran lo indecible, como Koldo Fernández de Larrea, que llegó ayer molido a meta después de padecer del estómago durante toda la etapa, por lo que no pudo entrar en el sprint vertiginoso que ganó Cavendish, su primer triunfo en la Vuelta, lo que, tras cinco victorias en el Giro y quince en el Tour, le da acceso al selecto grupo de vencedores en las tres grandes.