esmirna. España demostró ayer que su mal, ese que sacó a relucir en la primera jornada ante Francia, tiene cura. Ayer, contra Nueva Zelanda, obtuvo 17 puntos de ventaja (101-84) en su primera victoria en este campeonato del Mundo de Turquía, aunque en el juego todavía le quede mucho camino por recorrer. La selección española salió con el firme propósito de reivindicarse, de demostrarse a sí misma que el partido y la derrota contra Francia fue un mero accidente.

No habían pasado cuatro minutos todavía y Rudy Fernández rubricó con un alley hoop nacido de la mano de Ricky Rubio el 15-5 en el marcador. Todo parecía felizmente encaminado. Sergio Scariolo también debió verlo claro cuando en el minuto siete y 26-13, mandaba al último de sus titulares a descansar al banquillo. Un parcial de 2-6 y, sobre todo, una vuelta al juego sin ideas, a lo loco, sin organización y sin efectividad, sembró las primeras dudas al término de los primeros diez minutos de juego (28-19).

España siguió disminuyendo en sus prestaciones. Ni la entrada alternativa de los titulares mejoró en exceso la situación. La defensa volvió a funcionar bien, a ratos, pero en ataque no hubo la fluidez a la que está acostumbrada la selección, pese a los muchos puntos y a la mejoría de los porcentajes de tiro. Detalles al margen, se fue al descanso con sólo cuatro puntos de ventaja (48-44) y el pavor metido en el cuerpo.

Pero, en realidad, salvo esos sustos, la acción más brillante del partido para los neozelandeses fue la Haka (danza tradicional maorí) que ejecutaron antes del inicio, por lo que el panorama se presentaba esperanzador para los españoles.

Penny fue la punta de lanza (16 puntos en los primeros 20 minutos) y Abercrombie su mejor ayudante (13 puntos) en la escuadra kiwi. Por parte española, Rudy Fernández y Navarro fueron los más acertados, pero con más sombras que luces. Un 9-0 de salida en el tercer cuarto en apenas minuto y medio, 57-44, fue, de nuevo, una declaración de intenciones que, esta vez sí, tuvo continuidad. El aro se oscureció para los neozelandeses por la buena defensa española, que incluso llevo a los pupilos de Sergio Scariolo a correr un par de contraataques.

El técnico italiano volvió a sacar a los titulares de la pista y las ventajas no volvieron a bajar de lo diez puntos, y al término del tercer cuarto el marcador reflejó un tranquilizante 77-63. Tras algún titubeo inicial en los diez minutos de la verdad la selección española demostró que su mal tiene cura pero que aún necesita cuidados. El día de descanso de hoy antes de enfrentarse a Lituania maña debe servir de jornada de reflexión. Ante el combinado báltico de Linas Kleiza, España deberá confirmar que ha vuelto a ser el equipo que maravilló al mundo hace apenas un año en el Europeo.