sevilla. A las 14.00, la hora a la que el sol se pasea con la guadaña por Sevilla, se celebra el funeral del Cervélo, el equipo que viste de negro. La misa fúnebre la oficia Joop Alberda, el general manager del conjunto suizo. Dice que se acabó, que el Cervélo Test Team se disuelve y sus cenizas se repartirán por el pelotón. "Todo se acaba?", lamenta Alberda tras una égloga a los valores del equipo que creó Carlos Sastre a su imagen y semejanza después de ganar el Tour y separar su camino del de Bjarne Riis y ha sobrevivido dos años. Todo se acaba, menos Sastre, que es inagotable y correrá las tres grandes por segunda vez en su vida.
En 2005, el abulense estuvo a punto de abandonar el ciclismo. Le pesaba el recuerdo de El Chava, su cuñado muerto tan joven. Se perdió Sastre en aquella época que el ciclismo pedaleaba desnortado, sin GPS. A la deriva en el CSC, se encontró en el Tour. "Me salvó el trabajo que hice para que Basso fuera segundo". Y la última crono, en la que fue noveno y se convenció de que no estaba tan mal como para no luchar semanas después por la Vuelta, en la que fue tercero. En 2006, recuperada la pasión, corrió las tres grandes, algo de otra época. A Sastre siempre le gustó Marino. Ayudó a Basso a ganar el Giro, fue cuarto en el Tour y repitió puesto en la Vuelta.
"Y ya ves", dice ahora Sastre, que el próximo año cumplirá 36 y comenzará una nueva andadura en el Geox de Gianetti y Matxín, junto a su eterno rival Menchov; "después de un año en el que acabé harto de la bicicleta e incluso me quisieron jubilar, vuelvo a hacer las tres". El agotamiento llegó después del Tour de 2009, en la que defendió sin mucha fortuna su triunfo en 2008 y al acabar, molido, la cabeza a punto de estallarle, desnortado otra vez, decidió desaparecer. Desde que colgó la bicicleta a finales de agosto no la volvió a tocar. Se purificó, en cierta forma, para en enero, de nuevo sobre los pedales, otra vez hambriento, decidir que su temporada volvería a ser larguísima. Que en mayo correría el Giro, en julio el Tour y ahora, en septiembre, la Vuelta. "¿Por qué? Porque me apetece y porque psicológicamente estoy bien. Y tiene que ser así, que la cabeza te acompañe porque si no es una locura. Correr por correr no me gusta. Puedes llamarlo como quieras; puedes decir que soy masoca. O que no tenía nada que hacer en casa y mi mujer me ha mandado fuera para que no moleste".
La que empieza en Sevilla es su tercera grande del año. También es la 24ª vuelta de tres semanas que el abulense disputa. En 14 de ellas ha acabado entre los diez primeros, ha subido seis veces al podio y ha ganado una, el Tour de 2008.
A la Vuelta llega esperanzado por su tercer puesto en la Clásica de Donostia y "con la chispilla recuperada pese a todos los problemas que he tenido este año". "Mi favorito es Menchov, que es el único que sabe lo que es ganar una Vuelta. ¿Yo? Si no dijese que vengo a ganar me tendría que ir para casa. La segunda mitad de la Vuelta es la dura de verdad".