sevilla. El 29 de abril de 1935 cincuenta ciclistas madrugaron para correr la primera Vuelta a España. Se juntaron con sus bicicletas de hierro frente al Ministerio de Fomento, en la Ronda de Atocha de Madrid. Cuentan que el acontecimiento atrajo a una multitud y que la Guardia de Asalto, la Policía de la II República, tuvo que hacer de escudo para que la gente no obstaculizara el paso de los corredores. En el puerto del León, el primero de la historia de la carrera, se congregaron 20.000 gargantas. Y en Madrid, 14 días y 3.425 kilómetros después, 75.000 más. Y todo porque a Clemente López-Dóriga, el Henry Desgrange español, como le bautizó la prensa francesa, su holgada posición económica le permitía dedicar tiempo y dinero al ciclismo, al mecenazgo, primero de Vicente Trueba, la pulga de Torrelavega, la estrella española de la época al que ayudó con sus contactos a correr el Tour de 1930, y luego de la propia Vuelta a España, que lanzó hace 75 años. En aquella primera edición se repartieron 75.000 pesetas en premios y la ganó Gustaaf Deloor, un belga contrabandista y cazador furtivo que durante la primavera corría en bicicleta y que luego, durante la II Guerra Mundial, tuvo la fortuna de toparse con un oficial nazi fanático del deporte que le reconoció y le colocó en la cocina del campo de concentración en el que fue recluido cuando le apresaron.
En el palmarés del primer ganador de la Vuelta figura también la edición de 1936 y una etapa del Tour de 1937, poco más; los dos corredores que más ediciones han ganado, Tony Rominger y Roberto Heras, tres veces entronizados en Madrid, sucumbieron en el Tour -sólo el suizo llegó a ser segundo en 1993-; la Vuelta es la carrera que Eddy Merckx sólo ganó una vez, en 1973, la única vez que salió; y la que Jacques Anquetil conquistó en 1963 para ser el primer ciclista en ganar las tres grandes, aunque el francés volvió a correrla y pasó inadvertido; como Fausto Coppi, que nunca lució su pedigrí en la Vuelta, donde dejó de dar pedales una tarde de primavera de 1959, en la carretera del pantano de Yesa, meses antes de que la malaria apagase su vida -2 de enero de 1960-; Indurain nunca la ganó -sólo pudo ser segundo en 1991, meses antes de ganar su primer Tour-; ni Armstrong, que tras sobrevivir al cáncer fue cuarto en 1998 y luego, siete Tours mediante, no la volvió a pisar.
Y 75 años después, varios plantones de las figuras mundiales por su fragilidad estructural después, entre tanto cinco victorias vascas -Dalmacio Langarica en 1946, Jesus Loroño en 1957, Patxi Gabica en 1966, Marino Lejarreta en 1982 y Abraham Olano en 1998-, la misma problemática, la participación ramplona, resta audiencia a la Vuelta. Porque entre los naranjos de hojas inmóviles plantados a orillas del Guadalquivir, a los pies del puente de Triana, al otro lado de la calle Betis, pescadito frito, jamón y flamenco, la tortura del calor, el aire irrespirable, bajo el foco de la presentación de la carrera está vacío el lugar que corresponde a Alberto Contador. Es la segunda renuncia consecutiva -vestida de buenas palabras-, "la verdad es que es motivante. Si no la corro quizás me arrepienta de no haberlo hecho", dijo cuando se presentó el recorrido en diciembre- del mejor ciclista del mundo, de vacaciones tras ganar su tercer Tour, camino ya de la leyenda, pagada ya su cuenta con la Vuelta en 2008, aquel doblete con el Giro después de ser vetado el Astana, su equipo, por la organización del Tour. La baja del chico de Pinto, el primero en la jerarquía ciclista, obliga a un ejercicio de fe dantesco con Andy Schleck, el rival natural de Contador, 25 años, un desparpajo tremendo, la mirada firme del campeón, y segundo en los dos últimos Tours.
"No sé exactamente cómo estoy, porque después del Tour he estado unos días de vacaciones", se justifica el pequeño de los hermanos luxemburgueses; "no estoy mal, pero es evidente que no estoy en la forma del Tour, porque después hice una semana más a bloque, en los critériums. Luego descansé una semana. Por eso, aquí mi objetivo es ayudar a Frank en la montaña". Borra su propio dorsal Andy. Ni siquiera en Sevilla hay fe que sostenga su candidatura.
Ausente Contador, fuera de juego Andy, el cartel de la Vuelta que arranca con una crono por equipos esta noche (a partir de las 22.04) frente a La Maestranza de Sevilla y acaba en la Torre del Oro, lo encabeza Denis Menchov, 32 años, dos Vueltas -2005 y 2007-, un Giro -2009-, tercero en el pasado Tour, pero que nunca ha sido capaz, pese a su talento, de encadenar actuaciones sublimes en dos grandes la misma temporada -el año pasado, por ejemplo, ganó el Giro y se hundió en el Tour, que acabó 51º-. Los rivales del ruso son Frank Schleck, más rabioso que en forma tras el batacazo en la etapa del pavés del Tour en la que se cayó y se hizo añicos la clavícula; Carlos Sastre, 35 años, tercera grande del año, seis podios en las vueltas de tres semanas, la experiencia y su condición de ciclista inagotable como aval; Ezequiel Mosquera, el gallego de 35 años que se hizo duro en la serrería de sus padres; y el joven Vincenzo Nibali, el esqualo del estrecho, fiel sirviente de Basso en el Giro, 24 años y un futuro espléndido por delante.
Luego está Igor Antón, el delicioso escalador de las mariposas en la tripa que hace dos años se quedó tirado en El Cordal con la clavícula y la cadera colgando, a medio camino de algo que se intuía grandioso, y a quien cuando le preguntan lo que espera esta vez, en lo que parece su regreso definitivo a la élite, responde: "Sólo acabar aquello que dejé a medias".