melbourne. Lewis Hamilton está dispuesto a vivir como debe vivir una estrella de un deporte tan glamouroso como el automovilismo. El piloto británico de McLaren lo lleva hasta las últimas consecuencias, y cada vez se habla más de lo que hace fuera de las pistas. Así las cosas, en esta línea puede incluirse el hecho de que un tribunal de Melbourne ha impuesto al piloto inglés una multa de 500 dólares australianos (alrededor de 350 euros) por conducir de forma temeraria durante el pasado mes de marzo por las calles de la ciudad, donde se disputa anualmente el GP de Australia de Fórmula Uno, donde su compañero de escudería, el también británico Jenson Button, acabó en lo más alto del podio, secundado por Kubica y Massa.

Hamilton, que estuvo representado por un abogado y no acudió en persona a la vista en la que se le juzgaba por haber sido cazado por la Policía circulando a gran velocidad por las calles de la ciudad, ha evitado toda condena más allá de la sanción económica debido a que no tenía antecedentes en el país. Pero no ha podido evitar, sin embargo, que la noticia trascendiera y se volviese a hablar sobre su cada vez más rocambolesca vida.

Su representante recordó que el piloto, ex campeón mundial de Fórmula Uno, ya se había disculpado públicamente y sufrió "vergüenza, humillación y angustia" tras aparecer en los medios debido a su comportamiento al volante. El juez destacó, sin embargo, que Hamilton es un modelo para los jóvenes, lo que le obliga a actuar de forma responsable.

La policía de Melbourne inmovilizó el día de actos el coche de Hamilton, cuando el campeón del mundo se dedicaba a hacer trompos y quemar neumáticos en Lakeside Drive, al noroeste de la ciudad, cerca de Santa Kilda. Hamilton regresaba a su hotel, tras los entrenamientos libres del Gran Premio de Australia, cuando un grupo de aficionados comenzó a aplaudirle y él quiso recompensarles con algunas extravagancias.