EL Euzkadi, la selección vasca, pasó la muga de Polonia hacia Moscú. Vía férrea. Seguían. Tenían que seguir hacia adelante. En su última parada en Polonia, Chato Irarragorri, Luis Regueiro y Lángara se volvieron a los "polis" polacos y les dijeron: "Ya os conocemos". Aquel equipo de futbolistas había sufrido, entre risas calladas, la experiencia de ser considerados rojos, cuando eran parcialmente verdes. Verdes con blanco y con rojo del pueblo vasco. Como la ikurriña... "Comunistas que en Varsovia y Katowice iban a misa y a comulgar". Por eso, en la muga "limpiaron el barro y la arena de sus botas". Polonia quedaba cerca y muy lejos Euskadi. Había que seguir, y seguirían.

Es cierto que el recibimiento en Moscú fue apoteósico. Con ramos de flores, entregados por bellas muchachas rusas. Y al Euzkadi le alojaron en el Hotel Metropol. De buen servicio y exquisita cocina. Habría sido igual si les hubiesen puesto una porrusalda, un talo y morokil. Porque allí el Euzkadi, otra vez en domingo, y en Moscú, se fue a misa en la Embajada de Finlandia. Fueron en autobús, a las nueve y media de la mañana.

Jugaron el primer partido contra el Lokomotiv, en el campo del Dynamo, en Moscú. Un campo de respeto. Más grande en cuanto a localidades que lo que va a ser San Mamés tras las reformas. ¡90.000 espectadores, todos sentados!

Y es curiosa la anécdota. La víspera de dicho partido contra el Lokomotiv, el Euzkadi estuvo invitado a una comida por la directiva y jugadores del equipo ruso. ¡Hasta se colocaron ambos conjuntos, a comer, entremezclados!, con buen sentido de la hospitalidad. Y a Periko Vallana, entrenador de Euzkadi, le llegó el primer problema con las intérpretes rusas: "Dicen sus muchachos que no hay buena comida posible, sin vino. Que no se come bien con agua". Faltaron pocos minutos para que hubiera vino en aquella recepción con el Lokomotiv. Con gran asombro de los jugadores rusos. Boquiabiertos y sin dar crédito a lo que veían. ¡Los vascos bebían vino en las comidas! Y no terminó la comida con sólo vino, sino que aquellos gudaris del fútbol se apañaron para improvisar todo un orfeón de voces en la sobremesa y deleitar con sus "Boga boga", "Hator, hator", y demás canciones a los sorprendidos jugadores del Lokomotiv. Al día siguiente, el Euzkadi le ganaba al Lokomotiv, en el campo del Dynamo de Moscú abarrotado en sus 90.000 espectadores, por cinco a uno.

Con los niños A unos cien kilómetros de Moscú había una residencia de niños vascos exiliados. Era lógico que el Euzkadi fuera a visitarles. Y se fueron con algunas dificultades, porque a unos 15 kilómetros de Moscú la carretera se convertía en un auténtico burdibide. Con grandes baches y desmontes. Los botes y coscorrones fueron numerosos.

En aquella colonia había niños de Matiko, Begoña, Portugalete... Unos quinientos. Se puede imaginar el lector la alegría de aquellos chavales cuando vieron a sus ídolos futbolistas. Quisieron los del Euzkadi, con toda la ilusión y euforia que inyectaron en aquella colonia, que los niños vascos jugasen un partido de exhibición contra los niños rusos. No hubo forma. Decía uno de aquellos niños, que fue el doctor Angulo, médico del Athletic de Bilbao: "Les damos cada paliza..." -luego, el doctor Angulo haría su carrera en Moscú-.

Otro de aquellos niños -Ruperto Sagasti-, se quedó en tierras rusas, llegado a ser jugador internacional ruso y director de todas las escuelas de fútbol de Rusia. El Athletic de Bilbao anduvo detrás de requerir sus servicios para sus instalaciones de Lezama, pero el papeleo burocrático con el Gobierno español no se agilizó. Y no fue Ruperto Sagasti caso único de vasco en las altas esferas del deporte ruso.

El Euzkadi -es claro- produjo una excelente impresión e impronta en los aficionados, jugadores y técnicos del fútbol ruso. Alguien ha llegado a decir que fue el Euzkadi quien enseñó a los rusos a jugar al fútbol. Porque jugaban un fútbol moderno, rompiendo el clásico esquema inglés de la W. Tras su espléndida presentación en Moscú, el combinado vasco jugó dos partidos contra el Dynamo. Y le venció en los dos encuentros. Por cuatro a uno, y en el de revancha, por seis a cuatro.

También se desplazaría el Euzkadi a Leningrado, para enfrentarse y empatar con el Dynamo de aquella ciudad. En Leningrado fueron entusiásticamente recibidos y disfrutaron al igual que en toda Rusia, de simpatías e inconmensurables atenciones.

También jugó la Selección Vasca en Kiev, Minsk y Tiflis contra el Dynamo, ganando todos los partidos. Y se despidió de la estepa rusa, enfrentándose con el Spartak de Moscú con el que perdió. Más tarde, hace unos años, el Athletic de Bilbao se resarció de aquella pequeña derrota, ganándole al Spartak de Moscú en la final del X Trofeo Ibérico de Badajoz.

la caída de bilbao Otro nuevo mazazo para los expedicionarios vascos supuso conocer la noticia de la caída de Bilbao. Hasta entonces, los jugadores del Euzkadi habían mantenido un hilo de comunicación con sus familiares, vía París. Las noticias que les llegaban de Euskadi eran tristes y trágicas. Se había perdido y aquellos muchachos estaban mentalizados para la victoria.

Los futbolistas sabían que había que comenzar a pensar en volver. Pero el Gobierno vasco les rogó que siguieran dando patadas al balón, para poder seguir dando pan a los niños que seguían exiliados. Y aceptaron el ruego con una disciplina encomiable.

Vía Leningrado, el Euzkadi pasó a Finlandia, y desde allí a Noruega, donde juega un partido. En Dinamarca jugarían otros dos. Con victoria vasca en todos los duelos, sin resquicios.

Entonces, se volvieron a Francia, donde el conjunto vasco instaló su residencia a unos treinta y cinco kilómetros de la capital francesa, cerca de Fontenebleau, en Barbizon. Era mediados de octubre de 1937. Comenzaban dentro de la selección de Euzkadi pequeñas escisiones y deserciones. Siempre ha sido difícil cantar en tierra extraña. La guerra iba para largo y el Euzkadi comenzaba a pensar en la aventura de América.